Una de las cosas más bonitas de los viajes inesperados, es cuando la vida te sorprende y de repente te ves en un escenario de documental de islas tropicales. Como bióloga marina fui invitada a dar un curso de corales en la isla de Mabul a un grupo de buceadores (gracias a Ocean Habitat Diving) y por supuesto, no puedo estar más agradecida de esta experiencia. Sin duda, ha sido una de las mejores vivencias bajo el agua de mi vida. Además, no me esperaba encontrarme fuera del agua, la cultura centenaria más conectada con el océano: los nómadas del mar.
Bajau Laut: Los nómadas del mar
La tribu del agua de la película de Avatar, existe
La brisa desde la barca nos avisaba de que íbamos a un lugar remoto. Las aguas turquesas eran tan cristalinas que dejaban ver las praderas marinas debajo del agua, así como su vida marina. Se podía ver tan perfectamente, que no parecía que hubiese agua en el medio.
Estamos llegando a la isla, bueno entendemos que entre todas esas casas que se apoyan en pilares sobre el mar habrá una isla. La primera señal de civilización después de varias millas de mar desde el “mainland”. La imagen es espectacular. Cientos de casas se levantan sobre esas aguas cristalinas que dejan ver las praderas submarinas decoradas con estrellas de mar enormes.
Empezamos a saludar a personas que parecían locales, propias de la zona. Lucían muy autóctonas con sus canoas de madera, en donde no cabían más de dos personas y con cubos con la captura del día. Nos saludaban con una sonrisa super inocente, con ojos enormes.
Ellas iban con unos pareos de colores llamativos, típicos de la zona de Borneo, que me recordaban al colorido con formas de flores, hojas, entre otras representaciones naturales, que caracteriza a la cultura Baba Nyonya de Melaka.
Me parecía increíble pensar que hoy en día, exista (y resista) una población considerable, viviendo en casas flotantes de madera sobre pilotes construidas sobre arrecifes de coral. Pero lo que me pareció aún más increíble es saber que la mayoría de los verdaderos Bajau Laut, no tienen una casa propiamente dicha, sino que duermen en barcos en el mar.
Cuando llegamos a las casitas donde nos alojábamos, nos dimos cuenta que cada vez había más canoitas generalmente con niñas con las caras pintadas de un ungüento amarillo, que usaban como protector solar – pasan muchas horas bajo el sol- Algunas de ellas vendían cocos y no nos estaban ni dejándonos recoger nuestros bártulos que ya estaban intentando agarrarnos para que les compráramos algo.
La Venecia Tropical
Sus colores me llamaron la atención, el contraste con el turquesa del mar creaba una escena preciosa. Después de instalarnos en las habitaciones me quedé fijándome desde uno de los puentes de la “mini-villa” que se habían montado sobre el agua. ¡Era como una Venecia tropical! Las canoitas con sus personas sonrientes y coloridas iban de un lado a otro por los canales.
Fue entonces cuando una chica local se me acercó y me contó que esos eran los gitanos del mar. La cultura que tiene la legendaria tradición ancestral de vivir sobre el mar siguiendo los pasos de sus ancestros y se ganan la vida únicamente en base a los recursos del océano.
Los legendarios Bajau Laut de Borneo
Pocas comunidades en todo el mundo pueden presumir de una conexión más profunda con el océano que los legendarios Bajau Laut de Borneo. Dicen que rara vez ponen un pie en tierra. Los gitanos del mar, son verdaderos maestros del mar, habiendo vagado por las aguas del Triángulo de Coral entre Malasia, Filipinas e Indonesia durante muchas generaciones.
Prefieren el mar a la tierra, de hecho solo bajan a tierra por necesidad como para vender sus capturas del día, recolectar agua dulce para beber o la madera para hacer botes y me han contado, que también para enterrar a sus familiares fallecidos. Pero normalmente al anochecer, vuelven a sus botes porque es donde se sienten más seguros.
Estos últimos años han visto el potencial de los turistas-buceadores que vienen a la zona, sobretodo a Sipadan -uno de los top 5 mejores puntos de buceo del mundo- así que nos hemos convertido en su fuente de ingresos. Saben que en muchos alojamientos de las islas al tener tierra tan lejos, necesitan productos frescos del mar cada día para cocinar a sus visitantes.
Así que tienen su rutina preparada, mientras algunos se quedan capturando las presas del día, otros se dedican a ir vendiendolas alrededor de las islas. Normalmente las que se encargan de esta tarea son las niñas y niños o mujeres. Tal vez saben que al desprender más ternura, son mejores vendedoras.
El arte del buceo libre y la conexión con el mar
Estos nómadas del mar son buceadores excepcionales. Muchos han dominado el arte del buceo libre a profundidades de más de 20 m mientras mantienen la respiración durante varios minutos debajo del agua. E incluso no necesitan gafas de bucear, sus ojos trás generaciones se han adaptado para tener la capacidad de ver bajo el agua como nosotros en la superficie.
Son pacientes, y se mueven controlando su flotabilidad sin esfuerzo. Con sus lanzas aciertan a pescar grandes peces tropicales. Con su paciencia son capaces de capturar con sus manos a las gamba mantis, o con su tacto van cogiendo antes de que les sientan a ellos una cantidad de moluscos con concha, como almejas, o otras especies tropicales.
Luego, los visitantes compran esas capturas para que se las cocinen y consumirlas durante la cena, después de haber disfrutado de la vida marina que se contempla buceando en estas aguas.
Recuerdo que vi un documental del National Geographic en el que hablaban de ellos, lo que nunca imaginé es tener la posibilidad de conocer esta cultura del mar tan de cerca. Tener la capacidad de sentir el océano me fascinó en su momento y pensé que lo que hacen estas personas, es un buen superpoder.
Investigando descubrí que los también llamados Orang Laut, fueron las primeras personas de mar que en Malasia, ayudaron al sultanato a extenderse en su momento y crear la historia de este país. Antes estaban extendidos por toda la costa, pero el supuesto “desarrollo” los ha empujado a esconderse en estas zonas más remotas.
Sin nacionalidad en la nación más grande del mundo, el océano
El caso es que se van moviendo en unos barcos un poco más grandes -cada clan tiene el suyo- y van enganchando las canoas con las que se mueven a diario. Se van moviendo entre islas entre Filipinas, Indonesia y Malasia, aunque ninguno de estos países los reconoce. A la mayoría no se les otorga el estatus de ciudadanía de estos países.
Como resultado, la mayoría de sus hijos no tienen acceso a un sistema educativo formal, ya que es un requisito que los estudiantes tengan actas de nacimiento y que ambos padres tengan documentos nacionales de identidad.
Se dice que no tienen nacionalidad y por lo tanto, se dice que no tienen derechos. Yo digo que tienen la nacionalidad del océano, el estado más grande en extensión de este planeta.
Intentar mercadear, ha sido siempre su forma de vida. Ahora entre los turistas–buceadores, que esperan su turno para entrar en Sipadan, han encontrado la forma de asegurarse vender unos cuantos cocos para el desayuno o a cualquier hora, y apalabrar la cena fresca de sus capturas del día.
El conflicto entre culturas: la desculturización por turismo
Esto no es algo nuevo, y si, ocurre en muchas partes del mundo. Al final se consigue que la mágia que hacía a un lugar especial, desaparezca. Lo que se llama la desculturización de los nativos, que crea un impacto socio-cultural.
El intercambio cultural es algo positivo ya que aumenta la comprensión y el respeto de las diferencias y en parte, el turismo contribuye a la conservación del patrimonio y a la recuperación de valores culturales. Pero a veces hay grandes diferencias económicas entre los residentes y los visitantes, lo que motiva las desigualdades.
Además, el hecho de adaptar estos destinos tan selectivamente naturales, a las necesidades de los visitantes crean un cambio en la cultura del lugar. Se mezclan tradiciones, y la “modernización” o la llamada “occidentalización ” hace perder la esencia de ese lugar.
Esto ya ha sucedido en otros lugares, el simple hecho de querer dar a conocer su cultura para en cierto modo preservarla, hace que se pierda la identidad original y se convierta todo en una especie de “teatro” para los visitantes fugaces. Eso pasa con los orang asli del Taman Negara -la jungla tropical destinada a ser una pequeña muestra de una inmensa selva-.
Y es cierto que, aún siguen existiendo poblaciones que viven inmersos en la jungla de verdad, y viven directamente de ella como les enseñaron sus ancestros, aunque no sabemos por cuantas más generaciones podrá esto persistir. La pérdida de hábitat natural y la imposición de nuestra forma de vida, hace que estas culturas sean un patrimonio en peligro de extinción.
La adaptación genéticamente a su estilo de vida extremo
Después de cientos de años vagando por el océano, sus cuerpos han creado más adaptaciones evolutivas de las que actualmente se tienen registro. Son pocos los estudios realizados, pero en ellos se ha demostrado la adaptación genética al buceo que poseen.
El bazo es el órgano que filtra la sangre día tras día. Cuando metes la cara bajo el agua y aguantas la respiración, se contrae. Es el reflejo de la inmersión de los mamíferos, una adaptación evolutiva que todavía está dando vueltas en lo más profundo de nuestros genes desde que se desarrolló toda la vida en los océanos.
El bazo de los Bajau Laut, es relativamente grande y está lleno de sangre. Al comprimir toda esa sangre en el sistema circulatorio, agrega más oxígeno a su mezcla. Se descubrió que sus bazos era un 50 por ciento más grande que el mismo órgano en un individuo de otra localidad.
Así que debido a los cientos de años pasados en el mar, este pequeño grupo de personas ha desarrollado bazos que son la mitad de grandes que una persona normal que vive en la tierra.
Otro rasgo curioso estudiado es la visión subacuática superior de los niños nómadas, pero en este caso se demostró que esto es una respuesta plástica al entrenamiento.
La forma de vida de los Bajau se ve cada vez más amenazada
Tradicionalmente se han ganado la vida con la pesca y el buceo libre, pero a medida que el mundo cambia, y existe más contacto del exterior con ellos, sus viejas prácticas sostenibles van siendo reemplazadas por otras mucho más destructivas, como la pesca con dinamita y cianuro.
El océano es su vida, pero en las últimas décadas, muchos de ellos se han visto obligados a trasladarse a tierra. Aunque ellos pueden haber evolucionado para vivir mejor en el océano. Han vivido en el mar durante siglos, criando a sus hijos allí, quienes a menudo aprenden a nadar antes de que puedan caminar. Tienen una comprensión única del océano, que para ellos es una entidad viva.
Y eso lo ves en sus ojos, o cuando te acercas a sus canoas e intentas comunicarte con ellos, o cuando los observas en la distancia jugando y chapoteando en el agua todos juntos al atardecer.
Es bonito saber que aún habiendo sido la occidentalización el gran contagio del mundo entero, como único sistema “legítimo” de vivir, el hecho de que aún existan poblaciones que hayan resistido a esa presión de transformación a lo que supuestamente se llama “bienestar social”, y sigan preservando su forma de entender lo que es su bienestar, es bastante admirable.
La comunicación con el mar, es algo que me fascina y admiro. Todas esas personas que viven y conviven cerca o en el mar o del mar, me resultan fascinantes, por eso me gusta conocer historias sobre ellas. Y sé que no es fácil, el océano no siempre está en calma.
Vivir el día a día con los acontecimientos que el mar les presente debe ser una vida legendariamente indescriptible y difícil de entender para muchas mentalidades del viejo mundo (como llaman a occidente).
Seguramente tendrá sus pros y sus contras. Y seguramente muchos de ellos, querrán permanecer en su legados y otros huir de él. Y lo que yo me pregunto, es si son conscientes del verdadero valor de su legado. Ya que son una adaptación evolutiva en vivo perteneciente al estado más grande del Planeta, el océano.
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