Empezamos la jornada de nuestra ruta en moto por Vietnam entre las dos ciudades costeras Quy Nhon y Nha Trang pensando que iba a ser otra dura etapa con la moto. Teníamos 219 km por delante y sabíamos que las siete horas de viajecito no nos las iba a quitar nadie.
Sin embargo fue mucho más llevadero de lo que habíamos intuido en principio pues la carretera, sin esos terroríficos tramos en obras que habíamos tenido que sufrir días anteriores, recorría la costa de Vietnam dejando el mar de China casi todo el rato a nuestra izquierda.
Cuando esto no era así, entraban a formar parte de la escena los tan presentes arrozales, que de tan verdes que lucían, resplandecían.
Mucho tuvo que ver también, en cuanto a lo de disfrutar de la jornada se refiere, que el tiempo nos acompañara y no lo hiciese el temible tráfico.
La carretera estaba extrañamente vacía por aquella zona, y no tener que inhalar el humo de cientos de motos y camiones, ni tener que estar esquivandolos fue todo un lujo aquel día.
Pese a que finalmente nuestra predicción se cumplió y tardamos 7 horas en llegar a Nha Trang, todavía era de día cuando entramos en aquella ciudad que a Toni, después de ocho años de su primera visita le costaba reconocer.
Poco quedaba de aquel pueblo que yo había visto en fotos, y en vez de eso, una ciudad demasiado parecida a Benidorm se alzaba ante nosotros.
Fuimos directamente Sea Moon guesthouse, un alojamiento con habitaciones espaciosas y muy limpias, y tras darnos una ducha que nos quitó todo el polvo que habíamos acumulado, salimos a cenar.
Decenas de restaurantes de diversas nacionalidades inundaban las calles de la ciudad, todo ellos con sus carteles y menús escritos en ruso. Y entre tantos sitios, la guinda del día la puso un restaurante indio que con su hipnótica música, cual canto de sirena, nos atrapó y entramos sin dudar un segundo.
Si Nha Trang seguía teniendo algo que ofrecernos o no, ya lo descubriríamos el siguiente día.