La crónica cósmica

La crónica cósmica. La primera huelga neuronal de la humanidad

Quienes aseguraban que la Tierra era llana y que los millones de estrellas y planetas del Universo giraban a su alrededor (¿cuánta gente seguiría creyéndolo si así lo afirmase la cultura oficial?), eran igual de estúpidos y obtusos, y pertenecían a la misma tribu, que quienes se empeñan en acabar con ella y sus habitantes como lo haría un niño malcriado con un juguete al que no le diese el mínimo valor. Pero aparte de ser estúpidos y obtusos, también pienso que esos brutos sufren una terrible insensibilidad, y que ésta no les permite intuir todo lo que son incapaces de racionalizar. Es un caso parecido a quien deja secar una planta, aplasta una araña, aprisiona un pájaro o martiriza a un animal sin darle un solo pensamiento a su temor, dolor y sufrimiento, y además sigue haciéndolo durante toda su vida sin aprender la lección.

También creo que nos comportamos con una gran majadería (porque incluso la tiquismiquis señora ciencia lo está dando por bueno) al no intuir, pensar y aceptar que nuestro cuerpo es un pequeño Universo extensamente poblado, y que sus millones de diminutos habitantes colaborarán positivamente en su funcionamiento si somos conscientes de su existencia.

Tras seguir esta fórmula durante bastantes años obteniendo unos resultados maravillosos, pues me comunicaba con los seres de mi interior ya fuese para evitar enfermedades, escoger la dieta ideal o abandonar alguno de mis vicios favoritos sin requerir del mínimo esfuerzo o malestar, nuestra relación entró en un nivel superior, y empezamos a tomar las decisiones democráticamente. Aunque esto comportara a veces una ralentización de nuestras acciones, ya que los sindicalistas siempre pedían más y más, lo acepté filosóficamente, y tragué con ello sin poder suponer que el siguiente paso de esas multitudes diminutas tendría la forma de unas exigencias inaceptables (jornadas laborales reducidas, el doble de vacaciones pagadas, y un seguro de enfermedad que te cagas).

Al fin, a pesar de habernos estado reuniendo continuamente toda la semana, no logramos llegar a un acuerdo y, rotas ya las negociaciones, anoche decidieron empezar con una serie de huelgas laborales que, para evitar males mayores, no serían generales; con ello, en el histórico día de hoy, que es un sábado soleado, estoy enfrentándome a la primera huelga neuronal de la humanidad, y, tal como podéis comprobar, me he quedado sin ideas.

Nunca te acostarás sin alucinar un poco más. Durante las últimas semanas he estado observando la construcción de varias cabañas y una cafetería de bambú. Al revés que en Tailandia, donde cortan la caña en dos mitades que luego ensamblan, aquí la parten en cuatro finas tiras con una cuña en cruz. Y ahora llegamos al “¡Yo alucino!”, o por lo menos esto es lo que pensé al ver como levantaban las estructuras sin que hubiese en ellas ventana o puerta alguna: ¡Era así porque simplemente las cortarían y abrirían después de terminar de techar la edificación!

Faunópolis. Una primicia: Vi a un camello tomando un baño (obligado por su Jinete…), y por lo histérico que se mostraba, y cómo evitaba que una sola gota de agua alcanzase su cabezota, tuve claro que no era la suyo.

Sabiduría natural

  • Las tórtolas de Chitwán han descubierto la manera de cambiar un huevo de sitio. ¡¿Sin manos?! Primero cogerán con el pico un grillo u otro escarabajo de los que tienen garfios en las patas, lo colocarán delicadamente encima del huevo sin dañarlo, y cuando éste se agarre a la cáscara solamente tendrán que llevar al insecto (y al huevo) hasta el lugar deseado.
  • Mientras contemplaba el espectáculo que se montaban diferentes moscas y hormigas encima de una mesa, vi como una de las hormigas saltamontes (las que se propulsan con total precisión de una silla a otra y que van de exploradoras solitarias) alimentaba a una hormiguita más pequeña como lo haría un pájaro con su pollito.
  • Un espectáculo circense que se da a diario es el de ver como un jinete logra que su elefante se bañe en el río sin que él desmonte o tan siquiera se moje.
  • El temor y desconfianza que siento ante los elefantes se multiplica por la velocidad que llevan.
  • La otra tarde vi a un rinoceronte que parecía seguir una dirección determinada. Sin que advirtiese mi presencia, me pegué a él para saber adónde iba, y cuál no sería mi sorpresa cuando, tras abandonar el bosque y luego la pradera, se metió tranquilamente en un corral de elefantes y entre montones de turistas con una total indiferencia. Un experimentado guarda forestal me contó que los rinocerontes de antes se comportaban de forma totalmente distinta, pues no estaban acostumbrados a los humanos y atacaban sistemáticamente a todo el mundo; pero a esos se los cargaron los cazadores furtivos y las nuevas generaciones son más pacíficas.

Telegráficamente hablando

  • El hijo mayor de Narmada y Shankar se llama Víkram, y cuando su madre se dirige a su marido lo hace con el honorífico apelativo de “Padre de Víkram”, y él hará lo mismo llamándola a ella “Madre de Víkram”.
  • Cuando os comenté que los “sauraheños” usaban la hoz en la cocina, ¿os planteasteis cómo se podrían pelar y cortar patatas, cebollas y tomates con tal utensilio? No pretendo aclarároslo, sino obligaros a usar la imaginación (¿Imaginación? ¡¿Qué imaginación?!).
  • No me canso de repetirlo: Lo mejor de este vergel son sus civilizados, suaves y amables habitantes.
  • Tuvimos una tormenta monzónica, y cinco personas murieron a causa de los relámpagos.
  • Al regresar de noche hacia mi cabaña no dejo de asombrarme ante los que denomino como ciclistas kamikaze, quienes circulan a gran velocidad y en medio de una oscuridad absoluta a pesar de no llevar luces. Por cierto, que la tatarabuela de la familia de Narmada sigue pensando que yo soy uno de esos kamikaze al provocar la mala suerte (según sus creencias supersticiosas) silbando continuamente.
  • Un reportaje que me dejó boquiabierto: Antes de que empezase la Segunda Guerra Mundial unos espías de las S. S. nazis estuvieron recorriendo el Tíbet tratando de dar con los poderes astrales de los lamas budistas.
  • La costumbre de mantener las uñas cortas y limpias resulta esencial cuando te hallas en un país como el Nepal, donde, aparte de las cuestiones higiénicas, con unas uñas largas no lograrás aplastar un mosquito dentro de tu puño, y más tarde te desgarrarás la piel y provocarás una infección al rascarte sobre las picadas.
  • Tecnológicamente miserable: A pesar de estar conectado a los “wifi” de tres casas distintas (por aquello de que ahora funciona uno y más tarde el otro), a veces tardo media hora en lograr abrir mis correos.
  • Detuvieron una ambulancia cargada con 180 kilos de maría.

Mira lo que pienso

  • En todos los países se producen y emiten continuamente unos seriales televisivos que tiene en común la vulgaridad de sus guiones, la miserable calidad de las cámaras y los actores, y la infinita cantidad de sus capítulos. Aunque por lo general no tengo la opción (ni el deseo) de ver la televisión (pues es mucho más peligrosa de lo que creemos), cuando se dan tales casos (por ejemplo al convivir con una familia) y se me presenta la oportunidad de contemplar el serial de turno con que alimentan sus mentes, éstos despiertan en mi una curiosidad antropológica parecida a la que me lleva a recorrer los bazares metiendo las narices en todos lados, porque, de forma parecida a la publicidad que emiten, muestran fidedignamente el nivel cultural de esa gente.
  • Lo natural es invariablemente sano: Si deseáis alcanzar el conocimiento comprendido del valor que tiene el agua, os puedo asegurar que os resultaría naturalmente sano tener que sacarla de un pozo (también sirve la bomba de agua manual) y transportarla con cubos. Estoy convencido de que con ese sistema ahorraríamos realmente agua.
  • Los piropos son como dardos envenados que alimentan mi egolatría e insultan mi inteligencia.
  • Ser consciente de tu propia estupidez es una muestra de inteligencia parecida al valor que demuestras reconociendo tu temor (pero sin dejarte dominar por la cobardía…).
  • A pesar de contemplar la misma situación, el optimista y el realista ven cosas distintas.
  • Es cancerígeno hablar mal de los demás a sus espaldas.
  • Debido a las necesidades físicas y psíquicas, los tipos solitarios hablamos solos con mucha frecuencia; en mi caso soluciono generalmente las cuestiones físicas cantando mientras los personajes de las novelas que escribo mantienen unas largas conversaciones en el interior de mi mente.
  • Nuestro cuerpo nos provoca ansiedad para comunicarnos qué “alimentos” vitales echa en falta.
  • A la amistad no se la ha de tratar diplomáticamente, sino ponerla a prueba para que, de ser auténtica, salga reforzada.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba