Dejarse llevar

Final de trayecto: el viaje a dedo por Japón llega a su fin

Tratamos de exprimir al máximo los días en Tokio, cada hora, minutos y segundos ¡lo queríamos ver todo! Millones de personas nos rodeaban cada vez que salíamos a visitar la ciudad, edificios llenos de pantallas gigantes luminosas con publicidad que te invadían el campo visual del resto de cosas que había por ver.

Recién llegados a Tokio

Era una explosión de sensaciones en toda regla hacia tus cinco sentidos que pudimos gestionar poco a poco según iban pasando los días.

ETAPA 6: Tokio – Osaka

Alucinando con la capital de Japón

Escaparates con sandías en forma piramidal o cuadradas que costaban un ojo de la cara, grupos de chicos y chicas en la salida del metro vestidos con sus mejores galas que parecían muñequitas de porcelana vivientes o cafeterías con gatos para la gente que no puede tenerlos en casa donde podían disfrutar de la compañía minina mientras se tomaban un café.

Escaparate de sandías a precio de oro

Así podríamos seguir escribiendo cientos de imágenes que te regalaba la ciudad de Tokio según ibas caminando y perdiéndote por sus calles.

Todos los días cuando regresábamos al hostel parecíamos salidos de la serie Walking Dead: cansancio y agotamiento. Pero cuando te levantabas a la mañana siguiente, ansiabas volver a salir para seguir viendo más y más.

Es cierto que lo habíamos visto en muchas películas, documentales, series… pero, amigos, cuando estás en el propio escenario donde ves todas estas cosas en vivo y en directo supera la ciencia ficción. ¡Altamente recomendable!

El cumpleaños de Lydia con anécdota

Cómo anécdota tenemos que contaros que celebrando el cumpleaños del 7 de Julio (Lydia) fuimos a comer el famoso ramen a una calle llamada Omoide Yokocho. Allí puedes encontrar numerosas opciones de comida deliciosas en lugares auténticos.

Entrada principal de la calle Omoide

Aunque el ramen ya lo habíamos probado, quisimos repetir la experiencia y una vez más nuestro paladar alucinó con ese esquisto plato.

Pasamos todo el día de un lado a otro con la idea de finalizar la cena en un Izakaya ( tabernas típicas como en España un bar de tapas) cerca de nuestro hostel y así lo hicimos.

La anécdota viene ahora, cuando elegimos un lugar muy de barrio, un lugar que lleva toda la vida ahí, y que si entran o ven a un turista, para ellos es una fiesta. ¡Y para fiesta la nuestra!

El lugar, para poneros en situación, tenía la entrada estrecha con una barra larga en la parte de la derecha y mesas altas en la parte izquierda, tal cual, sin taburetes ni banquetas o sillas. El caso es que, uno de los dos (no vamos a decir quién) se envalentonó a la hora de hacer el pedido.

Foto de la cumpleañera

La carta del menú era completamente en japonés y señalando con el dedo como si de un menú en español se tratase señaló varias cosas como quien elige unas raciones de patatas bravas, croquetas o ensaladilla rusa en una terracita de verano.

El punto fue cuando ese «alguien» vio la carta de bebidas y dijo: ¡Ah! esto déjame a mí que la parte de bebidas sí me la sé, (señalando lo que  para esa persona era claramente la lista de cervezas locales)

Menú Izakaya

Bueno… en un principio todo perfecto, hasta que empezaron a servirnos en la mesa. Para que os hagáis una idea: de todos los platillos que comimos, tan solo el tataki de atún era reconocible ante nuestros ojos, el resto estaba delicioso, pero no podemos deciros de que se trataba y lo que para ese «alguien» eran dos cervezas locales, resultaron ser dos jarras de whisky local con soda y mucho hielo.

No podíamos parar de reírnos y tratando de ser educados y correctos no dijimos ni «mu», así que, ahí estábamos los dos tomándonos ese jarrote de whisky que según iban pasando los minutos, íbamos extrañando más y más esas sillas y taburetes que no existían en ese lugar para poder sentarnos y tener algo de equilibrio jajaja.

Conseguimos terminar tremendas jarras y con todo y con eso, no nos pareció suficiente, que quisimos intentar de nuevo pedir esa cerveza local. ¡Esta vez sí! dimos en la diana y la segunda ronda llegaron esos zumos de cebada fresquitos. Así que amigos, si queréis adentraros en el mundo local japonés sin ninguna sorpresa, preguntad primero.

Por fin llegó la cerveza

Por suerte nuestro hostel quedaba a poca calles y con la prueba superada del Izakaya, completamos un cumpleaños más y diferente.

Nagoya, una ciudad de paso

Pasaron varios días, en los que no paramos de visitar, conocer y alucinar con la ciudad de Tokio. Nos hubiese gustado habernos quedado algo más de tiempo, pero como ya hemos dicho en otras ocasiones, el viaje debía continuar. Lo que no sabíamos era que no continuaríamos de la forma planeada…

Una mala noche hizo que al día siguiente tuviésemos que tomar la decisión de salir más tarde del hostel y viajar en un bus nocturno hasta Nagoya.

Una vez llegados a la estación de autobuses, quisimos buscar un hostel donde descansar una noche más antes de seguir la aventura rumbo a Nara.

No podemos contaros mucho más de la ciudad de Nagoya porque nos pasamos descansando el día entero en la habitación.

Rumbo a Nara pasando por Kioto

A la mañana siguiente, nuestra energía y las ganas de volver a la ruta eran tan fuertes, que a primera hora ya estábamos en pie y con los primeros rayos de sol acompañándonos y casi recuperados del todo, nos pusimos en marcha.

Caminamos sin saber muy bien en que lugar situarnos para comenzar hacer dedo, paramos en un sitio y después de un buen rato, apareció un señora muy amable que nos quiso llevar unos kilómetros para sacarnos de la ciudad y dejarnos en un área de servicio donde, según ella, sería mucho más fácil continuar rumbo a Nara.

Nuestro primera parada del día

Nos invitó a un café frío de la máquina expendedora y tras unos minutos nos despedimos.

A pesar de llevar ya casi un mes por Japón, todavía teníamos nuestras dudas a la hora de elegir un sitio u otro para hacer dedo y te das cuenta que, aunque te hayas recorrido medio mundo, esa duda siempre aparecerá en algún momento del viaje.

Aún así, después de tener esa pequeña duda y tras media hora esperando, paró un señor preguntándonos que hacia a donde íbamos.

Cuando le dijimos el destino, nos comenzó a explicar que estábamos en una ruta algo complicada y que la mejor opción aunque fuese más larga, sería primero llegar a Kioto (cosa que no entraba en los planes) y desde allí, tomar otra carretera que nos llevaría a Nara.

Rodeo de narices y cambio de ruta

Conclusión: teníamos que dar un rodeo de narices y cambiar de ruta. Suerte la nuestra ya que el señor amablemente se prestó a llevarnos hasta el punto donde comenzaba esa carretera que nos llevaría a Nara de una forma más fácil.

Durante el trayecto, nos contó que gracias a su trabajo había tenido que viajar bastantes veces por Europa y que estaba enamorado de España.

El señor que nos ayudo a elegir una ruta mejor

Informático de profesión y un encanto de persona en la ruta, nos dejó en una  área de servicio en dirección hacia Kioto, con un gran movimiento de gente y de vehículos. Un lugar perfecto para seguir a dedo.

Una vez que hicimos la despedida, nos entregó su tarjeta de visita personal para que nos pusiésemos en contacto con él en caso de necesitar ayuda.

Así que, queridos amigos, ya iban quedando cada vez menos kilómetros para llegar a Nara y el área de servicio contaba con  una gran zona de establecimientos de comida rápida, con lo cual, era perfecto para descansar y aprovechar para comer algo.

Los nepalíes

Mientras terminábamos nuestro aperitivo, algo llamó la atención a un señor que estaba cerca de nuestra mesa (está vez no era nuestro cartel mal escrito en japonés, sino nuestras famosas banderas cosidas de una forma nada profesional en las mochilas).

Junto con su mujer, los dos con rasgos indios, nos preguntaron que si eran los países en los que habíamos estado y señalando la bandera Nepalí, aquel hombre alto y grande nos dijo: ¡Nosotros somos nepalíes!

No tardamos ni un segundo en contestar los dos a la vez… ¿De verdad? ¡Nos encantó Nepal! ¡Es maravilloso! Tras una larga y buena conversación, les contamos que estábamos recorriendo Japón a dedo y, sin pensárselo, nos dijeron que ellos se dirigían a Kioto y que nos podrían llevar hasta la estación central.

Entrega de las banderas de Nepal

Esta familia nepalí llegó a Japón hace muchos años, donde comenzaron con un pequeño restaurante que al día de hoy ya cuentan con varias sucursales en diferentes puntos de la zona.

Estuvimos recordando con ellos nuestras aventuras durante los tres meses que pasamos en Nepal y, cuando nos quisimos dar cuenta, ya habíamos llegado a Kioto.

Frente a la estación central de tren de Kioto

Frente a la puerta de la estación central nos despedimos de esta estupenda pareja; eso sí, está vez, nuestro regalo de las banderas de Nepal, fueron regaladas a originarios del país, exactamente de Sauraha.

En tren para llegar a Nara

Tras una emotiva despedida y con una sensación de cansancio y agotamiento, nuestro cuerpo nos recordó que todavía se sentía convaleciente de los días anteriores y esto hizo que decidiéramos recorrer los 40 kilómetros que separaban Kioto de nuestro destino en tren.

Así que, en poco más de una hora estábamos en Nara.

Sentimos amigos, que nuestra aventura esos días no fuese 100% a dedo, pero el cuerpo en ese momento era el que mandaba obligándonos a bajar de revoluciones.

Llegamos al hostel donde habíamos reservado nuestra habitación con la intención de descansar algo y coger fuerzas para poder seguir experimentando tan increíble país al día siguiente.

No habían pasado ni 24 horas y ya estábamos completamente recuperados, así que decidimos salir y descubrir el maravilloso mundo de Nara.

Visitamos el parque donde pudimos ver el templo Todaiji, el Santuario de Kasuga, el Templo de Kofukuji y entre templo y templo, te encontrabas rodeado de aquellos animales preciosos, los ciervos Sika, que llamaban la atención porque agachaban su cabeza con esos cuernos enormes haciendo reverencias para que les dieses comida.

Observando los ciervos

Los japoneses dicen que son mensajeros de los dioses, es por eso, que tienen mucho respeto hacia a ellos. Galletas, bolsos, jerseys, tazas y todo tipo de souvenirs por y para el turista con la imagen de estos maravillosos animales.

Terminamos nuestro tour por la ciudad y nos quedamos en el hostel preparando la ruta que teníamos que tomar para llegar a Osaka al día siguiente.

Las grullas de origami (de la suerte)

Mientras mirábamos el mapa, vimos un montón de papeles de periódico y sin saber por qué, comenzamos hacer grullas de origami (las aprendimos a hacer en Hiroshima)

¿Conocéis  la historia de Sasaki? Una niña superviviente de la explosión de la bomba atómica de Hiroshima enferma de leucemia que comenzó a hacer grullas de papel y decía que, quien logrará unir 1000 grullas podía pedirle cualquier deseo a los dioses (quedaros con ese dato para más tarde).

Una pegatina en la nevera de Carme y Toni

Preparados con las mochilas, mucho té frío para hidratar y la gorra en la cabeza y no en la mano, nos pusimos a caminar unos kilómetros hasta llegar a la misma carretera que iba desde Nara hasta Osaka y aquí comenzaría la buena suerte de nuevo.

Tan solo unos segundos pasaron desde que descargamos nuestras mochilas al suelo, estirar nuestros brazos y sacar los pulgares, cuando un mega trailer paró sin importarle todos los coches que le seguían, que no eran pocos, e hizo un parpadeo con las luces de posición para indicarnos que subiéramos.

¡Era la primera vez que nos paraba un camión en Japón! ¡Menudo golazo!, ni Messi en sus mejores jugadas.

El caminonero (de la suerte)

Una vez acomodados en la cabina, una cara sonriente nos recibía a manos de un gigantesco volante, comenzamos el viaje y os aseguramos que fue una de las personas más divertidas con las que nos hemos cruzado haciendo dedo.

No hablaba mucho inglés, así que, más diversión para todos, y entre presentación y presentación, nos dimos cuenta de un detalle (aquí  viene el dato de Sasaki) que nos llamó la atención por la variedad de colores. Era un hilo vertical del cual colgaban grullas de papel de diferentes colores… ¿no es increíble?

Cortina de grullas

El día anterior, en el hostel, estuvimos haciendo grullas, al mismo tiempo que comentamos que nos podría dar suerte y de ahí la historia de Sasaki que os recordábamos anteriormente. ¡Los sueños, a veces sí se cumplen amigos!

Todavía al día de hoy, La Grulla de papel hecha con la técnica de origami, sigue siendo el icono de la paz por excelencia en Japón y para nosotros también de la buena suerte. Aquellas grullas era una señal de que tendríamos buena suerte y así fue.

Nuestro viaje continuó intercambiando palabras y anécdotas con el conductor sonriente. Nos contó que tenía 3 hijas, que tenía 45 años y que era muy feliz.

Nuestro simpático amigo camionero

Terminamos hasta cantando la canción del famoso centro comercial Don Quijote (si rebuscáis en youtube, seguro que la podéis escuchar), cada vez que entrábamos a comprar, aunque sólo fuese por un rato, terminábamos con la canción todo el día en la cabeza.

Don Quijote

No sabemos quién fue el creador de la canción, pero hizo un gran marketing junto con su logo, el famoso pingüino.

Logo pingüino Don Quijote

Las conversaciones y las risas estaban llegando a su fin y la verdad que esos 30 kilómetros hasta Osaka parecieron 2 kilómetros por lo rápido que pasó. Nos dejó en la puerta de una estación de metro cercana al sitio donde nos alojaríamos. Gran despedida, gran persona, unas fotos y con una felicidad a nivel personal por haber completado nuestra ruta a  dedo por Japón.

Una semana en Osaka y final de la aventura

Ahora tocaba disfrutar durante una semana de la ciudad de Osaka.

Calles y calles llenas de restaurantes, salas de videojuegos donde puedes encontrar máquinas del año 1986 y poder volver a jugar a  los clásicos, Mario Bros y el Tetris, que a pesar de que han pasado décadas de la última vez que jugamos (ya pintamos canas), manteníamos la misma habilidad  que en aquel entonces.

Recordando viejos tiempos

Visitamos Kurom Ichuba, el mercado más conocido por su cantidad de pescado fresco, carnes y productos autóctonos, todo un festival de olores y sabores para los amantes de la gastronomía.

Una de las calles del gran mercado Kurom Ichuba

Y cómo no, visitar al atardecer el neón más conocido de Osaka, 20 metros de altura de publicidad luminosa del famoso corredor en el canal de Dotonbori, donde se concentran cientos de personas para hacerse la foto «Glico Man», marca de la empresa de dulces Glico.

Glico man

Así terminaba nuestra gran aventura a dedo por Japón. Desde un principio no nos imaginábamos que este país nos iba a tratar con tanto cariño, con tanto respeto, que iban hacer lo imposible por que no te faltase comida ni agua mientras esperabas bajo un sol abrasador, que aprenderíamos otra forma de entender la vida, que compartir una comida, una risa o un momento no entienden de idiomas y que este mundo esta lleno de gente maravillosa e interesante que nosotros, los viajeros, los nómadas, los mochileros y aventureros, hemos podido vivir y escribir en primera persona.

Despidiéndonos de Osaka en las alturas

El mundo está lleno de maravillas y Japón es una de ellas.

Estás últimas líneas están redactadas desde la Ciudad de Panamá, donde hemos recorrido durante 9 meses Centroamérica a dedo, pero sería otra historia que contar.

Recuerda

Dejarse llevar, por Lydia y Raúl