INDOSTAN “MODELNO”. Tras el aislamiento que consigo en los bosques de las Colinas Kumaon, al venir a Varanasi y encontrarme con peregrinos, santones y turistas (entre los que hay cada vez más asiáticos) tuve la sensación que acababa de llegar a la India, país que no deja de modernizarse sin perder por ello su caótico encanto. Los cambios incluyen menos cortes del servicio eléctrico, más santones turísticos (o sea que viven de “la turisma”), y unas jóvenes hindúes que, siguiendo la moda local, se cubren voluntariamente el rostro de una manera muy atractiva (lo dicho: alimentan la imaginación y la curiosidad). Las barcas del Ganges se han multiplicado, y algunas de ellas funcionan con ruidosos y humeantes motores; ésta quizás sea la razón por lo que ahora no se ven delfines.
La parte positiva ha estado en la aparición en escena de unas pequeñas gaviotas a las que los peregrinos alimentan (pura primicia igual que cuando vi llegar una bandada de pelícanos al lago de Pushkar). Poned un momento el freno de mano y pintad una acuarela mental en la que aparezcan las plácidas aguas del Ganges (aproximadamente de unos doscientos metros de ancho), con el Sol naciente y la inmensa playa al fondo, y una barcaza llevando cien peregrinos abordo que se halla bajo una nube de gaviotas (las hay a docenas) parecida a las que sobrevuelan las embarcaciones de pesca; guapo ¿verdad? Son el tipo de imágenes por las que vale la pena cruzar medio mundo. También ha hecho acto de presencia la publicidad, y ahora los parasoles de bambú que hay junto al río, y también muchas de las embarcaciones, lucen anuncios de diferentes bancos y compañías: ¡Ja, las barcazas vivienda que antes se podían alquilar por unas pocas rupias llevan los colores y el emblema de Vodafone!
UN ARQUITECTO DIVINO. Un dato histórico muy interesante acerca de Varanasi del que me enteré recientemente: Aunque nosotros, al ser hijos del “mundo modelno” y el asfalto, no nos hubiésemos fijado en ello, ésta quizás sea la única ciudad antigua que jamás estuvo amurallada porque nunca sufrió amenaza alguna y simplemente no lo necesitó. ¿A qué se debió tal prodigio y cómo fue posible que sobreviviese a través de varios milenios? Cosas de la fe, que, aparte de mover montañas, a veces (sólo a veces…) logra que los seres humanos dejemos de masacrarnos mutuamente. ¿La fe en quién?, la respuesta es Lord Shiva, quien en su apariencia más aterradora (ya os apunté que lo del avatar está reservado a Vishnu), la de Lord Rudra, ordenó que fuese así tras llevar a cabo personalmente una mortandad que te cagas: “En mi ciudad no morirá violentamente ninguna persona más”. Por supuesto, hasta ahora nadie se ha atrevido a desafiar tales deseos si nos olvidamos de las batallas campales entre hindúes y musulmanes. A pesar de que a los occidentales no nos permitan la entrada en el templo dedicado a ese dios, un día de estos me disfrazaré de brahmán como Hernández y Fernández (Dupond et Dupont, o Thompson and Thomson) para darle una mirada porque, también según aseguran las leyendas, fue edificado por el mismo Lord Rudra con sus propias manos, y la simplicidad de su delicada arquitectura es única.
FAUNÓPOLIS. El aspecto de un mono langur macho es impresionante, con la cola y las extremidades muy largas, casi tan alto como un indostano, pelo blanco y piel negra; pero también lo es la seguridad que muestra. Os daré un ejemplo que ocurrió abajo, en el amplio bazar por el que las multitudes se dirigen al Río Ganges y donde los campesinos venden frutas y verduras de todo tipo. Para ser exactos, el espectáculo se dio sobre los porches metálicos de los comercios, en los que una tribu de macacos salió por piernas soltando chillidos histéricos mientras eran perseguidos por un langur al que habrían hecho enfadar por alguna razón. Aclararé que es raro verlos en un centro urbano, o simplemente en el suelo, pues acostumbran a permanecer en los árboles. Tras lograr que los pesados macacos se largaran (deben considerarlos de casta baja), descendió tranquilamente hasta la calle a pesar de que estaba abarrotada de gente, cruzó entre unos y otros, tomó asiento sobre una motocicleta con la seguridad de que nadie iba meterse con él, y permaneció un buen rato contemplando el trajín del bazar como un señor. Libre, libre, libre, libre, como los felices perros callejeros, que actualmente gozan de una buena salud y hay pocos que sufran sarna: ¡Viva la modernidad!
HUMOR INDIO. Al pasar junto a una de las filas kilométricas de peregrinos (filas indias, por supuesto) que esperaban visitar el templo de “Kashivishwanath”, les comenté, “¿Acaso hacéis cola para asistir a un partido de cricket?”. Antes de continuar, os preguntaré: ¿Cómo creéis que habrían reaccionado si hubiesen pertenecido a otra religión y se dispusiesen a visitar el que fuese el sito más sagrado de ésta? Umm, puedo imaginarme siendo apaleado e incluso linchado. Por el contrario, lo que conseguí de esos devotos hindúes fue una sonora y alegre carcajada general: ¡Viva el humor indostano!
UNA APARICIÓN. Al contrario que a la gente “normal” que asegura haber visto a Krishna, a la Virgen María o a Escrivá de Balaguer ya sea en un muro o en el espacio, a mí se me ha aparecido ni más ni menos que el mismísimo Lenin, (“¡Hostia, tío, ¿pero qué haces tú por aquí?!”), y lo ha hecho en un pequeño boquete que hay en el suelo de mi habitación, desde donde su peculiar careto, con la calva y la barba, me contempla con mucha seriedad como si adivinase que escribo acerca de él. Con la cantidad de leninistas que hay en Varanasi, yo podría tener éxito montando un centro de peregrinación: “Pasen y vean”, “Ah, pues a mí no me lo parece”, “Hombre de poca fe, ande, ande, eche otra calada y pruebe de nuevo”. La “aparición” de Lenin me ha recordado a un judío californiano llamado John que vivía en las playas israelitas desde hacía varios años y, entre trago y trago de vino, aseguraba a quiénes quisiesen escucharle: “¡He visto a Jesús, dadme dinero y edificaré un templo!”.
IMÁGENES
TELEGRÁFICAMENTE HABLANDO
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.