Cap. 23 – Ruta por el centro del país y llegada a Tsiroanomandidy

Tras una noche tranquila en una habitación limpia, confortable y con baño propio en el hotel Espace Diamant, nos encontrábamos al 100% de energía para recorrer la larga distancia hasta Tsiroanomandidy donde Julián nos esperaba con los brazos abiertos para darnos la bienvenida a la ONG Fami Bongolava. Habíamos llegado el día anterior a Moramanga, tras una vuelta mucho más tranquila desde Andasibe, y aprovechamos la jornada para holgazanear y cargar pilas.

Embutidos de nuevo en un taxi-brousse, cuyo repertorio musical pastelón ayudó a pasar las dos horas y media de viaje durmiendo, hicimos la primera parte del trayecto hasta Antananarivo.

Nuestro último viaje en taxi-brousse
Nuestro último viaje en taxi-brousse

Era casi mediodía cuando llegamos a una de las paradas de autobús de la capital, momento en el debíamos contactar con Julián para saber cómo ir hasta la sede de la ONG. En escasos 10 minutos, el tiempo que habíamos necesitado para encontrar un pequeño bar y tomarnos una cerveza, aparecieron Lily y Riboo, trabajadores de la ONG que Julián había tenido el detalle de enviar a recogernos.

Será por espuma... y es que no estamos en lo que estamos
Será por espuma… y es que no estamos en lo que estamos

Se presentaron y nos invitaron a subir al coche, un 4×4 con todo el espacio de atrás solo para nosotros, todo un lujo en nuestro viaje por Madagascar. Desde aquel cómodo vehículo la larga y costosa salida de la capital por culpa del excesivo tráfico nos pareció un paseo en lancha, amenizado con aclaraciones que nos iba haciendo Lily en francés y a veces incluso y muy tímidamente en castellano, cosa que le provocaba alguna que otra carcajada.

Coger la carretera hacia Tsiroanomandidy nos obligaba a cruzar Antananarivo de una punta a otra, lo que nos sirvió para ver lugares que en nuestra primera visita nos fue imposible hacer, y más teniendo en cuenta las recomendaciones de la gente de ir con cuidado por si te atracaban. Desde la seguridad del 4×4 pudimos hacer unas cuantas fotos de las que hubiésemos querido el primer día. Ya en las afueras de la ciudad, lugar donde vivía la familia de Lily, nos detuvimos unos minutos para que recogiese una mochila con las cosas que iba a necesitar y acto seguido cogimos la RN1 en dirección, ahora sí, a Tsiroanomandidy.

Calles de Antananarivo
Calles de Antananarivo

Por primera vez en todo el viaje, con la de horas que habíamos echado en carretera, podíamos disfrutar del paisaje sin estar embutidos en un taxi brousse, con las piernas encogidas o escondidos entre mochilas. Aquella vez nos pudimos relajar, podíamos estirar las piernas dentro del coche, pedirle que parara si lo necesitábamos o si queríamos comprar alguna fruta a vendedores de carretera. Lily se divertía practicando castellano y haciendo preguntas a la vez que nos contaba algunas cosas sobre la ONG.

¡¡Pero qué comodidad!!
¡¡Pero qué comodidad!!

Una hora más tarde parábamos a comer en un hotely de carretera donde el menú ofertaba poco más que arroz con pollo o con tortilla y en cuya tele estaban haciendo Los Serrano doblado al francés. Nuestros anfitriones nos contaron que la serie española es muy seguida en Madagascar.

Estiramientos post viaje en coche
Estiramientos post viaje en coche
Los Serrano...
Los Serrano…

Cuando terminamos de comer nos pusimos enseguida en marcha y pronto nos dimos cuenta de que aquel no era un simple viaje hasta el pueblo donde se encontraba la ONG, sino que nos estaban haciendo una ruta guiada. La primera de las paradas fue para visitar unas cascadas con el mismo nombre que nuestra anfitriona, Lily. Un largo camino de arena las separaba de la carretera principal y un par de niños que nos vieron llegar fueron corriendo al lado del coche para conseguir ser ellos quienes nos guiaran por el pueblo.

Las cascadas que fuimos a ver
Las cascadas que fuimos a ver

Nada más llegar, una docena de niños que se despedían de un grupo de gente que ya había visitado el lugar vinieron corriendo hacia nosotros. Los gritos de éstos, que habían rodeado el coche dejando apenas sitio para abrir las puertas y salir, ofrecían varias cosas para vender. Unos tan solo querían acompañarnos y hacer de guías con la intención de ganar algún ariary y otros llevaban las manos llenas de figuras de animales hechas con piedras que parecían haber sido pintadas por un niño pequeño.

Cuando conseguimos bajar del coche se echaron encima de nosotros y ya no pudimos escapar. Nos rodearon y nos fueron marcando el paso haciendo caso omiso de las palabras de Lily que les decía que no necesitábamos nada y que sabíamos el camino, así que atravesamos el pueblo con aquellos insistentes e incansables niños. Se trataba de un pueblo pequeño y acogedor y con un paisaje muy bonito. El río, que lo bordeaba en gran parte iba a parar a unas cascadas no muy grandes donde los niños nos hicieron posar y hacernos fotos.

El bonito pueblo
El bonito pueblo

Tras haber estirado un poco las piernas y haber visitado el lugar volvimos en dirección hacia el coche y esta vez la insistencia de los niños que vendían las figuras se multiplicó. De la nada habían aparecido más chavales con las manos llenas de piedras en forma de tortuga, lémur y otras que no conseguí identificar. Estaban mal hechas y mal pintadas, me dio tiempo a verlas casi todas porque llegó un punto en el que me rodearon y no me dejaron escapatoria.

Duras negociaciones con los niños
Los niños y sus figuritas

Cuando conseguimos escapar de aquella multitud volvimos a subir al coche y seguimos el viaje, la siguiente parada era literalmente el centro de Madagascar. Llegamos a un camino entre unos arrozales de un verde casi fosforescente que daba a parar a un lago, y al final de éste una pequeña montaña soportaba un monumento a una Virgen. Aquello no era nada del otro mundo, pero lo que sí era espectacular era la vista desde allí arriba. El contraste entre el color de los arrozales y del lago, que prácticamente rodeaba la montaña, hipnotizaba. Además nos hacía mucha gracia pensar que nos encontrábamos en el mismísimo centro del país.

Con la virgen
Con la virgen

Después de la excursión finalmente llegamos a Tsiroanomandidy donde nos dejaron en un edificio en el que la ONG tenía alquilada una planta y desde donde también se emitía la radio de la misma. Lily nos ofreció una habitación doble, nos dio tiempo para darnos una ducha e incluso nos dejó entrar a un despacho por si necesitábamos conectarnos a internet. A la hora de la cena, el coche nos esperaba otra vez en la puerta para llevarnos hasta el centro de la ONG donde ya nos esperaban.

Toni usurpando conexión a internet
Toni usurpando conexión a internet

Cuando llegamos al centro, Julián y las cocineras nos invitaron a pasar al comedor y a cenar, por fin le poníamos cara a la persona con la que habíamos estado hablando por correo electrónico. Durante aquella cena nos puso al día de todo lo que se hacía en la ONG para ayudar a niños raquíticos y con pies zambos, de las instalaciones de las que disponían, de las actividades que se realizan y nos habló de voluntarios y colaboradores. También nos puso al día de la situación política del país y de muchos otros temas de actualidad que nos hicieron entender muchas de las cosas que habíamos visto durante el viaje. Sin duda alguna, aquella noche fue una de las más interesantes del viaje y nos fuimos a la cama pensando que habíamos elegido bien. Estábamos convencidos que íbamos a disfrutar aquella experiencia como ninguna y que íbamos a irnos de allí con la enorme satisfacción de haberles conocido. Si tenéis ganas de saber todo lo que hace la ONG Fami Bongolava, no os podéis perder el próximo capítulo del diario de viaje a Madagascar.

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