F…. MERIDES. No parece importarle a nadie, y la gente de este pueblo no sabe que hoy sea una fecha histórica en la que se cumplen exactamente sesenta y siete años (¡Todo un récord… personal!) desde que mi madre me pariese en el lecho matrimonial a las ocho de la mañana y, al ver mis orejas puntiagudas, exclamase: “¡Hostia, nos ha salido marciano!”. Si ya os parecía enfermiza mi adicción a la soledad, supongo que daréis por sentado que estoy tarado cuando os confiese que me gusta mucho celebrar mis cumpleaños a solas, como lo hice hace un año en Kanchanaburi comiéndome una pizza en el “Bell’s” regada con vino francés, y como lo haré hoy “aquí” sin contarle al vecindario que este sea un día especial (igual que lo haría mi admirado Mister Bean, canto el “Cumpleaños feliz” mirándome en el espejo: ¡Ja!).
He escrito este “aquí” con el fin de darle un poco de intriga a esta crónica que, lógicamente, ha de empezar dónde terminó la anterior; o que por lo menos ha de ser una reacción a lo que contaba acerca de hallarme en el sitio equivocado cuando estuve en Cat Ba Town, pues fue así cómo recibí la Iluminación, y me dije: “¡Mameluco, ¿acaso no sabes dónde se halla tu ecosistema perfecto, y acaso no recuerdas cuál es el lugar en que te gustaría pasar estas últimas semanas del visado vietnamita para descansar un poco después de las correrías de este mes?!”.
Explicaré a los recién llegados a estas crónicas que el cóctel de mi ecosistema ha de incluir componentes tan simples como un domicilio tranquilo, en el que pueda teclear a gusto y se halle en un buen entorno sazonado de armonía que alimente a las musas, desde el que pueda pasear diariamente varios kilómetros cantando entre unos paisajes que sean asimismo inspiradores; o sea nada del otro mundo, aunque con el inconveniente de que tales rincones no acostumbran a aparecer en las guías turísticas porque, de otra manera, dejarían de ser ya mi ecosistema.
Umm, cuanta paja os llego a meter para terminar diciendo que ése fue precisamente el primer sitio que descubrí al llegar a Vietnam hace dos meses, y que me refiero a la aldea de Ban Vân que está junto al pueblo de Mai Châu. Este nombre apareció entre mis cejas mientras navegaba en la Bahía de Ha Long, pero antes de venir hacia aquí (hubiese podido hacerlo directamente en un autocar turístico) decidí pasar unos cuantos días en Hanoi para hacer algunas compras, y también porque me gusta esa ciudad en la que, tras regresar a ella por quinta vez, ya empiezo a sentirme como en casa en el hotelito escondido entre silenciosos callejones en el que incluso me hacen descuento.
Otro de los atractivos de Hanoi son las aparatosas tormentas que estallan casi todas las tardes y se encargan de hacer descender las temperaturas desde los 35º a los 28º.
Me gusta tomar unas “Bia Saigon” (sentado bajo la buganvilia que cubre la entrada de un bar en el que siempre soy el único cliente y se encuentra en una pequeña calle curvada), mientras caen toneladas de agua (con la iluminación de los relámpagos y el “soundtrack” de los truenos), mientras los pocos transeúntes que se atreven a salir se protegen bajo unos buenos paraguas de campesino (los plegables no sirven para nada), y mientras las calles se convierten en ríos.
Esta confortable sensación hogareña de Hanoi incluye asimismo la cafetería a la que voy a las seis de la mañana, desde la que veo a un gato que sale por la ventana de su domicilio en un primer piso y recorre los tejados de los porches hasta llegar a un gran árbol por el que trepa esperando cazar a algún pájaro despistado.
Otras peculiaridades de esa ciudad son los policías que pasan de vez en cuando “limpiando” las aceras de motocicletas, mesitas y sillas que la gente vuelve a ocupar inmediatamente, o los ventiladores que los propietarios de los bares y las cafeterías instalan en los troncos de algunos árboles.
TRAZOS DE VIÊT NAM.
RECORTES DE PRENSA – “VIÊT NAM NEWS”
“ELDIARIO.ES”: Unamuno dijo: “El fascismo se cura leyendo, y el racismo se cura viajando”. Se ha demostrado científicamente que nuestro cerebro cambia cuando hacemos las maletas y dejamos nuestra casa. Vivir en un país extranjero aumenta la creatividad y la capacidad para resolver problemas. Para obtener los beneficios mentales del viaje has de comer de todo, hablar con los nativos, aunque sea por señas, aprender cómo funciona el Metro en una ciudad diferente, negociar la carrera de un tuk-tuk, callejear, perderse, preguntar, y compartir historias. Consiste, en fin, en vivir más. Mark Twain escribió: “Dentro de veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña. Descubre”.
MIRA LO QUE PIENSO
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.
Óscar says:
Me alegra leerte, también leer que disfrutas de tu cumpleaños en soledad.
Feliz nueva vuelta al Sol dando vueltas Nando Baba.
Un abrazo,
Óscar
Nando Baba says:
Saludos desde Malaca, colega.