Cap. 07 – Tour Tsiribihina – Tsingy (II): Cascadas, cocodrilo y un largo río

Eran todavía las cinco y media de la mañana cuando Leonard, que andaba ya un rato paseándose de una punta a otra de nuestro campamento improvisado, empezó a gritar «¡bonjour bonjour!» para despertarnos a todos. A medida que iba abriendo los ojos me iba dando cuenta de que estaba sola en la tienda de campaña ¿dónde estaba Toni? Pensé que se habría levantado antes y ya estaría con el guía, pero nada más bajar la cremallera de la tienda lo encontré tumbado sobre la arena intentando salir de dentro de la mosquitera en la que se había enrollado a modo de capullo. A medianoche no pudo soportar el calor que hacía allí dentro y, entre dormir con bichos o con el calor, decidió quedarse con los primeros. Cuando se hizo de día descubrimos que Leonard había dejado puesta la funda de plástico superior y la noche anterior no le habíamos dado importancia. ¡¡Menuda sauna!!

Nuestra tienda con la funda encima...
Nuestra tienda con la funda encima…

Una vez desperezados nos sentamos a desayunar en una esterilla sobre la arena en la que habían preparado unas tostadas y té y mientras veíamos salir el sol los guías aprovecharon para recogerlo todo. En media hora más o menos ya estábamos otra vez en marcha.

Leonard preparando las piraguas
Leonard preparando las piraguas
Desayunando a la salida del sol
Desayunando a la salida del sol

Sabiendo ya de qué iba el asunto el segundo día nos lo cogimos con más filosofía: sombrero de paja, paraguas, protector solar, libro y a dejarse llevar y cuando el sol apretaba demasiado metíamos las piernas dentro del agua para refrescarnos. En todas las inmersiones de nuestros pies en el río nos acordamos de las palabras de Leonard el día anterior advirtiéndonos que hoy podríamos ver cocodrilos.

Segunda jornada por el río Tsiribihina
Segunda jornada por el río Tsiribihina

La emoción del día anterior ya no estaba tan a flor de piel y las numerosas cabezadas que dábamos en la piragua demostraban que en ocasiones el trayecto resultaba incluso aburrido. El paisaje seguía siendo el mismo, el agua del mismo color y los animales inexistentes. Tan solo habíamos visto un solitario camaleón en la orilla del río que Alexander levantó con el remo para que lo pudiésemos ver.

El camaleón en cuestión
El camaleón en cuestión

Durante las siguientes horas lo único que vimos perteneciente al reino animal fueron unos cuantos ejemplares del precioso Martín Pescador y poco más y justo cuando empezaba a pensar que lo del cocodrilo era simplemente para mantener el suspense durante el viaje alguien lo vio. El remero nos avisó al grito de «¡Toniiii, Toniiiii, fotooo!» mientras señalaba con el remo hacia un lugar en concreto donde había algo que parecía una piedra encima de un islote de arena. Era un ejemplar pequeño que no tardó en meterse en el agua cuando se percató de nuestra presencia. Tardó el tiempo justo que tardé yo en sacar la cámara de vídeo de la mochila y en el momento que conseguí enchufarla vi como desaparecía la punta de la cola debajo del agua. Cuando pensé que habíamos perdido la oportunidad de tener una imagen de aquello Toni me enseñó la pantalla de su cámara… ¡Qué rápido!

Al final hicimos la foto al cocodrilo
Al final hicimos la foto al cocodrilo

A las doce del mediodía hicimos la primera parada, por fin habíamos llegado a la cascada natural que desembocaba en el Tsiribihina conocida como Anosiampela. Saltamos de la barca y subimos casi corriendo a la parte más alta emocionados y ansiosos por ver agua de otro color y de paso estirar las piernas. La piscina superior era una balsa grande con agua clara que con el calor que estábamos pasando nos sedujo y nos arrastró inmediatamente hacia ella. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos los cinco vazahars metidos en el agua y disfrutando de un baño relajante, refrescante y casi casi higienizante. Dos chorros transparentes y enormes bajaban a toda velocidad llenando la balsa para luego seguir su camino hacia los distintos niveles de la cascada y terminar mezclándose con el agua marrón del Tsiribihina. La visita fue como una bocanada de aire puro, un paréntesis entre aquellos paisajes secos y deprimentes que decoraban el río y en los que ver un lémur al contrario de lo que aseguraba la guía, era prácticamente misión imposible.

Sin palabras!!
¡¡Sin palabras!!

Cuando tuvimos los dedos de las manos y los pies arrugados como pasas salimos del agua y bajamos a la orilla del río, lugar donde Leonard y los barqueros preparaban la mesa debajo de un techo de madera y cañas que nos refugiaba del sol. Después de este descanso y del pedazo de postre de fruta nadie tenía ganas de subir otra vez a la piragua, pero quedaban horas de camino y no había tiempo que perder.

Comida en familia
Comida en familia
El sabroso postre con piña
El sabroso postre con piña

Seguimos toda la tarde descendiendo por el Tsiribihina sin hacer ni ver nada especial exceptuando el café que preparó Leonard dentro de la piragua para acompañar la tranquila travesía. Los niños que vivían en poblados cercanos al río se acercaban de vez en cuando a la orilla y nos llamaban a gritos para saludar a los vazahars, rompiendo el sonido monótono de los remos.

Leonard preparando el café...
Leonard preparando el café…
... y Juan Valdés haciendo la cata
… y Juan Valdés haciendo la cata

Fue en uno de éstos donde hicimos una parada a recoger provisiones. El acceso al poblado era una cuesta de barro de unos 10 metros casi vertical que había que escalar y que lo separaba del río. Mientras subíamos se acercaron todos los niños del pueblo que intentaban ayudarnos cogiéndonos de la mano cuando llegábamos a la parte más alta. Sin soltarnos, los niños nos acompañaron a la “tienda” en la que pudimos comprar cosas tan «necesarias» como cervezas y tabaco. Por el camino nos pedían encarecidamente las botellas de agua casi vacías que llevábamos encima como si se tratase de un tesoro. Más tarde supimos que las utilizaban de recipiente para todo tipo de bebidas, y sería una “petición” que se repetiría durante todo el viaje por Madagascar. Ya casi teníamos completo el diccionario básico de comunicación niño-extranjero: vazahar, bombon, plastic.

Ladera del río con la subida
Ladera del río con la subida

Algunos de los niños que hablaban un poco de francés, que por muy poco que fuese siempre era más que el nuestro, nos preguntaban nuestro nombre y nuestra edad. Así que durante el camino de vuelta a la barca me dediqué a repetir “Carme” y “26” a cada niña que se acercaba. A Toni en cambio lo perseguía un hombre que parecía no estar muy bien y lo único que quería era que le diese cigarros…

Subimos de nuevo a la piragua y continuó el camino hasta el atardecer. La bajada de las temperaturas y la bonita estampa del sol poniéndose hizo que disfrutásemos mucho de este momento y lo aprovechamos para hacer unas cuantas fotos y grabar un buen rato en vídeo.

Menudas vistas al atardecer
Menudas vistas al atardecer

Cuando encontramos una zona en la que poder acampar, la piragua se detuvo y volvimos a descargar todas las mochilas. El mismo ritual del día anterior se repitó: tomamos cerveza, ponche de ron malgache, algo para picar y cenamos a la luz de la luna con la compañía de todos los insectos de la Región Fluvial del Tsiribihina que se concentraron alrededor de la antorcha que puso Leonard al lado de la esterilla.

Montando el campamento al finalizar la segunda jornada
Montando el campamento al finalizar la segunda jornada

Esta vez había espectáculo incluido y, mientras nosotros seguíamos con el ponche, el guía y los barqueros nos deleitaron con una sesión de baile tradicional al son de la música del extraño instrumento y al compás de los saltamontes que nos iban cayendo encima.

Música malgache en directo. Impresionante!
Música malgache en directo. Impresionante!

Un rato más tarde ya estábamos todos dentro de las tiendas descansando, con la nuestra sin la funda superior, claro. Con tanto jolgorio nada me hacía presagiar que mi organismo estaba incubando algo y el día siguiente iba a ser muy duro para mí.

A dormir a la luz de la luna, que mañana...
A dormir a la luz de la luna, que mañana…
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