La crónica cósmica. El vocabulario diverso y variopinto

A pesar de que resulta difícil de creer, yo estoy completamente seguro que el señor Tolstoi no miente cuando me cuenta:

  • “Eran veinte gitanos y venían a por mí con las navajas en la mano. Le pegué un balazo en la rodilla al que tenía más cercano, y después, apuntándoles siempre con la pistola, pudimos hablar tranquilamente de negocios”.
  • “Cuando un buen amigo mío regresó a casa después de pasar un par de años en el talego, se encontró a su mujer liada con dos tipos que le recibieron a puñaladas y lo mandaron al otro barrio”.
  • “Yo sabía que mi socio me había estado desplumando durante varios meses; así que una noche en que estábamos a bastantes grados bajo cero, lo até al tronco de un árbol, y me entretuve tomando chupitos de vodka hasta que se animó a confesármelo todo y, por supuesto, a devolverme el dinero”.
  • “Nos llevaron a un lugar solitario, y nos pegaron el mayor susto de nuestra vida disparándonos una ráfaga de balas de fogueo con una metralleta. Solamente pretendían atemorizarnos”.
  • “¿Te imaginas lo que es conducir un automóvil llevando al lado una pistola y un maletín con varios millones de dólares?”

A las imágenes de la “pequeña” rinoceronte Sundari les faltaban unos trazos que la mostraran trotando, como lo haría un perro tras un hueso, cuando alguien la llamaba ofreciéndole una banana. A veces, tal ceremonia podría incluir a un jinete que ella aceptaría y pasearía encantada.

La otra tarde, cuando encontré a Raján junto al río y me invitó a fumar un “chílom”, me negué diciendo que evitaba hacerlo en sitios públicos. Él se rió asegurando que exageraba; no podía imaginar que al rato le cogería la policía con las manos en la masa, y que, como castigo, le quitarían la pipa (problema que él solucionó moldeando una nueva con arcilla).

Si yo fuese un fotógrafo plasmaría las muecas que la gente hace al recibir el humo (siempre errante) de una hoguera en la cara.

Os recomiendo dar una mirada a los delicados diseños arquitectónicos de bambú que aparecen en Google. Y ya que estáis en ello, si deseáis ver algo realmente terrorífico, buscad también “explosiones”, y seleccionad alguna de las bombas que detonó papaíto Stalin.

Me cuenta que vio follar a dos rinocerontes durante cuatro horas; al ser un exagerado, yo traduzco su afirmación por un “estuvieron follando mucho rato”. Rajú vio follar un par de veces a elefantes salvajes con hembras domesticas, y dice que el espectáculo dura alrededor de veinte minutos.

A pesar de que los motoristas están obligados a llevar casco, tal ley solamente atañe al conductor y no a los pasajeros.

La ley del deseo: le cuento un secreto, y él se lo suelta directa e inmediatamente a todo el vecindario frente a mí.

En el Kathmandu Post apareció una foto en la que un jinete y su caballo saltaban por encima de una gran hoguera; en el pié de página constaba: San Antonio en España.

La tercera comida de setas mágicas fue mayúscula y me obligó a buscar el aislamiento de mi cabaña. En cuanto me escondí bajo los párpados, ante mí, y como si me hallara en un teatro, apareció de principio a fin la narración que solamente había empezado a escribir aquel día.

A los diez años el hijo mayor de Shankar vio cómo un tigre salía lanzado de la jungla y cruzaba vertiginosamente la pradera que hay junto a su casa, para perseguir, derrumbar y degollar de un zarpazo a una vaca.

Cuando un rinoceronte anda cerca, la perrita Dholi da la alarma; pero no dirá esta boca es mía si se trata de un elefante salvaje.

Al ver a un rinoceronte pastando creerías que se trata de un cortacésped fenomenal, uno que avanza moviendo la cabeza de un lado a otro arrancando la hierba tierna con los labios como los caballos.

Hace un par de días permanecí sentado sobre la hierba mientras el rinoceronte jovencito venía en mi dirección tragando hierba. Estábamos a solas, y mi aparente tranquilidad se debía a que, como vecino que ya lleva cuatro meses por estos alrededores, estaba seguro que terminaría por desviarse; y así fue.

Además de esperar un buen eructo por parte de los invitados a comer, las normas de buena educación también recibirán con agrado una tanda de pedos que no deje lugar a dudas sobre la satisfacción que sienten.

Creo que la unión que denominamos como amistad nace y se desarrolla regándola, entre otras cosas, con experiencias compartidas y charlas que sean al mismo tiempo íntimas y profundas; pero lo que ya llega al máximo, el “pegalotodo” infalible, es la comunicación silenciosa que se da con una sola mirada. Tras haber escrito lo anterior, y estando con la familia de Shankar, se dio una de esas comunicaciones (que tienen un toque mágico) con Narmada, y ambos nos reímos de lo que solamente nosotros comprendíamos.

¿Tenéis o no tenéis claro que somos lo que hacemos, y que vivimos lo que sentimos?

A pesar de que, tal cómo habréis podido comprobar a través de estas crónicas, la vida que gozo en Sauraha no se acompaña de mucho estrés, no por ello mi mente senil deja de hallarse continuamente atareada por el simple hecho de conversar con quienes tengo alrededor; los cuales me obligan a mantener en funcionamiento un servicio constante de traducción al usar un vocabulario que es tan diverso como variopinto. ¿Unos ejemplos? Night (noche) significa ahora. Slowly (despacio): un poco. Half year old (o sea que alguien tiene medio año de edad): hace medio año. Time (tiempo): hora (un tiempo, dos tiempos…). Y si uno usa el kinder (niños) del alemán, el otro lo copia con un pequeño cambio: “kilder”. Big “variante”: haremos algo distinto. Big “aparatur”: gran movida. Suragá: Sauraha. Kinder lady: puta joven. Have (jaf) (tener): ¿cuánto? Big lady: follar mucho. Otras palabras de uso corriente y con diversos significados: arbeit, look look, mantra, energetic, global.

El bisabuelo de Narmada, quien es un chamán de mucho renombre, en cierta ocasión mantuvo una lucha a muerte con un colega que tomó la forma de un tigre para atacarle. En el mismo capítulo aparece una historia según la cual al padre de Shankar lo envenenó y mandó a criar malvas alguien que le tenía manía.

La pensión sigue casi siempre vacía. Aunque a mí me parezca de maravilla que esté así eternamente, yo le muestro a la chica que la dirige la imagen que ven los turistas al llegar: o sea la colección de zánganos familiares que se hallan permanentemente dedicados a rascarse los huevos y ver películas (los ratos en que hay electricidad) que es supuestamente para los clientes. Sigue sin haberse repuesto el cristal de la ventana que “el empanado” se cargó hace tres meses, y por la noche, de no encontrarnos alrededor de la hoguera, optamos por meternos en el comedor y cerrar puertas y ventanas para dejar el frío afuera; intentando solventar el problema de la ventana sin cristal, colgamos una toalla que, ay mira tú qué bien, los zánganos empezaron a usar inmediatamente como servilleta. Por cierto, que ellos, al desconocer absolutamente lo que es una habitación agradablemente calentita, ni por una sola vez vuelven a cerrar la puerta cuando entran o salen del comedor. Es la perenne dejadez nepalesa, es la linterna que no funciona porque ni tan siquiera se les ocurre recargarla, es el trapo de cocina que usarán hasta que se aguante de pie y te observarán asombrados cuando les expliques que se puede lavar, es el ahogarse por no nadar, es el mismo desánimo que encuentras en algunos países africanos donde no funciona nada.

Le aclaro a un occidental que muchos de los jóvenes indostanos y nepaleses mantienen viva la tradición bisexual de los efebos griegos y romanos, y los amigos locales que nos escuchan lo confirman con su indiferente silencio.

Al fin he comprendido porqué tres personajes de la misma casta, en este caso la de los “shatriya”, cómo los son Ranjana (La chica de la pensión), Shankar y Rajú, pueden ser al mismo tiempo tan distintos físicamente: las cuatro castas originales, o sea los brahmanes (maestros, curas y cocineros), los “shatriya” (reyes y guerreros), los “sahá” (comerciantes) y los “catri” (obreros) (estos nombres pueden sufrir pequeñas alteraciones dependiendo del lugar), se dividen en treinta y seis subcastas que, por supuesto, tienen cada una su propio idioma; con ello, mientras Shankar habla con su hijo en una lengua, Narmada lo hace en otra distinta con su hermana, y Rajú usa una tercera para dirigirse a un primo suyo, sin que ninguna de ellas sea el nepalí oficial. Nuestro amigo ruso no sabía de la misa la mitad acerca de esta locura de las castas, pero empezó a enterarse cuando le dijo a Rajú que cogiese un pico y una pala: ¡Ja!

Nos dejamos guiar continuamente por la belleza; por ella seleccionamos a nuestras parejas y, aunque inconscientemente, también a nuestros amigos, al cachorro que sobrevivirá de una camada, las flores que plantaremos en el jardín, y las frutas que acabaremos tragando. De forma parecida, también escogemos dónde vivir y la residencia en sí, el destino de nuestras vacaciones, y los colores con que coloreamos nuestro entorno. Me pregunto si esa será la forma de evolución correcta, y también por qué nos parece bello esto y aquello.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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