La crónica cósmica. Las aventuras del Señor Tolstoi

Hace un ratito, mientras estaba en casa de Shankar tomando el chai del desayuno y, por supuesto, fumando los obligados chíloms, me fijé en que cuanto veía hubiese sido difícil de ubicar en el espacio y el tiempo. Nos hallábamos bajo un tejado de paja con vigas de bambú, y un único tabique de caña nos separaba de la cabaña en la que pasan este invierno los tatarabuelos (la forma, distribución y funcionamiento de la vivienda varía continuamente durante el año como si fuesen niños jugando con una casa de muñecas). Narmada construyó la nueva cocina (de adobe, medio metro del altura, dos fuegos, dos niveles, y espacio para trajinar con platos y cazuelas) en la parte cercana de este tabique, y así pueden mantener conversaciones con los ancianos aunque no los vean.

Todo lo que había alrededor de la folclórica y divertida vivienda familiar era natural. En la pradera pastaban libremente los búfalos a los que Narmada había ordeñado para conseguir la leche del chai que estaba preparando con leña recogida en la jungla. El arroz y las verduras que humeaban sobre el fuego de al lado provenían de sus campos y huertos (el desayuno es igualito al almuerzo y la cena), caso parecido al del licor casero que beben por las noches. Una gallina observaba la escena familiar desde el respaldo del banco en que nos sentábamos, y otra picoteaba los restos de una sartén. El hermano de Shankar recogía la mierda de los búfalos del corral para ser reciclada debidamente dependiendo de las necesidades (esencial para un buen adobe), y después barría cuidadosamente el suelo con una escobilla hecha con cuatro ramitas y mucha imaginación. Docenas de gallinas con sus pollitos y unas ruidosas familias de patos gozaban de los primeros rayos del Sol picoteando por los campos. La perra jugaba con sus dos cachorros (en realidad, uno es nieto suyo, pero la madre, o sea la hija de la primera, desapareció una noche, y ésta adoptó al huérfano). Y una de las hijas de Shankar y Narmada lavaba los platos (único fallo para la imagen perfecta, pues son invariablemente de acero inoxidable) bajo la bomba manual que extrae el agua del subsuelo. Si a este collage le añadís que ya hace tiempo que no veo la tele o leo un periódico, comprenderéis que en Sauraha me sienta confortablemente aislado del resto del mundo, y de sus problemas.

Tres eran tres. Un ciervo pinto, todavía joven e inexperto, se las arregló para acabar entre las garras de un tigre cuando cruzaba entre la hierba de elefante y se dirigía hacia el río con la intención de abrevar. Debido a que ya había expirado no pudo oír el griterío que se armó a continuación al aparecer en escena una veintena de campesinas armadas de hoces que iban a recolectar hierba y leña. La presencia de las indómitas y ruidosas mujeres ahuyentó al cazador, y ellas se apresuraron a descuartizar el cuerpo del ciervo con las hoces de multiuso que en la cocina se usan para cortar el pollo y la verdura. Luego se llevaron cada una su porción escondida entre la leña, porque está prohibido y penado. El final de la historia se dio por la noche, cuando entre cómicos susurros, pues la vivienda se halla en el fin del mundo y los únicos vecinos son sus propios familiares, me sirvieron un plato de carne de ciervo que estaba de rechupete (gracias a que la abuela había sido una de las campesinas que asustaran al tigre), y me recordó a los pobres ciervos vivos que vendían en el mercado de Vang Vieng.

He terminado la novela que empecé el verano pasado en Colinas Kumaon, y estoy pasando por el típico descontrol emocional. Tras haberme excitado como un crío al acercarse el final (que estuve retrasando desde la primera frase…), ahora me he quedado desorientado y vacío como si me hubiese abandonado la novia. Además la sección dedicada a la creatividad se ha tomado unas vacaciones obligadas, y al no tener nada en que pensar me siento como si en la tele hubiesen cancelado mis programas favoritos. Y claro, debido a que es tan aburrido como incómodo e incluso doloroso, he solucionado el problema empezando una nueva historia. “Érase una vez…”.

Cuando me estaba planteando cierto detalle acerca del final de esa novela, pues me preguntaba si me estaría pasando de la raya, me contaron una historia real que me ayudó a tomar una decisión. Tenía que ver con un santón que murió recientemente, quien, a los sesenta años de edad, le comunicó a su pareja que desde aquel momento se alimentaría exclusivamente con fruta y no tomaría sal o especies porque había alcanzado un nivel en el que podría sobrevivir solamente del aire, y por supuesto agua. Doce años más tarde él anunció su muerte con un día de antelación y, como lo expresan los hindúes, abandonó su cuerpo. Shankar me llevó a visitar la que fuese la residencia de tal santón pensando que yo me podría instalar allí, y me quedé atónito ante la belleza y las energías del lugar. Había dos cabañas escondidas bajo una veintena de diferentes árboles frutales gigantescos que formaban una burbuja verde, y ésta se hallaba encerrada entre los campos amarillos de la mostaza, con el río al lado y la jungla en la otra orilla. Pensé que era un encanto en el que quedaría de ensueño una de las típicas casas laosianas de madera marrón, pero, al contrario de lo que opinan mis amigos locales, yo prefiero continuar sin tener un domicilio y, así, un futuro fijo.

Probar una fruta desconocida representa siempre una experiencia muy excitante que alcanza el éxtasis si además es sabrosa como me sucedió hace poco: era pequeña, con la textura de una manzana, y la curiosa forma de una bala (de fusil). Al tocar este tema aprovecharé para repetir por centésima vez que las verduras de Chitwán superan en sabor a cuanto haya comido en otros lados, y que, por ejemplo cuando tengo en la boca algo tan simple como las espinacas, no puedo dejar de masticar más y más; caso parecido al de la coliflor y las zanahorias, cuyo increíble dulzor natural contrasta deliciosamente con el picante de las guindillas. Completando esta sección dedicada a los placeres del paladar, añadiré que en el Nepal consumo grandes cantidades de mandarinas porque, aparte de ser asimismo muy sabrosas, el cuerpo me las pide en cualquier momento como si se tratase de oxígeno.

Las aventuras del Señor Tolstoi

  • Una joven se presentó ante mi amigo mientras se hallaba tranquilamente en su oficina. A pesar de que ella balbuceaba incoherencias y parecía estar desquiciada, él aceptó seguirla cuando le urgió a hacerlo, y abandonaron el local pocos momentos antes de que llegasen unos pistoleros y asesinasen a todo el mundo.
  • En cierta ocasión en que el mismo hombre transportaba un maletín lleno de dinero en su automóvil, en una calle le cortó el paso otro vehículo del que saltó un mafioso y colocó una garrafa de cristal llena de gasolina sobre el capó. En una mano tenía un mechero encendido y en la otra un martillo con los que le dejaba claro lo que podría suceder. El señor Tolstoi descendió de su automóvil y le entregó el maletín, pero a continuación, cuando el otro se dispuso a partir en su vehículo, se apresuró a coger la garrafa y darle la vuelta al juego colocándola sobre éste, y al fin regresó a casa sin perder un dólar.

Telegráficamente hablando

  • Un elefante pasó pausadamente a mi lado llevando una fina caña de bambú en la trompa con la que se rascaba tras la oreja.
  • Bajo el bosque me encontré con varios “solitarios” que por una vez iban acompañados; dos de ellos eran unos ciervos ladradores que salieron disparados levantado la cola como los conejos, y “los otros” una familia de grandes águilas que hacían malabarismos volando entre las ramas.
  • Cada vez que estoy en la oscuridad con alguien que tiene “ojos de jungla” (“jungle eyes”, definición propia) me siento como un cegato, pues pueden distinguir perfectamente cada cosa mientras yo no soy capaz de ver la punta de mi nariz.
  • Rehusé sin dudarlo una invitación de la Embajada Española de Nueva Delhi para participar en el programa televisivo “Españoles en el Mundo”. ¡Anda ya!
  • En los periódicos indostanos y nepaleses aparecen continuamente anuncios publicitarios para realizar estudios y conseguir empleos en el extranjero, y actualmente parecen estar más de moda Corea, Polonia, Australia y Canadá.
  • El turismo hacia países como el Nepal y Laos no deja de aumentar gracias a la ausencia de terrorismo.
  • Al comentaros las movidas para conseguir el visado indio os hablé también de la frontera porosa que hay entre este país y el Nepal (no sé como serán las de otros países); y un ejemplo de ello está en que, aparte de los animales protegidos, se da un masivo y constante contrabando de ganado y de betel.
  • Cortes en el servicio eléctrico: Unos pueblerinos estaban hartos al mismo tiempo de no tener electricidad y del ruido que hacía una central eléctrica cercana, y simplemente la destrozaron. Otra central eléctrica dejó de funcionar debido a la falta de carburante.
  • ¿Sabíais que la denominación Luna de Miel proviene de los veinte kilos de miel que los recién casados recibían como regalo y que se comerían durante aquella luna porque ayudaba a tener hijos fuertes y sanos?

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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