El trece de enero del calendario occidental coincide con el último día del mes que los nepaleses llaman “pus”. Con la excusa de que en tal fecha ya dan por terminado el invierno (según ellos es la noche más larga), al día siguiente, que es el primero del mes de “magh”, se hartan de comer (a mí me supuso pasar de la dieta generalmente vegetariana a tener pescado y pato en el almuerzo, y cerdo y búfalo para cenar), regándolo debidamente con buen ron y “roxi”, el licor de arroz que preparan en sus casas.
La situación atmosférica quiso darles la razón, y el frío empezó a suavizarse desde esa fecha. A continuación aparecieron cuatro nubes rompiendo el azul del cielo, y ayer llovió por primera vez desde que terminasen los monzones. Yo me alegré como lo haría cualquier amante de la naturaleza, porque esta ha sido la primera vez en que, debido tanto a la sequía como al frío, haya visto secarse la hierba de la pradera. Olí la lluvia desde la mañana, y la anuncié antes de que empezase a tronar. Mis amigos quisieron retenerme después de anochecer, pero me despedí apresuradamente, y logré llegar a mi cabaña justo en el momento en que empezaban a caer toneladas de agua.
Gracias a Dios (al de la jungla o al del Himalaya) por el momento en Sauraha no hay discotecas o clubes, y tampoco la mínima vida nocturna. De todas maneras este hecho no es óbice para que sus noches sean a veces muy excitantes, y sirva como ejemplo de ello la del día de mi regreso. Al visitar al señor Tolstoi, mi amigo se empeñó en que lo celebrásemos con un poco de ron, y terminé regresando hacia mi cabaña a las dos de la madrugada y en medio de la oscuridad total que auspiciaban la ausencia de Luna y la falta de electricidad. Tal como era de esperar, fui atacado por una jauría de perros lamedores que me acompañaron encantados hasta casa. La placidez que sentía se habría alterado radicalmente si hubiese sabido que un rinoceronte se había estado paseando por el mismo sitio durante la noche anterior, y que en aquellos mismos momentos, y en dos aldeas cercanas, se estaban representando unos auténticos dramas selváticos. En una de ellas un tigre entraba en la cabaña de una familia y atacaba a la madre y la hija que dormían en una cama; afortunadamente, y debido al frío, ellas se cubrían con una manta, y reaccionaron echándosela encima al agresor, con ello tuvieron tiempo de huir. En la otra aldea el intruso tenía la forma de un elefante solitario al que le dio por destrozar y dejar plana una cabaña cuyos habitantes pudieron escapar por los pelos.
Junto a mi domicilio y frente al río hay un campo que se usa para celebrar algunas de las fiestas locales. Aunque generalmente sólo hay cuatro cabras pastando, hace un par de días tenía un aspecto muy distinto porque servía de aparcamiento a veinticuatro autocaravanas alemanas, modernas, lujosas, e inmensas. Según los mapas que llevaban pintados sobre las carrocerías, estaban dando la vuelta al mundo, y en ellos se leían los nombres de lugares como Turquía, Irán, Pakistán, India, Indonesia, Australia, China, Mongolia, Siberia, Canadá, Estados Unidos y Méjico. Llegaron por la tarde y se fueron de mañanita; deprisa, deprisa.
La junta de ciudadanos decidió que en Sauraha había demasiados perros, y los masacraron con carne envenenada. Cuando me lo contaron pensé en los dos que eran más emblemáticos; por un lado el macho gruñón que por la noche me acompañaba agarrándome de la muñeca con su bocaza y era el terror de los aldeanos, y por otro la perra Sati que nunca dejaba de saludarme si cruzaba por su territorio. Curiosa y felizmente, al poco me encontré con ambos, que habrían sido tan astutos como para olerse que la cosa iba mal y habían desaparecido de escena hasta que las aguas volvieron a su cauce.
Eran unos carteles publicitarios metálicos y anticuados con imágenes que recordaban a los años cuarenta. Quizás fuesen norteamericanos y no tengo ni idea de cuál sería su propósito, pero sus mensajes no podían ser más destructivos. “Sólo bebo alcohol para hacerme más interesante”. “Bebe más y estudia menos”. “Cerveza, desde 1863 ayudando a los feos a tener más sexo”. “Lo único mejor que un sexo fantástico es un café fantástico”. “Café, ya dormirás cuando estés muerto”. “Café, haz estupideces más deprisa y con más energía”. “Si no tiemblas, te falta otra taza de café”.
Talibania
Faunópolis. Ayer, mientras paseaba por la jungla, me encontré con Beru, el bebé de rinoceronte que ya tendrá unos nueve meses. Iba acompañado de su cuidador, y me dejó asombrado de la velocidad que podía alcanzar cuando el hombre salió corriendo al ver llegar a una multitud de estudiantes. Al poco, ya en la pradera y a solas frente al río, me crucé con el otro rinoceronte joven, el que todavía no ha desarrollado el cuerno pero que ya luce muy satisfecho su imponente figura.
Mira lo que pienso
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.