¿Alguna vez has participado en una actividad en la que sostenías un animal exótico? ¿Tal vez una serpiente en un zoológico? ¿O un perezoso en un viaje exótico a Latinoamérica? Estos escenarios en los que agarramos animales salvajes pueden ocurrir en todo tipo de eventos: desde ferias medievales a zoológicos, pasando por viajes turísticos. ¿Por qué esto no es normal?
Ya hemos hablado en otras ocasiones de que los selfies con animales salvajes son un problema, por lo que hoy no vamos a profundizar en ello. Aún así, os recomiendo, si no lo habéis hecho, que leáis el artículo, ya que este tipo de actividades suelen ir asociadas a problemas de conservación de los animales.
En muchas ocasiones, los animales que participan en este tipo de actividades parecen tranquilos, y mucha gente no se plantea los problemas de bienestar animal que pueden acarrear actividades como esta. Por ello, hoy vamos a hablar de la importancia del control del entorno por parte de los animales y porque en muchas actividades turísticas esta se ve vulnerada.
¿Qué es el control del entorno y por qué es importante?
Decidir el ponerte a leer este artículo es una de las muchas decisiones que tomaras a lo largo del día de hoy. ¿Qué comerás más tarde? ¿Qué serie verás hoy en Netflix? ¿Quedarás con tu mejor amigo o con esa persona que estás conociendo? ¿Vas a atravesar el parque para llegar al supermercado o mejor coges la bici? Día a día tomamos miles de decisiones que marcan nuestras vidas.
En eso se basa el comportamiento de nuestra especie: los seres humanos necesitamos relacionarnos con el entorno que nos rodea y tomar decisiones sobre que actividad realizamos en cada momento en función de las opciones y libertad que tengamos.
Pero esto no es algo exclusivo de nuestra especie: el comportamiento es una herramienta que utilizan todos los animales y por ello esa misma necesidad de tener control sobre el entorno y poder tomar decisiones de cómo interactuar con él es importante para cualquier especie animal.
El problema del control del entorno en cautividad
Como os podéis hacer una idea, una de las formas de reducir drásticamente las oportunidades de elegir y controlar el entorno por parte de un animal es mantenerlo en cautividad. Esto tiene consecuencias directas en su bienestar diario, pero también consecuencias a largo plazo en su desarrollo, especialmente durante períodos sensibles como la infancia.
Aún así, existen formas de proveer de control del entorno a los animales que viven en casas, santuarios, zoológicos, laboratorios y otros lugares: un ambiente variado que permita desarrollar múltiples conductas naturales, la participación voluntaria en rutinas o actividades educativas y la oportunidad de que los animales puedan ocultarse del público son algunas opciones.
En la situación opuesta a estas opciones, nos encontramos con todas aquellas actividades en las cuales los animales no pueden controlar ni evadirse de elementos estresantes. En el caso de las actividades turísticas con animales, lo que más nos preocupa es el contacto con nosotros: los seres humanos.
Los animales salvajes, tanto en vida libre como en cautividad, pueden sentir la necesidad de evadirse cuando se encuentran con las personas. En la naturaleza esto es sencillo salvo el acoso a determinadas especies en zonas masificadas, pero en cautividad es fácil que no puedan evitar la presencia de las personas.
Es por ello, que en las actividades turísticas es especialmente importante que los animales tengan el control sobre la interacción con el ser humano para garantizar su bienestar, si bien en general y de primeras toda actividad turística en la que se interacciona directamente con animales salvajes es seguramente digna de nuestro rechazo, o al menos visión crítica.
El peligro de coartar las conductas naturales de los animales
En estos escenarios, muchas de las conductas más importantes para los animales salvajes son limitadas o evitadas. Un ejemplo claro es la restricción de una conducta de huida ante lo que en animal puede considerar una amenaza, ya que agarrando al animal no tiene posibilidades de realizarla.
El vuelo en aves es otra conducta muy importante, que puede restringirse a través del uso de pihuelas (cintas de cuero que van amarradas a los talones del animal), de uso común en cetrería. En casos más extremos, el recorte de alas puede ser otra práctica en actividades turísticas poco recomendables.
El evitar el desarrollo de este tipo de conductas causa estrés en los animales, y puede derivar en respuestas agresivas hacia la gente que los sostiene si esto no ha sido entrenado. Para evitarlo, algunos de estos animales pueden someterse a cirugías donde se eliminen sus dientes o garras, como ocurre con el uso de tigres o loris en Asia.
Cuando muchas de estas respuestas son impedidas, la incapacidad de controlar la situación lleva a los animales a una situación de indefensión aprendida, en la cual los animales no reaccionan a ser manejados ya que no pueden impedir la situación, lo cual a veces se confunde con que los animales están calmados, cosa que no es así.
Esta clase de situaciones pueden llevar a los animales a padecer conductas anormales como las estereotipias, y supone una de las mayores problemáticas de bienestar cuando nos encontramos con turismo de animales salvajes que no es sostenible.
Es por ello que aprender a reconocer situaciones en las que los animales son cogidos o retenidos en contra de su voluntad es importante, para rechazar este tipo de prácticas turísticas y promover aquellas en las que podemos disfrutar de los animales en su entorno natural o en lugares donde se les trate con dignidad.
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