El tramo entre Vang Vieng y Vientiane fue uno de los más sencillos de recorrer de toda la ruta en moto por Laos. Todavía no sabemos cómo lo hicimos pero ese día conseguimos madrugar y durante los primeros kilómetros disfrutamos de una carretera apenas transitada en la que los únicos seres con los que nos cruzábamos eran las vacas que habían salido ya a pastar.
Hacía fresco y los rayos de sol, que todavía estaba saliendo y hacía de aquel paisaje una estampa preciosa, nos iban calentando poco a poco haciendo más calor a medida que nos acercábamos a Vientiane.
Cuanto más cerca estábamos de la capital de Laos el tráfico se hacía muchísimo más evidente y los animales que campaban a sus anchas cerca de Vang Vieng se convirtieron en enormes camiones, humeantes furgonetas y centenares de coches.
Nuestra vieja amiga Vientiane nos daba la bienvenida con una caravana, calor y el amargo recuerdo de nuestra primera estancia.
Poco imaginábamos en ese momento que nuestro plan de hacernos el visado de Tailandia en Vientiane y marcharnos de allí corriendo iba a fracasar, no llegaríamos a tiempo a la embajada y en vez de pasar solo una noche tuvimos que pasar cuatro, y todo por llegar 5 minutos tarde…
Y como no hay mal que por bien no venga, la prolongación de la estancia tuvo como consecuencia que le cogiéramos al final un poquito de cariño a la ciudad.