Etapa 21. (Accidentada) Mui Ne – La Gi. Ruta en Moto por Vietnam

La etapa 21 fue sin lugar a dudas la más complicada y accidentada de toda la ruta en moto por Vietnam. Nuestra intención inicial, evidentemente, no era llegar a La Gi, sino a Cat Tien para visitar el Parque Nacional e intentar ver gibones. No obstante Km0, nuestra querida moto y compañera de fatigas, nos traicionó ese día y además la muy jodida esperó a hacerlo en el peor momento de todo el viaje.

Habíamos salido temprano de Mui Ne y menos mal, porque sino esa jornada hubiese terminado de madrugada. Nada hacía presagiar aquella tranquila mañana que, de camino a la parte más natural del viaje, tendríamos que hacer frente a la situación más complicada de toda la aventura. Pero a los poco kilómetros de ruta la moto empezó a avisarnos de que algo andaba mal pues de vez en cuando la moto no tiraba y perdía fuerza.

Al cabo de un rato luchando decidimos parar en un taller a ver que estaba pasando, justo antes de meternos de lleno en la carretera que atravesaba una zona de bosque y en la que sospechábamos que no habría pueblos o demasiada gente en caso de que algo fallara. Más valía prevenir que curar.

Primera parada "en boxes"
Primera parada «en boxes»

El arreglo de la moto nos hizo estar un rato parados, aunque el resultado final parecía satisfactorio y la moto volvía a funcionar bien. Hicimos algunas pruebas delante del garaje antes de volver a emprender el viaje por si acaso y cuando nos convencimos de que todo andaba bien pagamos al señor de las manos sucias y el caótico taller y seguimos adelante.

Durante unos veinte minutos más la moto funcionó mejor que al principio, dejamos la última zona visible de civilización atrás y nos metimos en la zona de bosque por una pequeña carretera llena de subidas y bajados.

Siguiendo en ruta por una carretera desértica
Siguiendo en ruta por una carretera desértica

No se cuanto tiempo llevábamos circulando cuando de repente la moto hizo “PLAS” y dejó de funcionar. Nos encontrábamos en la parte alta de una de las rampas y la inercia nos dejó avanzar todavía unos cuantos metros más. Pero la verdad es que de poco servía lo que nos pudiera empujar la ley de la gravedad cuando nos habíamos metido ya de lleno en la zona despoblada. Nuestra cara en ese momento debió de ser todo un poema ¿Y ahora que podíamos hacer? Estábamos en blanco. Sabíamos que andando tardaríamos más de una hora en recorrer el tramo hasta el último pueblo que habíamos visto, pero el camino no era sencillo de recorrer y encima llevábamos la moto llena de trastos que la hacían demasiado pesada e inmanejable. Además, dejarla abandonada con todo nuestro equipaje mientras buscábamos a alguien que la pudiese cargar no nos parecía una buena opción.

Por unos momento nos vimos en una encrucijada, llegándonos a agobiar, pues ni siquiera podíamos echar mano del teléfono, no había cobertura… Dichosa moto, era la primera vez que la maldecía tanto… ¿Por qué demonios nos habíamos metido por aquella zona si unos kilómetros más al sur había otro camino para llegar a Cat Tien? ¿Por qué no habíamos hecho caso de los primeros avisos de la moto? Pero sobretodo ¿Por qué demonios tuvo que estropearse en la única zona de todo Vietnam en la que no había un taller en varios kilómetros a la redonda?

Intentamos mantener la calma porque éramos conscientes de que era la única cosa que nos podía ayudar en ese momento. Procuré no pensar en la poca agua que había en la botella e hicimos lo único que podíamos hacer: andar. Ante la duda de que es lo que nos encontraríamos si seguíamos adelante decidimos deshacer lo recorrido con la esperanza de encontrar alguna alma piadosa que nos diese una solución, y mientras tanto aprovechábamos las bajadas para descender encima de la moto empujados por la gravedad. Aquello era agotador…

Arrastrando a nuestra Km0
Arrastrando a nuestra Km0

Un rato más tarde un perro agraviado nos hizo darnos cuenta de la presencia de varias personas. En un camino de tierra que empezaba en el arcén de la carretera y terminaba en una caseta de madera, vimos a dos hombres trabajando. Encontrarles nos alegró tanto como si hubiéramos encontrado una playa de arena blanca llena de cocos fríos para beber, pero nuestra felicidad duró lo mismo que tardamos en darnos cuenta de que aquellos vietnamitas no tenían ni papa de inglés. Entonces nos armamos de paciencia y empezamos a contarles nuestro pequeño percance entre gestos, palabras en inglés, castellano y valenciano… y lo sorprendente es que la fusión funcionó y uno de los hombres le dijo algo al que parecía su hijo, que bajó hasta la zona en la que nos encontrábamos nosotros, cogió la moto e invitó a Toni a montar en ella.

Mientras Toni y aquel chico se iban en busca de alguna solución, yo me quedé allí cuidando la moto y aguantando los ladridos de aquel antipático perro. Los dos otros señores, ajenos a mi preocupación, siguieron a lo suyo y enseguida me olvidaron.

El lugar donde pedimos ayuda
El lugar donde pedimos ayuda

Una eternidad más tarde volvió Toni y pese a mi alegría inicial al ver llegar la moto, cuando vi su cara ya supe que lo que traía no eran buenas noticias. Había llegado al pueblo con el chico y allí sí había cobertura pero, ¿a quién íbamos a llamar? Otra vez, nuestro gozo en un pozo. Dimos las gracias a aquella gente y seguimos haciendo lo único que podíamos hacer: caminar.

El sol cascaba y ahora aquello resultaba más agotador… a las empinadas subidas y bajadas había que sumarle el intenso calor de mediodía. De repente el sonido de una moto nos hizo levantar la cabeza. Una joven pareja andaba en la dirección opuesta a la nuestra y cuando pasó de largo los dos se giraron y se quedaron mirando mi cara de perrito abandonado. Pero aquello no surtió ningún efecto y la pareja desapareció en una de las curvas del horizonte, así que seguimos andando. No obstante, algo en la manera de mirarnos me dijo que el chico se había apiadado de mí, y un par de minutos más tarde me di cuenta de que estaba en lo cierto, pues volvía a nuestro rescate. Pero para no dejar de hacer todo aquello más complicado, él tampoco hablaba inglés y mientras por gestos nosotros le sugeríamos que con una cuerda nos podría arrastrar, él con otros nos decía que enseguida volvía, que nos esperáramos allí. Y muy obendientes eso hicimos.

Cuando volvió a aparecer lo hizo con la cuerda que nos iba a salvar en la mano, y mientras mirábamos el tamaño de los bultos que llevábamos en nuestra moto, rezábamos para que aquella debilucha motillo aguantara ese peso y el nuestro. Ató la cuerda a la parte delantera de la nuestra, puso el motor en marcha y ¡tachán! el invento funcionó. Aquello tiraba y nosotros no nos lo podíamos creer.

Empieza el "plan rescate"
Empieza el «rescate»
Camino del mecánico
Camino del mecánico

Muy amablemente la joven pareja nos llevó hasta el taller en el que habíamos parado al principio, donde el mecánico con cara de póquer nos dijo que aquello se había roto definitivamente y él no tenía las piezas que necesitaba: lo que nos faltaba… En ese preciso instante hubiésemos entrado en fase de desesperación si no fuese porque el chico de la moto nos dijo que nos podía seguir arrastrando hasta un concesionario. No, yo tampoco recuerdo como nos explicó esto o cómo lo conseguimos entender, el caso es que montamos en Km0, que en esos momentos nos parecía tan solo un montón de chatarra, y en un rato llegamos a dicho concesionario. Todas las palabras de agradecimiento que se nos ocurrieron en ese momento fueron pocas para dar las gracias a la alma caritativa que se había apiadado de nosotros. Y pese a que seguramente no entendía nada de lo que le decíamos lo comprendió todo a la perfección. Nos sentíamos tan mal por haberle hecho perder el tiempo que quisimos ofrecerle algo de dinero por hacer de grúa, pero él lo rechazó categóricamente y se fue.

¡Nuestros salvadores!
¡Nuestros salvadores!

Por lo poco que pudimos comprender algo le había pasado a la cadena de la moto y para arreglarla había que abrirla en canal. Y allí sentados en el arcén de una polvorienta carretera pasamos más de 2 horas esperando a que Km0 saliese del quirófano.

Esperando a que la moto estuviese lista
Esperando a que la moto estuviese lista
Km0 en la UCI
Km0 en la UCI

Al menos lo hizo en perfectas condiciones, pero como ya había anochecido tuvimos que cambiar de planes y dirigirnos a la localidad más cercana, que en aquella zona era La Gi.

Lo mejor del día fue que la guesthouse que habíamos encontrado por internet durante la larga espera era nueva, estaba muy pero que muy limpia y era muy acogedora. Tras comer algo de la calle y sin muchas ganas de seguir indagando volvimos al alojamiento y aprovechamos la fantástica conexión a internet para ver capítulos atrasados de series. Necesitábamos hacer un reset y descansar, el día siguiente volveríamos a intentar llegar a Cat Tien. El hecho de poder ver algún gibón me motivaba.

La guesthouse donde pasamos la noche
La guesthouse donde pasamos la noche

Datos (poco) prácticos:

  • La duración de la fallida jornada fue de casi 8 horas para recorrer 128 miserables kilómetros.
  • Nos alojamos en Kim Sang Guesthouse por 10$ la habitación doble.

Si quieres buscar otros alojamientos en La Gi, te recomendamos esta herramienta que te mostrará el precio más barato comparando entre varios buscadores.

Nuestra ruta en wikiloc:

700 467 Carme
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