Como sucede en el resto de países del sudeste asiático, en Tailandia los animales callejeros forman parte del paisaje de los pueblos y las ciudades. Los perros pasean por las calles, juegan en las playas y duermen en las puertas de los supermercados 7/11. Los gatos, un poco más precavidos, pero sorprendentemente sociables, prefieren los lugares menos concurridos y se esconden el las azoteas o debajo de los vehículos, dejándose ver solo de noche o para pedir comida en los restaurantes de forma insistente y descarada.
Algunos de estos animales tienen a alguien que se preocupa de ellos y de darles de comer, pero el hecho de que muchos no estén castrados o esterilizados hace que la población crezca sin control y que siempre haya muchos cachorros de los que nadie se termina haciendo responsable, eso si alguien no se ha encargado antes de «deshacerse» de ellos de formas muy cuestionables. Estos cachorros sin hogar nunca serán desparasitados ni vacunados, por lo tanto, y debido también a la desnutrición que sufren en algunos casos, serán propensos a contraer enfermedades parasitarias e infecciosas a lo largo de su vida que podrían haber sido evitadas.
Los atropellos están también a la orden del día pues el caótico tráfico y los animales en la calle son una combinación fatal, en muchas ocasiones letal. Es habitual ver perros o gatos a los que les falta alguna extremidad o con graves heridas abiertas e infectadas. Y por si todo esto fuera poco, los animales callejeros también corren el riesgo de ser envenenados por aquellos a los que nada les importan y solo quieren que desaparezca «el problema».
Algunas personas más sensibles encuentran la solución llevando estos animales a templos budistas, y a pesar de que es verdad que muchos monjes se encargan de ellos, en demasiadas ocasiones no disponen de los recursos ni de los conocimientos necesarios y los animales terminan viviendo enjaulados o en recintos minúsculos y hacinados.
Sin embargo no todo pinta tan negro para estos animales y cada vez son más las organizaciones sin ánimo de lucro que se hacen cargo de ellos. En muchas islas de Tailandia han aparecido durante la última década muchas protectoras que velan por el bienestar de los animales más desfavorecidos, realizando campañas de esterilización y concienciación acerca de la importancia de hacerlo, vacunando, y ofreciendo atención veterinaria con precios asequibles para los propietarios con menos recursos. Algunos ejemplos son Lanta Animal Welfare en Koh Lanta, Soi Dog en Phuket o PACS en Koh Phangan.
Algunos de estos refugios están en manos de extranjeros, farangs amantes de los animales que se han quedado a vivir en Tailandia y han decidido hacer algo más, pero muchos otros están dirigidos por gente local sensible y concienciada, como es el caso del shelter de Chiang Mai del que os voy a hablar hoy, Santisook Dog and Cat Rescue Foundation, en el que estoy colaborando desde hace unos meses. Si vais a pasar por Chiang Mai y queréis ayudar o ya estáis en la ciudad y necesitáis contactar con alguna protectora, leed el artículo con atención.
Santisook Rescue es una asociación formada por un pequeño grupo de tailandeses que se dedica a ayudar a los perros y gatos sin hogar de Chiang Mai y alrededores. Su objetivo es mejorar la calidad de vida de los animales trabajando desde dentro de las comunidades para encontrar soluciones a los problemas relacionados con ellos y la convivencia con las personas.
Dispone de dos refugios, uno para gatos en Doi Saket y otro para perros al sur de Chiang Mai, en los que acoge a decenas de animales, aunque para que sean sostenibles se intenta que los animales sanos y que vivan en un entorno seguro vuelvan a su hogar habitual tan pronto como sea posible.
Si te gusta el trabajo de Santisook y quieres colaborar puedes hacerlo de distintas formas:
Y por si el hecho de ayudar a una asociación con muy pocos medios fuera poco, lo mejor de la experiencia es trabajar mano a mano con veterinarios/ayudantes de todo el mundo y gente local. Yo tengo que dar las gracias especialmente a P. Fon por permitirme formar parte del equipo, a Steph por confiar en mí hasta en los momentos más delicados y a Aleksandra, Jang, Claude y Fran, cuatro veterinarios de cuatro nacionalidades distintas con los que he tenido el placer de trabajar y aprender. Por cierto, Fran es un veterinario que trabaja en la protectora de Mataró y ha empezado un blog muy interesante para propietarios de perros y gatos, el nombre es Letra de veterinario, ¡os animo a leerlo!