Cap. 05 – Viajar en camello y dormir en el desierto del Sáhara

Esa mañana nos despertamos de mejor humor que la noche anterior y, decididos a olvidar el altercado del cambio de hotel, bajamos a la terraza a desayunar. Nos sentamos en una pequeña mesa de la terraza y allí sentados vimos llegar a la pareja de italianos que, con solo una mirada y una sonrisita de resignación, nos dieron a entender que su habitación no era mejor que la nuestra. Las primeras horas de la mañana no perdonaban y con el calor de allí abajo todo el desayuno estaba caliente: la mermelada, los yogures, la mantequilla…y una vez llenado el estómago salimos a explorar Zagora deseosos de quitarnos el mal sabor de boca del último día.

Situada en el Valle del Draa, Zagora es un lugar de paso para casi todo aquel que se dirige al desierto. En esta ciudad, que refleja en sus estructuras su relevancia en la época colonial francesa, encontramos poco que hacer excepto la visita al palmeral. En un clima tan árido, toparse de repente tanta vegetación resulta cautivador, e hipnotizados con tanto verde decidimos entrar sin pararnos a pensar si realmente por aquel sitio deberíamos estar. Dentro, la frondosidad del arbolado nos protegía del agresivo calor y refugiados en la sombra de las palmeras anduvimos largo y tendido. A nuestro alrededor, mujeres y hombres trabajaban recelosos de nuestra presencia, y esquivos ante la cámara giraban la cabeza o simplemente se tapaban la cara con las manos como si fuésemos paparazzis.

Haciendo amigos en el palmeral de Zagora
Haciendo amigos en el palmeral de Zagora
Mujer en el palmeral
Mujer en el palmeral

Tan a gusto como nos encontrábamos por allí dentro casi ni nos dimos cuenta de que habíamos atravesado todo el palmeral encontrándonos de repente ante el río Draa. Allí abajo, tres simpáticos hombres que lavaban alfombras entre cánticos, ante nuestra aparición se pusieron a zapatear y bailar encima de éstas al tiempo que saludaban. Siguiendo nuestra marcha nos dispusimos a bajar al río, yo llevaba el biquini preparada para nadar, pero el aspecto lodoso y maloliente me echó hacia atrás y no me atreví a pisar semejante superficie. Quizás era el único tramo sucio, porque el río parecía limpio, pero en esa zona fui incapaz.

Lavando las alfombras en el río Draa
Lavando las alfombras en el río Draa

Cogimos el camino de vuelta, esta vez por el interior de la ciudad; nos metimos por callejuelas sin saber muy bien a dónde irían a parar y sin querer nos convertimos en el centro de atención de mujeres y niños que paseaban por allí y nos miraban extrañados como si no fuese normal que unos extranjeros estuviesen allí a no ser que se hubiesen perdido. Finalmente fuimos a parar a una plaza llena de carros y mulos donde paramos a hacer unas fotos.

Calles de Zagora
Calles de Zagora
Cara de susto después de moverse el burro al apoyarme en el carro...
Cara de susto después de moverse el burro al apoyarme en el carro…

De camino al hotel un marroquí empezó a gritar: “Joan, ei Joan!!! ets tu?? com estas??” Toni y yo nos miramos y nos preguntamos si se dirigía a nosotros. “Està parlant en català?” le pregunté sorprendida a Toni. Ahora mismo ya no sé si la historia de Joan era cierta o simplemente nos escuchó hablando en valenciano y aprovechó que sabía para interceptarnos, pero lo cierto es que nos contó que había confundido a Toni con Joan, un amigo que tenía cuando estuvo trabajando unos años en Cataluña. Y después de un rato charlando nos invitó a tomar un té en su tienda.

Cuando llegamos nos presentó a sus compañeros y se sentó un rato con nosotros, pero nada más estuvo el té se fue y nos dejó con ellos, que estaban al cargo de la tienda. Charlamos un rato mientras bebíamos té con menta y fue terminar el vaso y nos ofrecieron otro. Uno de ellos aprovechó para mostrarme la bisutería que tenía y al ver mi poco interés me comentó que si tenía algo de botiquín lo podría cambiar por algo de bisutería. Pensé que sería una buena idea coger algunas vendas, gasas o betadine y dárselos, además yo llevaba el botiquín bastante lleno, así que fuimos al hotel y cogí unas cuantas cosas para dárselas.

Preparando el té a la menta
Preparando el té a la menta

Cuando volví a la tienda un chaval me pidió que le curase una herida que tenía abierta desde el día anterior, así que aproveché algunos steri-strip, unas pegatinas que funcionan como puntos, se lo desinfecté y le uní los extremos del corte como pude. Les di el botiquín que les había preparado y me dijeron que me eligiese lo que quisiera.

Haciendo las curas al bereber
Haciendo las curas al bereber

Cogí un par de pendientes y algún anillo, no recuerdo exactamente lo que era, lo que sí recuerdo es la cara que se me quedó cuando nos lo quiso cobrar a precio de oro. ¿Perdón? Aun intentó negociar Toni un poco, pero a mí ya se me habían quitado las ganas de bisutería. Después de ir con mi mejor intención y preparar un mini-botiquín con un poco de cada cosa que pensaba que podían necesitar, y que se lo hubiese dado aunque no me hubiesen ofrecido nada a cambio, y ahora no solo pretendían volvernos a timar sino que parecía que no se acordaban de todo lo que les estaba ofreciendo. Al final no le compramos nada, ni era tan bonito ni me apetecía tanto. Eso sí, aunque no lo querían el botiquín se lo di “por cojones”, aunque imagino que a estas alturas ya se lo habrán vendido a alguien… en fin, de los errores se aprende, ¿no?

Escogiendo la bisutería que nunca me llegaría a poner
Escogiendo la bisutería que nunca me llegaría a poner

Volvimos al hotel otra vez con la misma sensación de engaño que la del día anterior así que para ahogar mis penas, como no podíamos beber cerveza nos tiramos a la piscina, aunque su color era más parecido al agua de un río pero al menos nos refrescamos. Después nos dimos una buena ducha en los baños comunitarios pues la habitación ya la habíamos abandonado (hicimos lo que pudimos dadas las condiciones del baño) y recogimos las mochilas ya que Noir había quedado en recogernos para ir a comer todos al hotel.

La piscina del hotel
La piscina del hotel

Cuando el guía llegó, subimos al coche, y delante de todos y muy sonriente nos preguntó por el hotel… creo que el potente “A BIG SHIT” de Toni le sobró. Le cambió la cara y se quedó mudo un buen rato. (Toni me comentó: para joderme yo que se joda él)

Para más recochineo, antes de partir estuvimos un par de horas en el hotel al que íbamos a estar en un principio y pudimos comprobar lo maravilloso y bonito de las instalaciones, aunque no lo disfrutamos y ya no nos metimos en la piscina porque ya nos habíamos duchado y teníamos todo guardado en la mochila. Al final durante la comida con Katy y Estela se nos terminó de ir el mal humor, y cuando se hizo la hora partimos hacia el desierto del Sahara. Cuando estuvimos todos a punto partió la minivan, el desierto nos estaba esperando…

En el fantástico hotel de Zagora
En el fantástico hotel de Zagora
Otra vez de camino, con el guía un poco serio...
Otra vez de camino, con el guía un poco serio…

Después de tantas horas de viaje para llegar a Zagora la víspera, el de hoy se nos hizo corto y más ameno, pues hicimos una parada en un taller de barro en el que nos explicaron el proceso de elaboración de los platos típicos que usan en Marrakech. Incluso Katie tuvo la oportunidad de poder hacer uno metiéndose en un agujero del suelo tal y como ellos lo hacen para darle al pedal que hace girar el plato donde se moldea el barro. Después de explicarnos como hacían para secarlos en un horno a elevadas temperaturas, lo último fue la vuelta por la tienda, en la que algunos aun terminaron comprando.

Katie haciendo productos de barro
Katie haciendo productos de barro

Seguimos la ruta y pronto nos dimos cuenta que el paisaje empezaba a cambiar, nos adentrábamos en el desierto del Sahara y por si no te dabas cuenta unos carteles te lo anunciaban cada dos por tres, además de pedirte que fueses respetuoso con el lugar, su gente y el agua, ese bien que tanto escasea por esos lugares.  “El agua es oro”, rezaban algunos carteles. Aunque si algo me impactó de verdad fueron unos escritos en las montañas, donde podían leerse frases en honor al rey de Marruecos. Después de hacer una parada para comprar botellas de agua, en unos minutos llegamos al sitio desde donde salían los camellos.

Comprando el preciado "oro"
Comprando el preciado «oro»
Los mensajes en las montañas en honor al rey de Marruecos
Los mensajes en las montañas en honor al rey de Marruecos

Nour nos pidió que solamente cogiésemos lo imprescindible para pasar esa noche y lo demás lo guardó en la minivan. Dicho y hecho, cogimos la mochila, nos pusimos los pañuelos como auténticos tuaregs y montamos en los camellos: ¡Nada de sillitas encima del animal! un par de mantas en el lomo para ablandar la zona de nuestro culo y arreando. La experiencia, aparte de dolorosa (mas el día siguiente que ese, que aun se podía soportar) fue fantástica.

Que empezamos la ruta con camello por el Sahara!!!!
Que empezamos la ruta con camello por el Sahara!!!!
Ahi van los guiri-tuaregs!!!!
Ahi van los guiri-tuaregs!!!!

Un par de tuaregs hicieron dos filas con los camellos y empezaron la marcha, y los animales empezaron a andar detrás de ellos. A nuestros pies, el paisaje se iba transformando y el verde de las palmeras empezó a escasear y a ser cada vez más marrón hasta que lo único que se veía era arena y dunas.

Las últimas palmeras que veríamos
Las últimas palmeras que veríamos
Foto algo movida (por culpa del camello) por las dunas
Foto algo movida (por culpa del camello) por las dunas

El trayecto fue muy entretenido, aunque no encontraba la postura y no sabía cómo ponerme con la de saltos que daba el camello, nos reímos mucho y más cuando alguno se soltaba de la cuerda y se desviaba del camino. Una hora y media hasta llegar al campamento, mi boca cada vez estaba más seca y no llevaba ninguna botella de agua, sentí en mis propias carnes lo malo que es tener sed en el desierto.

La sedienta llegada al campamento en el desierto del Sahara
La sedienta llegada al campamento en el desierto del Sahara

Lo primero que hice nada más bajar fue beberme un litro de agua y enseguida Toni y yo, como dos niños, fuimos corriendo a explorar el campamento y a ver nuestra haima. Había unas cuantas tiendas y fuimos directos hacia una casi sin pensar. El interior de ésta tan solo tenía dos colchones en el suelo y mantas, pero la emoción de saber que íbamos a dormir una noche en el desierto del Sahara hizo que no lo encontrásemos pegas a nada.

Toni en el campamento entre las haimas
Toni en el campamento entre las haimas

Dejamos nuestras mochilas y salimos a corretear por las dunas, pues justo detrás de nuestra tienda había una enorme que sobresalía sobre todas las demás así que arrancamos a correr y haciendo un esfuerzo por lo inclinada que estaba y sacando los pies que se hundían en la arena llegamos a la cima. ¡Por fin! ¡Qué fantástica vista allí arriba! Todo a nuestro alrededor, desde donde estábamos hasta el horizonte era desierto, eufórica y haciendo gestos de victoria le grité a Toni que me hiciese una foto, otra a él, otra juntos, y otra y otra… y así hasta que empezó a hacerse oscuro y volvimos corriendo.

Inmensas las dunas
Inmensas las dunas
Se nos terminaba la luz encima de la duna
Se nos terminaba la luz encima de la duna

En medio del campamento extendieron una enorme alfombra en la que nos reunimos para tomar un té y frutos secos mientras los tuaregs encendían una hoguera y nos preparaban la cena. Se notaba en las sonrisas de la gente el entusiasmo por haber llegado, así que la tertulia se prolongó hasta que el cus-cus estuvo preparado y continuó durante la velada a la luz de la luna y una pequeña lámpara que Nour encendió.

El té que tomamos antes de cenar
El té que tomamos antes de cenar
A la luz de un candil
A la luz de un candil

Nada más terminarnos la sandía del postre empezó el espectáculo, los tuaregs salieron con instrumentos de percusión e hicieron gestos para que nos sentásemos alrededor de la hoguera a disfrutar de la función. Empezaron con canciones populares y terminaron cantando una canción en castellano, cuya letra solamente ellos entendieron. Después incluso pretendieron que nos levantásemos a bailar, y pese a la vergüenza que me daba aun terminé moviendo las piernas al ritmo de Nour junto a Estela y Katie. A pesar del mal inicio del día, esa noche terminó de la mejor manera con música, baile y con los colchones a la intemperie durmiendo bajo las estrellas.

El final de la jornada con cánticos bereberes
El final de la jornada con cánticos bereberes
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