Cap. 15 – Retorno a Antsirabe

Tras unos días recuperando fuerzas en Morondava llegaba el momento de abandonar la playa de arena blanca y volver de nuevo a Antsirabe, lugar desde el que podríamos empezar la ruta por las tierras altas de Madagascar. Quedaban muchas horas de viaje y si queríamos llegar a una hora decente tendríamos que madrugar, así que a las cinco de la mañana nos despedimos de nuestra casita de madera y nos fuimos con Bobby a la estación de taxi brousse.

Junto con Bobby al salir de nuestra casa

Cuando llegó el pousse-pousse y tras el avasallamiento inicial correspondiente nos acercamos a una de las oficinas dirigidos por los gritos de los chavales ansiosos por que eligiésemos su coche. Eran todavía las seis de la mañana pero teníamos bastante prisa por salir teniendo en cuenta las horas de trayecto que quedaban por delante.

Bobby, que quizás no había cogido todavía ningún taxi brousse y desconocía el funcionamiento quería que le confirmasen la hora exacta de partida, a lo que el hombre de la oficina le contestó lo mismo de siempre: «tout de suite». Pero sabíamos de sobra que ese «enseguida» no era para nada verídico y hasta que no se llenara el vehículo nadie saldría de allí. Y todavía no había llegado ni una persona…

Intentamos cambiar la expresión de nuestra cara para parecer más serios y con tono de «venga va, que ya nos conocemos!» volvimos a preguntar a qué hora más o menos creían que podría partir el coche. Cuando el hombre nos dijo que a las ocho, Bobby empezó a ponerse nervioso, dos horas eran más de lo que estaba dispuesto a esperar y se puso a hablar en inglés sin que nadie allí le pudiese entender. Decía que si no salía puntual se iba con otra «compañía», que iluso…

Puesto que todas las «compañías» funcionaban igual y nadie nos iba a asegurar nada no teníamos otra opción más que esperar, y cuando ya le habíamos dicho que aceptábamos los tres tickets y estábamos a punto de pagar, apareció de la nada Leonard. Nuestro querido guía, al que nos alegrábamos muchísimo de ver en ese momento, traía buenas noticias: había encontrado a alguien con un 4 x 4 que se dirigía a Morondava y estaba dispuesto a llevarnos si nos hacíamos cargo de los gastos de gasolina. ¡Bendito Leonard! Nos acababa de ahorrar más de 2 horas de espera, unas 3 horas de camino, un viaje eterno embutidos en una furgoneta y el cabreo de Bobby. Nos dejó un poco de tiempo por si queríamos comprar alguna cosa para desayunar y tras presentarnos al conductor nos despedimos definitivamente de nuestro guía.

Con el 4×4 que nos llevaría a Antsirabe

Ocho horas más tarde, que no se hicieron nada largas dada la comodidad del automóvil, y tras un par de paradas de necesidad y una para ver un mercado de cebús, llegábamos a nuestro destino.

En el interior del vehículo

Estábamos de nuevo en el punto de partida de aquel tour que habíamos empezado hacía ya diez días. De nuevo volvíamos a ver decenas de pousse-pousse por las calles y el bochorno había dado paso a una ligera brisa fresca que, tras tantos días de calor se agradecía.

Recomendados por Selva decidimos ir a Sulby, una pensión familiar con habitaciones grandes y limpias y con un personal muy agradable en el que pudimos descansar hasta la hora de la cena.

A la puerta de nuestra guesthouse en una animada conversación

A las seis de la tarde Bobby ya nos estaba esperando en la puerta. Estábamos hambrientos tras una larga jornada alimentándonos a base de caramelos y Chupa Chups y habíamos decidido volver a ir al pousse-pousse restaurant. Tras el buen sabor de boca de la última vez queríamos que nuestro amigo disfrutara del menú del lugar. Y una vez allí y tras comprobar que todo seguía en su sitio pedimos la cena sin muchos titubeos. Sin duda, la lasaña de verduras que todavía no me había podido quitar de la cabeza y el mousse de chocolate eran lo mejor que me había pasado ese día.

Mañana seguiría nuestra andanza hacia el este de Madagascar.

Brindis con vino tinto ;-)