CON MOCHILA

Turismo otaku: cómo el manga y el anime están revolucionando los viajes en Japón

Hasta hace poco, la localidad de Uji, una villa encantadora unos pocos kilómetros al Sur de Kioto, era conocida por dos cosas. La primera, por ser uno de los escenarios principales de la trama del Genji Monogatari, «La Historia de Genji», una de las obras fundacionales de la literatura japonesa, escrita hace casi mil años. La segunda, por ser la cuna del matcha, ese polvo concentrado de té verde, que se usa en la tradicional ceremonia del té.

Y es que Uji es una ciudad con mucha historia. En los últimos diez siglos, sus calles han sido testigo directo de no pocos sucesos clave para el País del Sol Naciente. Además, el peso cultural y el legado artístico y arquitectónico de Uji está al mismo nivel que pueden tener Segovia o Salamanca en España. 

El gran puente sobre el río Uji, que da nombre a la ciudad, ha visto pasar por él a muchos personajes importantes en sus más de diez siglos de vida
El gran puente sobre el río Uji, que da nombre a la ciudad, ha visto pasar por él a muchos personajes importantes en sus más de diez siglos de vida

Pero, desde unos años para acá, Uji es famosa por otra cosa más. Por ser la ciudad donde viven Kumiko y sus amigas, que tocan en la banda de música orquestal del Instituto Kitauji. 

Kumiko es un personaje de anime. O sea, tanto ella como sus pizpiretas compañeras de aventuras, siempre ataviadas con el uniforme de colegiala de rigor, son seres ficticios. Solo existen dentro de unos dibujos animados japoneses. Concretamente, en «Hibike! Euphonium» («¡Resuena, eufonio!», en lengua de Cervantes), una serie de varias temporadas a cargo del estudio Kyoto Animation.

Pero dicha serie, igual que hacía el ya mencionado Genji Monogatari tantos siglos atrás, está ambientada en un escenario muy real. Y ese escenario, donde las mozas protagonistas viven sus peripecias y desventuras, es la pequeña ciudad de Uji. 

Este coqueto mirador, en lo alto de la colina de Daikichiyama, es uno de los escenarios más icónicos de la serie
Este coqueto mirador, en lo alto de la colina de Daikichiyama, es uno de los escenarios más icónicos de la serie

El instituto en el que estudian estas jovencitas animadas, el Kitauji, tampoco existe. Pero los escenarios por donde lucen palmito cada día en la pantalla, sí. Son perfectamente reconocibles. Los animadores de Kyoto Animation han tomado como referencia las calles y rincones de la ciudad de Uji (en cuyos aledaños se encuentra la propia sede del estudio) para llevarlos al celuloide, con todo lujo de detalles.

Y este trabajo tan minucioso no ha pasado desapercibido a los fans de la serie, que se cuentan por millones dentro y fuera de Japón. Un día cualquiera, por las calles de la histórica Uji, uno puede encontrarse con decenas de otakus, aficionados al manga y la animación niponas, paseando cámara en ristre y ojo avizor.

Su objetivo no es retratar los templos, las casas de té, ni los paisajes de este rincón de Japón. No, nada de eso. Lo que les interesa es localizar los lugares exactos que sirven como telón de fondo de las andanzas de Kumiko y compañía. Es lo que los fans llaman «visitar los Seichi». O sea, peregrinar a los Santos Lugaresdel anime, claro está.

El famoso banco de Kumiko, donde la protagonista de la serie pasa las tardes al salir de clase. Ciertamente, el sitio es clavadito a lo que se puede ver en pantalla…
El famoso banco de Kumiko, donde la protagonista de la serie pasa las tardes al salir de clase. Ciertamente, el sitio es clavadito a lo que se puede ver en pantalla…
El banco en el anime
El banco en el anime

Y las mentes pensantes de la consejería de turismo del ayuntamiento local, que no tienen un pelo de tontas, han tomado buena nota de ello. Han visto ahí un filón, y han decidido explotarlo a conciencia. Hace poco me di una vuelta por Uji, después de varios años desde mi última visita y, por lo que pude ver, están apostando fuerte por Kumiko y sus amigas.

La ciudad entera está cubierta de arriba abajo con posters, figuras troqueladas, pegatinas… Hasta los trenes locales están empapelados, del techo hasta las puertas, con siluetas a tamaño real de las integrantes de la dichosa banda de música del ficticio Instituto Kitauji. Luciendo modelitos fashion y con faldas bien cortitas, por supuesto.

Hasta Google Maps tiene, perfectamente señalizados, algunos de los enclaves más icónicos de la serie. Como el famoso banco a la ribera del río Uji, donde la buena de Kumiko suele ir a olvidar las penas después de clase. Solo hay que buscar «Kumiko bench», o sea, el banco de Kumiko. Más fácil, imposible. 

Ahí está, bien señaladito en Google Maps, para que nadie se pierda: el banco de Kumiko
Ahí está, bien señaladito en Google Maps, para que nadie se pierda: el banco de Kumiko

Y los fans que pululan por el lugar están encantados. De hecho, la mayoría han ido hasta allí, precisamente, para eso. En pleno 2024, Uji ya no es la ciudad del té verde, ni del Genji Monogatari. Ahora es la ciudad de las colegialas de «Hibike! Euphonium». Quién se lo iba a decir a la pobre Murasaki Shikibu allá por el año 1000, cuando terminó de escribir su obra magna…

Pero este fenómeno no es exclusivo de Uji, ni de la serie de «Hibike!». Desde unos años para acá es cada vez más habitual que las series de manga y anime tomen como escenario localizaciones del mundo real

Por ejemplo, el director Makoto Shinkai (autor de películas como Your Name o El tiempo contigo) es famoso por recrear en sus filmes rincones de ciudades japonesas, generalmente de Tokio. Y lo hace cuidando hasta el más mínimo detalle, lo que le da a sus obras un encanto y un toque de realismo muy especiales. 

Luego, cuando arrasan en taquilla, la gente acude en masa a visitar esos escenarios. No son pocos los que se plantan en Japón con las películas de Shinkai como guía de viaje.

Incluso la oficina de turismo de Uji está decorada por los cuatro costados con posters varios de Kumiko y el resto de la tropa del Instituto Kitauji
Incluso la oficina de turismo de Uji está decorada por los cuatro costados con posters varios de Kumiko y el resto de la tropa del Instituto Kitauji

Esta manía del manganime por copiar la realidad, si se para uno a pensarlo, es bastante razonable. Porque les hace la vida más fácil a los dibujantes, que así tienen una referencia sólida y clara de lo que tienen que plasmar en el papel o el celuloide. 

También les da más credibilidad a las historias. Las hace más cercanas, más reales, más tangibles. Y, de paso, como hemos visto en Uji, abre posibilidades de negocio en paralelo más que interesantes. 

Normalmente, las localizaciones elegidas suelen ser rincones más o menos conocidos del propio Japón, pero no siempre es así. Me viene a la cabeza el caso de «Sora no Woto«, una serie de hace ya algunos años, ambientada en un mundo fantástico e imaginario pero que, visualmente, está basado nada menos que en los paisajes de Cuenca y sus famosas casas colgantes.

Ni corto ni perezoso, a más de un otaku nipón, fan acérrimo de la serie, le dio por liarse la manta a la cabeza, subirse a un avión (seguramente por primera vez en su vida), y plantarse en mitad de Cuenca. Cámara de fotos en mano, naturalmente. 

(Dadle un ojo al vídeo: Comparación de los escenarios del anime Sora no Woto y sus contrapartidas reales en Cuenca)

Una vez en España, a estos turistas no les interesaba ni la Sagrada Familia, ni visitar el Camp Nou, ni ninguna velada en un tablao flamenco. No. Ellos se iban hasta Cuenca, veían las casas colgantes, y tan contentos. Y después, claro está, documentaban la experiencia con toda profusión en sus redes sociales, con montones de fotos y vídeos. Felices de haber peregrinado hasta su tierra santa particular.

Porque ahí está la gracia de todo este asunto. Que el manga y el anime pueden ser un motivador muy poderoso para movilizar a según qué tipo de personas. Saber que tu personaje favorito vive en un lugar que es real y que puedes visitar es un acicate estupendo para levantar el culo del sofá y salir a ver mundo.

Y eso es lo que les está pasando a miles de otakus japoneses, y también de otros países. La fiebre por visitar las localizaciones reales de sus historias de ficción, esos Seichi o «Lugares Sagrados», le ha dado un empujón importante a la industria turística nipona en los últimos años.

Tren local en los aledaños de Uji, decorado con las pizpiretas colegialas del anime "Hibike! Euphonium"
Tren local en los aledaños de Uji, decorado con las pizpiretas colegialas del anime «Hibike! Euphonium»

El fenómeno lleva ya en boga un par de décadas, desde mediados de los 2000. La cosa empezó más bien de manera fortuita, como una simple y feliz casualidad: tal barrio de tal ciudad aparece en este anime, y resulta que el lugar se hace popular entre los fans. Las visitas aumentan, el turismo crece, y los yenes fluyen. Y, si encima también atrae de rebote a turistas extranjeros, mejor que mejor. Un win-win de manual.

Porque, además, en muchos casos estos escenarios suelen ser pequeños enclaves rurales. Localidades deprimidas, donde cada vez vive menos gente (en el Japón actual hay una problemática parecida a la de la España vaciada), a las que les vienen muy bien unos ingresos extra.

Si eres una de esas muchas localidades de provincias en alguna región remota de Japón, acuciadas por la crisis demográfica, siempre puede ser interesante que un anime te ponga en el escaparate mundial. Es una publicidad estupenda. Y cuesta poco dinero. 

Poster promocional de la ciudad de Uji, que mezcla sus encantos histórico-culturales con la estética del manganime, bajo el slogan "En Uji hay mucha historia"
Poster promocional de la ciudad de Uji, que mezcla sus encantos histórico-culturales con la estética del manganime, bajo el slogan «En Uji hay mucha historia»

Así que, de un tiempo a esta parte, las series de anime que promocionan tal barrio o tal ciudad surgen como setas. Algunas terminan por hacerse populares y cumplen con su objetivo de fomentar el turismo. Otras, las más, no logran enganchar a los fans y caen en el olvido. 

Si la relación entre el anime, sus personajes y los escenarios del mundo real no  es lo bastante orgánica, si se percibe como algo forzado, lo único que se consigue es el efecto contrario. Los fans detectan que el anime es un mero spot publicitario y pasan de él. Pero, ¡ah, amigo!… como haya suerte y des con la tecla, te puede haber tocado la lotería. Que es exactamente lo que les ha pasado en Uji.  

Para muchas ciudades pequeñas del Japón rural, el flujo extra de turistas que puede suponer contar con un par o tres de «Lugares Sagrados» de anime es un balón de oxígeno bastante importante. Las autoridades, tanto a nivel local como en el Gobierno central, son conscientes de ello, y se esfuerzan por explotar este filón con ahínco.

Mapa turístico que señala un total de 88 "lugares sagrados" del anime por todo Japón (aunque en realidad hay muchos más)
Mapa turístico que señala un total de 88 «lugares sagrados» del anime por todo Japón (aunque en realidad hay muchos más)

Hoy en día es fácil hacerse con mapas de Japón donde aparecen marcados, región por región, prefectura por prefectura, decenas de estos «Lugares Sagrados» de anime. En muchos casos, simplemente paseando por la calle, también vas a encontrar carteles y señales que te guían hasta ellos. Para que los fans sepan exactamente hacia dónde dirigir sus pasos en su peregrinar.

Todo esto del turismo otaku puede resultar un poco bizarro pero, qué le vamos a hacer, Japón tiene estas cosas. Y, oye, si ayuda a que algunos dejen de estar todo el rato enganchados a la pantalla y salgan un poco de casa, bienvenido sea. Además, también puede ser una buena manera de descubrir Japón. De conocer sitios nuevos sitios, rincones interesantes que no aparecen en las guías de viajes.

Turistas chinos fotografiando el famoso banco de Kumiko, un nuevo punto de interés turístico de Uji
Turistas chinos fotografiando el famoso banco de Kumiko, un nuevo punto de interés turístico de Uji

Quién sabe, tal vez cuando veas un nuevo capítulo de tu anime favorito, acabes con una lista de cuatro o cinco lugares a visitar en tu próximo viaje a Japón. Como les ha pasado a todos esos mozalbetes chinos, que se han ido hasta Uji, en las afueras de la milenaria Kyoto, a sacarle fotos al banco de Kumiko. Y tan felices que son.

Crónicas del lejano Oriente
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Rubén Ibarzabal

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