Que suceden cosas increíbles cuando viajas es algo que nos suele pasar a casi todos los que viajamos. Puede que la gente a la que se las cuentes no le interese mucho o puede que también, la mayoría de veces, solo te resulten increíbles para ti puesto que has sido tú el que las ha vivido. Hoy ha sido un día de esos, un día en el que sales a hacer fotos por el barrio de Paharganj de Delhi y sucede ante tus narices un acto (como miles que suceden a diario y que pasan inadvertidos para el resto del mundo) en el que te alegras de haber tenido la suerte de tropezar con él y tener una cámara de fotos en las manos.
No es raro que en India encuentres miles de personas sin nada que llevarse a la boca. Si además le sumas que algunos no pueden valerse por sí mismo la cosa pasa ya de castaño a oscuro y el día a día se debe volver más cuesta arriba si cabe. Estas situaciones y las de extrema pobreza son las que a mucha gente echa para atrás en su afán por viajar a India. Pero la situación de hoy ha sido, a mi parecer y dentro de ese drama, un bonito gesto que me alegrado el día. Os lo cuento.
Uno de los mendigos a los que he hecho fotos hoy ha recibido una donación inesperada, y digo inesperada porque le vino por detrás y sin darse cuenta. Un niño fue hacia éste y le entregó un billete, puede que de 10 o 20 rupias, pero que ha hecho que a este señor se le iluminara la cara al ver quien era el que había tenido el detalle de ayudarle. El señor ha cambiado automáticamente su gesto de resignación por una sonrisa sincera. Ha puesto la mano sobre la cabeza del niño y le ha dicho unas palabras. El niño le ha mirado, los dos se han sonreído, y cada uno ha seguido su camino. Ha sido un momento breve pero intenso, que quizá el niño recordará más que el mendigo, pero que ha tenido un testigo para que estos actos no se queden en el olvido.
Me morí de amor con esta historia. Gracias por transmitirla con tanto sentimiento.