Lo malo de vivir viajando es que siempre te estás despidiendo. Hay que decir adiós a amigos nuevos, a interesantes viajeros, al gatito que te ha hecho compañía los últimos días o… ¡al vehículo que te ha llevado a ver hasta el último rincón de Vietnam! La verdad es que le habíamos cogido cariño a la moto aunque, a esas alturas, nuestros culos opinaran todo lo contrario, pero muy a nuestro pesar había llegado el momento de empezar a buscarle otro propietario a la querida Km0, nos íbamos de Vietnam. Nos quedaba todavía hacer una excursión por el delta del Mekong, pero antes de dejar otra vez la ciudad queríamos tener el asunto zanjado, sobretodo porque queríamos comprar ya algún billete de avión hacia alguna otra parte.
Dicho y hecho preparamos un rudimentario cartel hecho con un folio y rotulador, escribimos nuestro número de teléfono al lado de un “On sale” y lo pegamos en la moto. Aparcada frente al hostal en una calle muy transitada, tarde o temprano alguien tenía que llamar. Le habíamos hecho algún que otro último arreglo, la habíamos lavado a fondo y habíamos puesto un precio muy muy competitivo teniendo en cuenta lo abusivos que eran los de las tiendas de segunda mano. Estábamos convencidos de que enseguida saldrían posibles compradores y las llamadas de teléfono no se hicieron esperar. No obstante, las casualidades de la vida hicieron que tras una conversación por facebook con nuestros amigos de Worlding8, que estaban a punto de llegar a Vietnam, la moto quedase adjudicada. En una tarde habíamos resuelto el problema.
Tan solo quedaba planificar un poco la excursión por el Mekong y tomar algunas importantes decisiones acerca de nuestro siguiente destino, pero lo hicimos con mucha calma y estuvimos tres días enteros en la ciudad. Estábamos alojados en una zona turística llena de restaurantes, así que las tres jornadas se sucedieron entre comidas, envíos de paquetes de regalos, cà phês, masajes, una inevitable visita al médico y “reuniones internas”.
Tan solo hicimos algo de turismo yendo al museo de la guerra, una visita estremecedora que pone de manifiesto la perversidad y vileza a la que es capaz de llegar el ser humano. No fue una visita agradable, ver el grado de destrucción que alcanzó Vietnam durante la guerra y los años posteriores sacude el alma. Pese al tiempo que ha pasado, sigue poniendo los pelos de punta ver las fotos de aldeas completamente arrasadas, gente torturada y niños con todo tipo de deformidades consecuencia directa del uso del gas naranja durante el conflicto bélico. Pero sin duda alguna es una visita recomendada en la que, de manera muy gráfica, uno asimila algo que ya sabe de antemano, qué es una guerra y qué es lo que ella conlleva. Demasiada violencia en imágenes para los más sensibles pero un recordatorio necesario para aprender de la historia…
Durante esos días en la ciudad recibí un correo que me hizo muchísima ilusión y en el que me confirmaban que podía formar parte de Lanta Animal Welfare. Estaría un mes como veterinaria voluntaria en la clínica del refugio de animales de la isla de Ko Lanta, así que todas nuestras dudas acerca del siguiente destino se disiparon y descartamos definitivamente el viaje a Filipinas, al menos durante un tiempo. Compramos un par de vuelos a Bangkok y el asunto quedó zanjado.
Tres días más tarde, con todos los temas pendientes solucionados, volvimos a subir en la moto Km0 y nos dispusimos a hacer el último viaje con ella: la excursión al Delta del Mekong.
Datos prácticos:
- Dónde dormir: New Sunny Saigón por 17$ la habitación doble con desayuno incluido
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