EL LEJANO ORIENTE – Tras haber dedicado las últimas crónicas a temas personales, hoy he decidido viajar (mentalmente) a esas partes del mundo en las que pasé la mayor parte de las últimas décadas y en las que me sentía más en casa que en mi propio pueblo. En realidad, al haberme convertido en lo que podría denominar de extranjero perenne, ya noto ese confort por el simple hecho de hallarme actualmente en esta región francesa del Ardéche, conviviendo con personas que hablan una lengua distinta a la mía (al ser yo trilingüe debería decir “a las mías”). Sí, a mi vida le quedaría bien el título de cierta película ambientada en Venecia (con el genial Christopher Walken) que se titulaba “El confort de los extranjeros”. ¡Maldita sea, ya empiezo de nuevo con esos temas personales que pretendía evitar! Bien, ¿vámonos que nos vamos?
El gobierno indio se montó uno de sus espectáculos de despacho emitiendo un comunicado en el que anunciaba que se concedería un visado gratuito a los primeros quinientos mil turistas que lo solicitasen. Después añadió que solamente sería así cuando terminasen las restricciones de la pandemia. O sea que nada de nada porque, por el momento, el país se halla en el nivel naranja y únicamente conceden visados por cuestiones profesionales o emergencias familiares.
Nepal, por el contrario, sigue dando visados turísticos a pesar de hallarse en el nivel rojo, sobre todo el Valle de Katmandú; pero cambian las ordenanzas semana a semana, ahora prohibiendo los vuelos internacionales y al día siguiente autorizándolos de nuevo a menos que provengan de determinados países. La última orden incluía para los recién llegados la obligatoriedad de la vacunación, el test de antígenos negativo y permanecer diez días de cuarentena en un hotel. O sea que, igual que con la India, nada de nada y mejor quedarse en casa.
Curiosamente, los que tenéis un culo de mal asiento y, hartos ya de este “stand by” en que nos hallamos desde que empezó la pandemia, ansiáis salir volando sin tener en cuenta los riesgos, muchos países africanos os esperan con los brazos abiertos. Así lo descubrió un amigo mío que recientemente se lo pasó en grande recorriendo los parques nacionales de Kenia y Tanzania sin encontrar impedimento alguno. Pero, además, y ya rizando el rizo, hizo ese viaje prácticamente a solas y sin verse apelotonado entre los inevitables grupos de turistas que habría habitualmente. El hombre propone y el COVID-19 dispone.
En una de las últimas crónicas os comenté que los granjeros españoles habían empezado a vacunar el ganado con el fármaco “Diclofenac”, y ahora os recordaré que, hará cosa de unos diez años, se extinguieron todos los buitres de la India (si dijese que fue el 99% me quedaría corto) al envenenarse comiendo los cadáveres de las vacas que los granjeros vacunaban con ese maldito fármaco.
Para comprender debidamente esta información tenéis que saber: a), el “Diclofenac” se creó para el consumo de los humanos y no de los animales; b), los hindúes no se comen a las vacas y se limitan a abandonar sus cadáveres en la jungla; c), que la desaparición del incontable número de los grandes buitres indios que se encargaban de hacer limpieza general del país tuvo un impacto ecológico del que por el momento nadie parece interesado en calcular las consecuencias. Aquí va un artículo relacionado que me ha mandado el segundo de mis hermanos.
De todos modos, si he mencionado todo esto no ha sido solamente para hablaros de estos pobres pájaros y de la imbecilidad de los seres humanos, sino, sobre todo, de los parsis, los seguidores de Zoroastro, quienes hace mil años emigraron desde Persia a la India huyendo de la persecución de los musulmanes y, hasta la aparición del “Diclofenac”, depositaban tradicionalmente los cadáveres de sus difuntos en unas torres para que, de forma parecida a como lo hacen los budistas tibetanos, los buitres se alimentasen con ellos. Ahora, al haberse extinguido esos buitres, se ven obligados a incinerarlos.
Más desastres “Made in India”. Unos médicos y funcionarios corruptos de Maharashtra se llenaron los bolsillos inyectando agua a miles de personas en vez de la pertinente vacuna contra el COVID-19. Al leer otra noticia que no tiene relación con la anterior, pero sí con los habituales descontroles indios, me he enterado que anteriormente cientos de indios fueron infectados con VIH al recibir transfusiones de sangre contaminada en varios hospitales públicos.
Según un grupo de investigadores estadounidenses, el número de muertos por culpa del COVID-19 en la India sería diez veces superior a la cifra oficial de 415.000. Ya os he explicado en otras ocasiones que la gente de la India, el Nepal y algunos países asiáticos, sufren habitualmente distintas enfermedades que, por decirlo de alguna manera, compiten por el estrellato con el COVID-19.
Pero en aquellos lares también la palman por otras causas que no tiene nada que ver con los virus (a los que, por cierto, han dedicado un templo en Rajastán que tiene muchos devotos). Por ejemplo, se calcula que en la India mueren anualmente un millón trescientas mil personas debido a la contaminación del aire dentro de los hogares.
La estupidez es asimismo responsable de mandar a muchos gilipollas al otro barrio: la India se encuentra en el primer puesto mundial en cuanto al número de muertes accidentales cuando la gente se hace selfies. Sucede sobre todo al ser arrollados por algún tren o al caer por unos precipicios, a los que ahora está prohibido acercarse. Así murió una chica en el Nepal al precipitarse en el Río Narayani y ser arrastrada por la corriente.
Una costumbre india de lo más bestia: en la ciudad de Baba Ume Durga lanzan a los bebés recién nacidos desde una altura de quince metros y abajo los esperan diez hombres con una sábana: “¡Mamaaaaaaá!”.
He comentado en más de una ocasión que, según mi humilde opinión (¡ja!), el mayor defecto del sistema democrático es, como se está demostrando continuamente, que permite alcanzar el liderato a tipos que en unos casos son imbéciles o impresentables, y en otros que están locos o son los cabecillas de la mafia local. Supongo que no hará falta apuntar los nombres que conocéis de sobra. Al leer un estudio acerca de todos los presidentes de los Estados Unidos de América me quedé patitieso al comprobar que solamente hubo uno con un IQ alto. Pero sigamos en la India, donde uno de los oficios más vulgares es el de “chai wala”, que se podría traducir como “chico del té”. Y éste fue precisamente el curro que tuvo el actual Primer Ministro indio Narendra Modi cuando era un chaval y ayudaba a su padre en la estación de los ferrocarriles de Ahmedabad (Guyarat). Valga añadir que, cuando alguien bebe un chai muy malo, acostumbra a bromear comentando: “¡Parece de la estación de los ferrocarriles de Ahmedabad!”.
Nunca te acostarás sin aprender una parida más: los dioses hindúes mataban el rato tomando distintas formas, ya fuese de personas o de animales. En una ocasión en que a Vishnu le dio por cambiar de sexo y escogió el avatar de una señora muy sexi llamada Mojini, su buen amigo Shiva le pegó un polvo del que terminaría naciendo el dios Ayappa.
MIRA LO QUE MIRO
MIRA LO QUE PIENSO
Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.
alberto says:
Claro que nos gusta lo que escribes , pero no todo . 55555 . A mi personalmente los videos con el valenciano tomando una cerveza , me han subido la moral , pues a veces unas risas aunque sean en lata , sientan con como una risas en una charla de bar. gracias .
Nando Baba says:
Saber que «una cerveza con…» te subió la moral ha provocado que también subiese la mía. Supongo que si con el amigo valenciano no hemos hecho más «cervezas con…» es porque ya nos lo habíamos dicho todo (como una vieja pareja: ¡ja!).