La crónica cósmica

La crónica cósmica. Enamorados Anónimos

SALUD, DINERO Y AMOR – Esta mañana, mientras me duchaba, he empezado a tararear esa canción de Cristina y los Stop, “Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor”, que sonaba en la radio cuando yo era un adolescente insoportable. ¿Es una prueba más de mi creciente senilidad o se debe solamente a la avanzada edad en que me hallo, en la que quizás no recuerde qué cené ayer pero sí lo que me sucedió cincuenta años antes? Como decía Brian Ferry en otra canción, el amor es una droga, y yo me desenganché de ella después de asistir a las reuniones de “Enamorados Anónimos” en las que aprendí los doce pasos para evitar caer de nuevo en tan destructivo vicio que, como efecto colateral, termina dañándonos la salud y reduciendo nuestro dinero. ¡Ja! “Me llamo Nando y siempre me enamoro”. “¡Hola, Nando!”. Otra forma de jodernos la salud es precisamente pensando demasiado en ella (“¡Míreme, doctor, que mal me encuentro, míreme, doctor, que malo estoy!”), porque al preocuparnos en vano les mandamos malas noticias a los millones de células que habitan en nuestro cuerpo y, claro, les provocamos una depresión. ¿Os las imagináis a todas ellas, una auténtica multitud, sollozando apenadas porque nosotros las hemos convencido de que se acercaba el Apocalipsis corporal?

Mis “grandes” problemas de Salud. Cuando llegué a Le Teil sufría desde hacía varias semanas un tortícolis muy molesto que me curó, con técnicas ayurvédicas, un osteópata de Montélimar llamado Renaud Vasseur. Renaud opinó que podría ser un efecto secundario de la vacuna del COVID y me recomendó que me masajease la zona afectada con aceite esencial de lavanda. Otro problema de salud: en los últimos meses se me estuvo resecando la piel de la frente y el cuero cabelludo, e hice la tontería de comerme el coco hasta que me planteé cómo me sentiría si tuviese realmente problemas de salud, como el amigo occitano o una mujer a la que le han tenido que cortar varios metros de los intestinos. Eso sin mencionar a otro amigo francés que sufre una enfermedad degenerativa en los ojos y sabe que terminará quedándose ciego.

Y hablando de la salud: en Francia es obligatorio tener un seguro médico particular, que en el caso del amigo occitano incluye una señora de la limpieza y una enfermera muy risueña que reparte alegría por donde pasa y viene todos los días para ponerle una inyección.

Ya que he mencionado al amigo occitano, os aclararé que no sufre dolores ni ha perdido el apetito y que yo, aparte de cuidar del buen funcionamiento de las bombonas de oxígeno y de servirle la comida cuando su novia está ausente (como este fin de semana en que fue a visitar a su familia en París), también trato de mitigar su aburrimiento haciéndole reír con mis conversaciones beodas (le digo que, aparte de ser su mayordomo, también soy su dama de compañía) o “dejándole” ganar al backgammon. ¡Ja! Acerca de nuestro juego favorito, podría comparar las partidas entre nosotros a unos combates de boxeo de los pesos pesados, pues nos damos de hostias sin la mínima compasión y casi terminamos sudando.

El aburrimiento. Un amigo me preguntó cómo me sentía al permanecer casi continuamente en esta casa, de la que solamente salgo para dar mi paseo matinal o ir semanalmente al mercado. Le respondí que ya hacía tiempo que había superado ese tipo de altibajos emocionales y, por decirlo con pocas palabras, estaba contento fuese cual fuese la situación. Además, en las últimas décadas permanecí largas temporadas aquí, donde me siento como en casa, y más con la encantadora compañía del amigo occitano y de su novia. Así que no dudé en aceptar cuando me propusieron que, en vez de unas pocas semanas, continuase a su lado durante un tiempo indeterminado. La única incógnita será el invierno, pues siempre estuve en Le Teil durante el verano.

Anteayer estaba pensando en lo amables y bien educados que son todos los franceses que trato, pero luego caí en la cuenta de que, en realidad, podría decir lo mismo acerca de la gran mayoría de personas que conocí viajando por el mundo, pues, fuese cual fuese el país, sólo recibí buen rollo y únicamente de oída, o a través de las noticias, supe que también existían “los malos”.

Por lo general, escribo estas crónicas improvisando sobre la marcha (“¡Se nota, se nota!”, grita Pastorius entre el público que abarrota el auditorio), sin embargo, parece que hoy incluso voy a superarme porque, como decía la canción “Destino desconocido”, no tengo la menor idea de dónde iremos a parar. En realidad, quería empezar recomendando, a quienes tengáis ganas de viajar, el artículo que Luís Garrido-Julve publicó recientemente en este mismo blog titulado “Crónica de cómo viajar a Tailandia sin cuarentena”; de forma parecida a un catálogo de instrucciones de IKEA para ensamblar un mueble, Luís os llevará de la mano para que todo os resulte fácil y no sufráis el mínimo contratiempo. ¡Qué encantadora es la foto en la que se ve la puesta de sol en la playa de Patong en Phuket!

También quería recomendar a los amantes de los viajes echar una mirada a la siguiente cuenta de Instagram, en la que una simpática pareja de Barcelona ha entrevistado a varios trotamundos que viven como auténticos nómadas, entre los que también estoy yo.

Al citar antes al amigo que está perdiendo poco a poco la vista, he pensado que las personas capaces de ver el aura de la gente deben de pensar que, quienes no podemos hacerlo, somos en cierta forma igual de ciegos. Yo, como en tantas otras cosas, no le había dado dos pensamientos al tema del aura hasta que en la novela “Sin asunto” creé el personaje de la colombiana Peke, que tiene ese don, y busqué alguna información al respecto para saber qué representaban los diferentes colores del aura. El rojo denota una naturaleza fuerte y dominante que tendrán los dirigentes de empresas audaces. El naranja, personalidad vital, enérgica y activa. El amarillo, personas brillantes y optimistas. El verde es el color del ego, el individualismo, la energía y la previsión. Azul, naturaleza artística, armoniosa y espiritual. Índigo, es el color más espiritual. El blanco, armonía y pureza. Dorado, purificación y conocimiento. Rosa, refinado y modesto, lo tienen las personas que gustan de la vida tranquila en un ambiente bello. El negro, aunque se denomine así, en realidad no se trata de un color, sino de la ausencia de éste, y tiene que ver con el odio, la discordia y los malos pensamientos. El gris lo tiene la gente que es fría, dura y convencional que carece de imaginación.

MIRA LO QUE MIRO

Una película del director Michael Grandage que me llevó a las estrellas: “El editor de libros”, (Genious), en la que se narra la historia real del editor Max Perkins que descubrió a F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, John Steinbeck y a Tom Wolfe (interpretado de maravilla por Jude Law), que le entrega una novela de 5.000 páginas. ¡Ja! En la trama de la película vemos que la principal tarea de un editor es enseñar a los autores (en este caso Wolfe) cómo deben escribir para publicar. “Quien se cree un genio está jodido porque nunca escribirá al nivel esperado y al fin dejará de escribir”.

Y hablando de editores, os recomiendo la finísima novela titulada “La mujer en la ventana” que el renombrado editor Daniel Mallory ha publicado con el seudónimo de A. J. Finn.

Otra “guapada”cinematográfica: “En realidad nunca estuviste allí”, en la que Joaquim Phoenix demuestra de nuevo que es un actor fabuloso.
Al fallecer Jean-Paul Belmondo caí en la tentación de ver la película “El hombre de Río” y, a pesar de que en el año 1964 me había parecido muy divertida, ahora pensé que era impresentable: qué malas son esas películas de “hit parade” que, igual que ciertos libros y canciones (y al contrario que los clásicos), solamente pertenecen a una época determinada.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Lidio mejor con la muerte que con los líos materiales.
  • Quizás excusarás tu falta de sinceridad en que temías herir mis sentimientos, pero los heriste realmente al mentirme.
  • ¿Habéis experimentado alguna vez un calor o un frío tan extremados que os provocasen miedo? Yo sí.
  • Quienes lucen unos pectorales y unos bíceps de gimnasio andan como unos gorilas, mientras que la novia del amigo occitano lo hace como una gacela y yo como un caballo (¿o quizás sea un burrito?).
  • Ante sus insinuaciones le repliqué: “Lo siento, pero mi sexo es tan limitado como mi paciencia”.
  • Diferentes formas de escribir: pensándolo antes, aguardando la inspiración de las musas o, como ahora con “Viudas”, sabiendo que todo va rodado y esperando la sorpresa sin darle un solo pensamiento a la trama. Me alegré mucho al describir la alegría que sentía la viuda andorrana llamada Montserrat. A veces, al repasar lo que he escrito, sufro unos deliciosos ataques emocionales y termino sollozando.
  • Debido a los perennes pitidos de mis oídos, oigo el silencio cuando no lo oigo.
  • Tienes que perdonar, pero sin olvidar.
  • Cuando pruebas algo que te gusta (sexo, cerveza, maría), lógicamente siempre querrás más; pero creo que es más peligroso el deseo enfermizo que desarrolla la gente al tener que reprimir continuamente los deseos, sobre todo si se lo impone la sociedad.
  • Las bondades que me aporta la falta de ambición: seré feliz teniendo un solo lector: yo.
  • Tiene que haber un equilibrio entre lo que das y lo que tomas; y puedes no dar nada si no aceptas o pides nada.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba