LA ARMONÍA DEL CAOS. Llegó a Mathura el amigo valenciano, y lo hizo trayendo vino de La Rioja, embutidos, almejas, mejillones, anchoas, queso manchego y turrón de Jijona (¡Y también un ordenador nuevo!).
Cambié de domicilio por su “culpa” y, tal como sucede habitualmente, al instalarme en el lujoso “Hotel Sheel Gopal Vision” noté más la divertida locura india: Los empleados olvidan siempre alguna puerta abierta y los malditos macacos se cuelan ruidosamente todas las madrugadas por los corredores dejando a su paso mierda y descontrol; hace un rato han provocado una pequeña inundación al volcar y romper un bidón de veinticinco litros de agua del que no sabría decir qué hacía allí, y ahora mismo dos de ellos me observan curiosamente desde la ventana.
El calentador de agua del baño está agujereado por el óxido y seguramente dejó de funcionar hace siglos. Alguien puso un vaso lleno de chai en las escaleras que permaneció allí un par de días: ¡Ja! Sin embargo, este hotel tiene una buena cocina que de mañanita compartimos con docenas de pobres y santones a los que alimentan gratuitamente.
Mathura es una ciudad que todavía forma parte de la India auténtica, y te cruzas con manadas de búfalos por unos callejones en los que no esperarías que cupiese uno solo. Los hombres siguen meando en todos lados.
El tráfico, especialmente en la parte antigua, es completamente caótico, aunque que quizás fuese más acertado decir que tiene la forma de un inmenso y continuado atasco en el que participan personas, vacas, toros muy corpulentos, gente, bici-ricchós (en los que nosotros nos desplazamos casi siempre), auto-ricchós, electro-ricchós, motocicletas, y algún tractor.
Las ventanas y las azoteas de los edificios están enrejadas para evitar el asalto de los macacos, y mucha gente lleva un palo en la mano para defenderse de ellos.
Casi todos los lugares sagrados de este país se hallan a orillas de algún río (por supuesto sagrado), y en el caso de Mathura se trata del pobre Yamuna cuyas aguas, que no parecen moverse, incluso superan en polución a las del Ganges. Los ghats (escalinatas) donde los devotos toman el baño “purificador” y celebran las ceremonias religiosas, no tienen la exótica majestuosidad de los que hay en Varanasi o Haridwar, y en conjunto muestran una gran decadencia y dejadez.
Nuestro hotel se encuentra frente al museo (señalado con un cartel de tráfico donde consta, “Museo: 00’0 km.) en que se exhiben esculturas con más de dos mil años de antigüedad. Junto a éste hay un pequeño parque en el que cada mañanita se reúnen docenas de serios ciudadanos (incluso mujeres musulmanas) que hacen meditación, yoga, y ejercicios físicos como jugar al bádminton o simplemente pasear, acompañados de muchos monos, perros y ardillas.
Este conjunto se halla entre los muros que se edificaron en el año 1917 en los tiempos del Imperio Británico, y en un rincón, bajo un gran árbol centenario, tiene el domicilio una familia que se gana la vida preparando chai; su “vivienda” incluye un toldo de plástico, varios camastros, y una caja metálica en la que guardan sus pocas posesiones; usan el agua del parque y una conexión de la electricidad pública.
THE TIMES OF INDIA
LA TABERNA GALÁCTICA. Érase una vez una noche en que decidí entrar en mi antro predilecto al ver en el aparcamiento la motocicleta de un viejo amigo inglés al que apodamos “Mike the Bike” porque llevaba años yendo de un lado a otro sobre las dos ruedas. Nos habíamos conocido en Chitwán, donde fuimos vecinos de cabaña una temporada, y me contó que, después de cruzar por enésima vez Nepal y Sikkim, acababa de regresar de Uzbekistán, país del que le habían impresionado sus infinitas llanuras.
Mike compartía mesa y bebidas con varios indios a los que me presentó. Uno de ellos, llamado Rajendra, dijo ser fotógrafo profesional, y nos explicó: “Estuve haciendo un reportaje sobre los templos del Himalaya de Gangotri, Kedarnath y Badrinath, y los “pujari” de este ultimo me prohibieron fotografiarlo diciendo que, con esas fotos, la gente rezaría en casa y ellos se quedarían sin peregrinos, o sea sin negocio. ¡Ja!”.
A su lado se encontraba un tal Surya, quien nos aseguró que entre las matas de bambú que había en el jardín de su casa vivía una víbora cuya picadura era mortal, pero que mantenían una buena relación de vecindario.
El siguiente, un hombre corpulento y suave, se llamaba Vijay, y nos aportó un poco de cultura acerca de las Colinas Kumaon: “Conozco unos valles muy aislados en los cuales, cuando un hombre desea casarse con una chica que siempre será de otro pueblo y ya le habrá dado el visto bueno de alguna manera, se presenta ante el padre de ella acompañado de todos sus amigos y le entrega una botella del licor que ellos destilan decorada representando a una mujer. La ceremonia termina rápidamente si éste la acepta, pero de no ser así el pretendiente y sus amigos tratan de raptar a la muchacha mientras los hermanos y amigos de ella intentan evitarlo. Entonces se organiza una especie de melé, más deportiva que violenta, y parecida a un partido de rugby, en la que la chica colaborará más o menos dependiendo de las ganas; a veces, al tirar todos de ella, termina medio desnuda. Si logran llevársela hasta los límites del pueblo, la lucha se da por terminada y celebran inmediatamente la boda. Por cierto, ¿sabíais que las partes más elevadas de las Kumaon pertenecían a la Ruta de la Seda? Allí, en los años sesenta, cuando hubo la guerra entre China e India y la Unión Soviética todavía no había entrado en el escenario indio, los americanos mandaron ayuda armamentística a la India y, mientras una compañía mixta de ambos ejércitos trasladaba armas atómicas hacia las cumbres del Himalaya, les cayó encima una avalancha que las enterró y sigue guardándolas bajo la nieve”.
El siguiente en hablar fue un hombre de Calcuta llamado Prakash: “Una prima mía muy pequeñita tenía un perro grandote, creo que un gran danés, y cuando iba en su coche con el perro detrás creías que era éste el que conducía porque sobresalía por encima de ella”.
MIRA LO QUE PIENSO. Mientras el resto del mundo sigue en Babia, los chinos, que son la hostia de listos, han estado invadiendo África; si deseáis saber de qué hablo, leeros “China’s Second Continent” del escritor Howard W. French. Ahora, ante el desaguisado que entre unos y otros han montado en Cataluña, los representantes de Pekín se han presentado ante el Gobierno Europeo diciendo: “De la misma forma que habéis dado la espalda a los asuntos de España porque los consideráis problemas internos en los que no debéis interferir, os agradeceríamos que hicieseis lo mismo en cuanto a China y el tema tibetano”. Lo dicho, son la hostia de listos, ¿verdad?
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.
Maria Nieves says:
¡Me encantan tus historias Nandu Baba! Realmente son La India auténtica.
Bom Bom