Cap. 07 – Rumbo a Udaipur en sleeper bus

Desperté maldiciendo la strong beer. Las punzadas en mi cabeza me recordaban que por la tarde íbamos a tener que coger un sleeper-bus en dirección a Udaipur en el que pasaríamos más de 10 larguísimas horas. Queríamos terminar de hacer unas compras en una de las tiendas que habíamos visitado el día anterior, así que dejamos las mochilas preparadas y la habitación en orden y nos marchamos. Era nuestro último paseo por Jaisalmer y el tiempo, agradecido como los últimos días, nos acompañaba.

Nos vamos de compras!
Nos vamos de compras!

Pero antes de salir de la guesthouse Mira y su hermano nos interceptaron en la puerta; en las sillas del hall estaban sentados mirando las fotos del tour una pareja de italianos mientras decidían si lo iban a hacer o no. Al igual que nosotros, habían conocido a Hussein en Bikaner y les había recomendado también venir a Shiva Palace. Es por eso por lo que dudaban, porque habían llegado hasta allí demasiado guiados y sin haber visto otros hostales ni ninguna otra oferta de tour. Lógicamente temían que les pudiesen estar estafando. Mira, receloso de que se le escapasen y confiado por haberse portado bien con nosotros nos pidió que les dijésemos que nos había parecido el tour. No queríamos mentir a la pareja, queríamos serles sinceros pues nosotros en comparación con la visita al Sahara nos habíamos quedado un poco desencantados. Aun así pensábamos que si no has visto nunca el desierto es una excursión que merece la pena, así que nuestra manera de comunicárselo delante de los hospedadores fue un “está bien si nunca has visto el desierto” sin demostrar demasiado entusiasmo. Creo que con las miradas conseguimos transmitir nuestra sensación.

Salimos a comprar los saris que tanto habíamos planeado y disfrutamos de un cálido paseo por las callejuelas de Jaisalmer. Cerca del hostal vimos a Fabien, el chico francés, comprando especias en una tienda cuyo dueño ya nos había invitado a pasar en varias ocasiones. En esta ocasión no encontramos excusa y tuvimos que probar el brebaje que siempre tenía a punto para vender. Nos despedimos de Fabien, pues nuestros caminos que se habían juntado en el tour se separaban de nuevo. El había quedado con un amigo en Goa donde tan apropiadamente habían decidido pasar la Nochevieja y en recuerdo de nuestra corta pero intensa amistad nos regaló unas semillas de flor de loto que aun aguardan en un cajón a que las plantemos cuando llegue la época.

Bonito ambiente por Jaisalmer
Bonito ambiente por Jaisalmer

Al salir de la tienda de telas nos volvimos a encontrar con la pareja de italianos que habían decidido finalmente hacer el tour y cuya duda esta vez era donde ir a comer. El mejor sitio que les podíamos recomendar era Chandan Shree Restaurant y después de estar un rato charlando con ellos supimos que les iba a gustar. Eran dos jóvenes muy simpáticos y bohemios que llevaban unas semanas viajando por India, pero tenían aun muchos meses por delante para seguir viajando por el subcontinente. Ella se mostraba muy receptiva a conocer la cultura India, tan dispuesta que incluso iba vestida con un salwar kameez, un traje tradicional compuesto de dos piezas: una túnica y un pantalón que siempre va acompañado de un pañuelo a conjunto. Miramos la hora y nos dimos cuenta de que no quedaba mucho tiempo que perder, que en un par de horas salía el autobús y queríamos comer antes. Fuimos de vuelta a la guesthouse y comimos en la terraza; mientras Mira se encargó de buscarnos un rick-shaw para llegar a la estación cuando terminásemos.

MmmMMmmmm.....
MmmMMmmmm…..

Fue terminar y amediodía estábamos ya puntuales en la parada del autobús buscando alguna pista que nos informara de cuál era el nuestro. Habían un par de autobuses y un sinfín de gente que nos contestaba cada vez una cosa diferente a la pregunta de “to Udaipur?” Finalmente encontramos el nuestro, el sleeper bus.

Sleeper bus por aquí
Sleeper bus por aquí

Una vez arriba nos sorprendimos al ver su aspecto; no tenía nada que ver con el que recordábamos de Laos. A diferencia de aquel, este tenía en la parte de abajo asientos, y arriba las camas pero encerradas dentro de unas ventanas y simulando una especie de habitación. A un lado del autobús las habitaciones dobles y en el otro las individuales. Me metí en la que nos había tocado mientras Toni grababa desde fuera y a la que oyó el motor del bus que arrancaba tuvo que subir corriendo. Embutimos como pudimos las mochilas allí dentro donde el espacio para dos personas altas era un poco justo. Abrimos las ventanas para que nos diese el aire a la cara y nos acomodamos; quedaban muchas horas de viaje por delante y más nos valía encontrar la postura…

Sleeper bus por allá
Sleeper bus por allá

Al principio me entretuve bastante simplemente mirando a la gente desde la ventana. En India las calles siempre están abarrotadas de quienes trabajan, compran, pasean o juegan y tener una cámara en la mano puede ser algo muy distraído. Cuando mirar por la ventana ya no era tan divertido cogí “La emperatriz tras el velo” y me puse a leer. El libro, cuyo escenario era la India mogol empezaba a ponerse emocionante y quería terminarlo antes de visitar Agra, donde acontecía parte de la historia. El resto del viaje fue como todos, muchas paradas, gente vendiendo cosas desde las ventanas, una cerveza, una foto, un video, unas risas…

El ambiente en una de las paraditas
El ambiente en una de las paraditas
Y el WC en una de ellas...
Y el WC en una de ellas…

…hasta que finalmente el autobús hizo una parada larga para cenar. Nos metimos en lo que se podría llamar un “restaurante de carretera”, el camarero del cual era un niño que no tendría más de 12 años y no levantaba dos palmos del suelo. Él solito se encargaba de organizar todas las mesas, apuntaba los pedidos y servía los platos, y siempre con una sonrisa inocente en la cara y un agilidad propia de un niño de su edad. Esa noche probamos el chana masala, un plato cuyo ingrediente estrella es el garbanzo y que casi no pudimos terminarnos.

Haciendo acopio del chana masala
Haciendo acopio del chana masala

Ya eran las once y el autobús volvió a partir, esta vez simplemente nos acostamos a dormir esperando que no se hiciese muy largo el viaje.

Los gritos de gente por la calle nos despertaron, eran alrededor de las cuatro y habíamos entrado en alguna ciudad. De repente, cuando el autobús paró se encendió una bombilla que había dentro de nuestro compartimiento: era nuestra parada, Udaipur. Salimos finalmente de la que había sido nuestra habitación móvil, cogimos un rick-shaw y le dijimos al conductor que nos llevase al Hotel Udai Niwas, no sin antes la eterna discusión por el precio. Habíamos estado leyendo en la guía a cual iríamos a pasar los días en la ciudad y escogimos este sin mucho pensarlo. Una vez fuera de la zona de la estación desapareció la gente. Las calles estaban vacías y lo único que deseábamos era tumbarnos en la cama, así que la primera habitación que nos dieron nos pareció perfecta, el día siguiente ya decidiríamos si nos quedábamos.

A las puertas del Hotel Udai Niwas
A las puertas del Hotel Udai Niwas
200 200 Carme
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