Un mundo bajo control, ¿está China transformando el mundo?

De niño me encantaba leer y releer La isla del tesoro. Solía soñar despierto con aquellos piratas que bebían ron y guardaban mapas que indicaban dónde estaba el oro, y hasta le guardaba algo de simpatía al largo de John Silver y su pata de palo. Pero, como a casi cualquier muchacho, lo que más me fascinaba era la historia de Jim, el hijo de una posadera que acabó cruzando el océano para vivir la aventura de su vida.

Hoy en día, aventuras como esas ya no es fácil vivirlas en nuestro mundo meticulosamente cartografiado. Cuando yo soñaba con ir a recónditos lugares en el mundo desconocía que existían los visados. O las guías de viaje y las dichosas entradas turísticas. En la actualidad los smartphones y los vuelos baratos nos hacen posible visitar cualquier rincón, pero al final todos nos volvemos más estúpidos a la misma velocidad que los teléfonos se hacen más inteligentes. Y si pensamos en rincones recónditos al final la sensación es que solo has dado la vuelta a la esquina. Culpen al mundo global, ese en el que podemos comer hamburguesas yanquis en el Vietnam sobre el que cayó napalm y rollitos de primavera en una fonda de Matalascañas.

Pienso en el bueno de Jim y en su epopeya en busca del botín escondido en la era de la piratería y no soy capaz de imaginármelo hoy en día. El pirata borrachuzo que cargaba con el mapa del tesoro jamás hubiera llegado a la posada del muchacho, lo hubieran arrestado por incivismo. Jim seguramente no hubiera podido viajar en barco hasta las Américas por dificultades de visado, y si lograra llegar a la costa posiblemente se encontraría con un complejo turístico y tours para ver a animales barrigones malacostumbrados a que los guiris les atiborren a comida. ¿Qué más dará si la fauna autóctona se olvida de cómo conseguir comida en un entorno salvaje? Lo importante es no irse de allá sin una foto alimentando al bicho en cuestión. Y si luego hay que tomarse algo, que sea un mojito bajo en calorías, por favor.

El más común de los mortales nunca lo tuvo tan fácil para ser libre y volar más allá, y sin embargo nunca fue más cierto eso de que todo está inventado. O descubierto.

Grabación de un spot publicitario en Hong Kong.

Además en esta era de la información en la que los populismos son tónica habitual, yo temo que estemos frente a una nueva época histórica de control. Quizás sean pajas mentales mías, pero me espanta la idea de que se nos programe para no salirnos de la raya. Sobre todo al ver el mundo que viene.

Porque ese nuevo mundo es China. El país más poblado del mundo y al que se alaba por su milagro económico. La cultura milenaria que fascinó a Marco Polo y la sociedad que ni Inglaterra pudo doblegar del todo pese a haber enganchado a su población al opio.

Los poderes económicos mundiales le dejan hacer al país liderado por el ególatra Xi Jinping porque disfrutan de sus préstamos bancarios. Así cuando el líder del partido visita Europa retiran todas las imágenes de Winnieh The Poo, dibujo animado prohibido en China por su parecido al presidente no electo del gigante asiático. Y mucha gente perdona que el país viva una situación dictatorial porque se opone a la hegemonía yanqui. Lo del comunismo aún suena muy romántico para muchos.

No obstante, China no es un país libre. Sin libertad de prensa y donde a uno le arrestan por pensar diferente. Y si su forma de controlar a la población sigue creciendo y se exporta al resto del mundo, lo de que no podamos vivir las aventuras de Jim entre piratas por la globalización será el menor de los males.

El mundo bajo control que quiere China

La última librería libre de Hong Kong, en Causewaybay donde se vendían libros críticos con el Partido Comunista, fue clausurada el pasado año. Su dueño fue abducido y apareció en la China continental con un extraño nuevo discurso: el Partido es lo mejor que jamás pudo pasarle a la nación china. En el cartel rojo antes había una caricatura de Mao.

Hace un par de años, dos sinólogos en Shenzhen me contaron cómo ellos creían que la hegemonía china caería debido a su desmesurado gasto en controlar a la población. “Es imposible que puedan mantener este sistema”, me dijeron antes de dirigirse a las aulas.

Ambos daban clases en la universidad. Y, por supuesto, debían medir las palabras que allí decían. Porque en todas las aulas hay siempre dos funcionarios del partido para controlar que nadie se salga del discurso establecido, el favorable al aparato político gubernamental. A uno de ellos ya no le dejaron volver a entrar en la China de los hijos de Mao cuando residía en Hong Kong. Se le escapó alguna pulla a los dirigentes en clase y fue vetado por ello.

China educa a sus gentes en nacionalismo y amor a la patria, en gestas memorables y en relatos de su superioridad. Y cuando escasean las historias, se las inventan. Lo importante es que incluso el más pobre de los campesinos sienta que pertenece a algo muy grande. ¿Los malos de la película? Los occidentales, por supuesto. Alguien tenía que pagar el pato y por eso siempre sacan a relucir su discurso sobre los cien años de la vergüenza.

Así se entiende parte de lo ocurrido con Hong Kong. Por un lado, desde Pekín no han logrado entender qué pasaba en la región especial. Y el Partido ha insistido en que el problema de la ex colonia británica es su educación, ya que no fueron aleccionados en la grandeza de su país. Por supuesto, los hijos de Mao culpan a Estados Unidos y a las potencias europeas de estar detrás de las protestas de Hong Kong. Sin prueba alguna, por supuesto.

Quizás sea que los hongkongueses vean la película de otra forma. Porque Pekín habrá logrado mantener en un puño a los 1.500 millones de personas que -dicen- viven en la China continental, pero en la diminuta isla se han bien acostumbrado a un mayor grado de libertad.

La digitalización como principal arma

Un evento publicitario en la zona comercial de Pekín.

Lo más tenebroso del posible control chino es el auge de la tecnología. Hace dos décadas el espionaje y la persecución eran las armas principales del Partido, hoy en día ya no es necesario. En China el teléfono móvil se usa para todo, y todo ciudadano tiene un número de identificación digital ligado de manera forzosa a sus terminales. Unos dispositivos que solo usan aplicaciones chinas, cuyos datos e información se envían a las autoridades sin problema alguno.

Una de las claves es WeChat -la gran aplicación de mensajería- y los pagos con el móvil. En China no es posible usar aplicaciones de Facebook o Google, ni prácticamente ninguna de las que usamos en el resto del mundo. Eso es fantástico para los censores, que dictan qué noticias hay que dar y cómo darlas, mientras cortan el acceso a las que no les interesan. No existe la libertad de prensa en China.

Pero, ¿y qué hay de la libertad ideológica y de movimientos? Aquellos que no usen un costoso proxi para sobrepasar la censura china en Internet se ven abocados a comunicarse en unas redes sociales cuyo contenido privado es totalmente accesible para los que mandan en el país. Y los movimientos de cada persona hoy están controlados, no solo por GPS sino también gracias al sistema de pagos por móvil.

Mujer china en Pekín
Pekín es, para muchos, un pueblo grande de un costumbrismo muy curioso. En la foto, dos mujeres en un parque que antes fue ‘hutong’.

El billete del metro, el café y un pinchito de pollo en un puesto callejero son compras que dejan huella digital. Porque todo se paga cómodamente con el móvil, lo que deja un rastro de movimientos que luego puede ser usado por las autoridades para hundir a enemigos políticos. Y es que el Partido tiene acceso a todos los trapos sucios de cualquiera para hundirle o incriminarle en caso de que sea necesario.

Lo que va a rizar el rizo es el sistema de crédito social, que ya está en pruebas en muchos sitios y es un mecanismo de puntos que dará un rating a cada ciudadano en función de su comportamiento. Quien cruce la calle sin pasar por el paso de peatones perderá nota, pero si se queja del Gobierno también. Dicha puntuación servirá para otorgar créditos o prohibir tomar vuelos. Muy Black Mirror, sin duda.

Lo positivo: el gran desarrollo económico chino

North Point Hong Kong
North Point es uno de los pocos barrios de Hong Kong donde aún se respira el ambiente tradicional de la ciudad. Un lugar imperdible.

A China se le perdona casi todo. En el caso de los gobiernos de buena parte del mundo porque, claro, se ha convertido en el prestamista global. Y el pueblo llano porque no está para que le den monsergas sobre derechos humanos, libertades de opinión o maltrato ecológico. Mientras siga llegando tecnología barata made in China todo estará bien.

Lo indudable es que China ha conseguido en las últimas décadas algo impensable en los años de Mao, cuando la Revolución Cultural puso todo patas arriba. La apertura al mercado y al mundo ha creado mastodónticas ciudades en el país y ha dado dinero a espuertas a mucha gente. Es muy común en China haber hecho dinero simplemente por haber comprado un pisito a finales de los 90 y haberlo vendido en los últimos años. No se suele hablar, en cambio, de los millones y millones de pobres olvidados que no pudieron engancharse al tren del progreso.

Este gran desarrollo hace que no cueste mucho encontrarse en China con mucha gente que dice sin pudor que, puestos a elegir entre democracia y economía, se quedan con lo segundo. Que les da igual estar controlados por el Gobierno y tener que seguir sus normas si el dinero fluye.

Es algo muy asiático, en realidad. Por ejemplo, en Singapur es muy común encontrarse con taxistas que defienden a capa y espada su falsa democracia, ya que su pequeño país era un atolladero hace medio siglo y ahora mismo es una nación avanzada y aclamada. Lo que no suelen comentar es lo agobiante que es vivir allí, donde los precios de la vivienda son impagables, los bienes de consumo son carísimos y el ocio se resume a comprar en los centros comerciales, como si estuvieran en cárceles de cristal. Del asunto de que en la diminuta ciudad-estado aún se castigue físicamente a la gente con fustigamientos por incumplir la Ley mejor ni hablamos.

personas mayores Pekín
Dos personas mayores frente a un edificio en Pekín. La colada en la calle y la bicicleta, dos símbolos muy de la ciudad.

Cada uno es libre de pensar lo que desee, pero a mí me sorprende -y mucho- que tantos occidentales digan que las naciones asiáticas no están preparadas para la democracia y volar solas. Que necesitan estados dictatoriales que les guíen el camino. Como si los occidentales aún tuviéramos que enseñarles algo o darles nuestra aprobación.

En China, además, es muy fácil encontrar a muchos occidentales establecidos en el país que precisamente afirman que su modelo dictatorial es mucho más efectivo que los regímenes con elecciones libres y en los que no se castiga a quien piensa diferente. Es obvio que la democracia está en horas bajas, pero en Asia también está Taiwán, una evolución de la cultura china muy diferente, donde además de libertades y elecciones cuentan con un gran sistema social. No hay que pasarse de etnocentrista y pensar que en Occidente se hace todo mejor. En Asia hay países de sistemas que han funcionado muy bien. Sistemas incorrectos, como en todo el mundo, pero diferentes a la China continental.

China Inc, o cómo China fagocita su crecimiento

La bandera del Partido Comunista y el fastuoso edificio The Bund, en Shanghái. Dos iconos actuales de la China continental.

China censura y manipula la historia como quiere y cuando quiere. Y, además, controla muy bien a quien dice algo que no le gusta. Como por ejemplo ocurre con el llamado ejército de los 50 céntimos, un sinfín de internautas que se dedican a publicar comentarios inventados y pro-nacionalistas en todos los foros y redes sociales. Se dice que falsean unos 450 millones de comentarios cada año.

El gran logro del sistema censor es que mucha gente en el país ha comprado el discurso gubernamental -si bien no todos- y ha tragado con ello. Pero el Partido no va a dejar que su imagen la dicten otros y se salga de la línea oficial. Por eso, los periodistas dicen únicamente lo que el Gobierno exige, y si no se enfrentan a la cárcel. La prensa china es más bien un conjunto de panfletos de comunicación oficial.

Los corresponsales extranjeros tampoco se escapan. Normalmente, aquellos con visado en China se someten al escrutinio público, y a los que van -o vamos- mucho por allí y por libre se nos analiza con lupa. David Jiménez, ex corresponsal de El Mundo y autor del popular libro El director, desobedeció las recomendaciones de la Embajada china en relación a informar sobre Nepal y le pusieron en la lista negra en inmigración. No pudo volver a entrar en China.

En 2011 yo ya me las vi con ellos. Por aquel entonces vivía en Bangkok pero conocía China mucho mejor y cayó en mis manos una historia que ilustraba cómo Huawei estaba presidida por el ex general del ejército chino, además de mostrar un rastro de dinero de la compañía hacia los militares.

Publiqué el artículo -que en redacción me hicieron rebajar por posibles reprimendas- y no tardó China en contactar conmigo. Primero, los responsables de Huawei España. Y luego el consulado de China en Barcelona, que había sacado mi teléfono de las solicitudes de visado previas. Me amenazaron con ponerme en la lista negra y me avisaron de que les preguntara antes de volver a China para ver si tenía la entrada garantizada al país. Nunca lo hice, ya que pasé entonces varios años sin entrar al continente y visitando únicamente Hong Kong. En estos años recientes he vuelto al país censor sin problemas, más allá de tener que sufrir algún interrogatorio molesto.

Nuevamente, cabe insistir en que mucha gente me dice que exagero, que el control chino no es tan malo y que sin esa mano dura sería imposible unir a un país tan enorme y de costumbres diferentes. Y vuelven a insistir en ese logro que es el milagro chino y su auge económico.

Yo antes me pensaría a qué se debe dicho boom. Al gigante asiático se le conoce como China Inc en círculos económicos, como si fuera todo una gran empresa. Es normal, porque los bancos, muchas multinacionales y el Partido van todos de la mano, al estar dentro del aparato gubernamental. Funcionar de manera homogénea es clave de su éxito.

mujer china en mercado
Una mujer china vende patatas en un mercado local de Pekín.

El problema es de dónde extraen los recursos: sus propias gentes. Un ejemplo es el de los trabajadores que se desloman en centros de construcción o fábricas para ahorrar durante dos décadas el dinero necesario para que su hijo vaya a la universidad. Tras ese periodo de tiempo, el dinero ahorrado ya no vale nada debido a la fortísima inflación china, y el hijo acaba en el mismo trabajo que su padre en lugar de asistir a la universidad.

En China hay muy buena gente y también personas que han tenido muy mala suerte. La culpa no es de ellos, ni del país. Incluso se entiende a quienes quieren el progreso económico, solo quieren vivir mejor. Pero a mí me preocupa, ya lo he dicho, ver cómo el país del dragón arrasa con todo y, además, exporta este modelo a otros países. De momento, ya ha empezado por el Sureste Asiático. Tailandia, por ejemplo, ha visto sus precios inflarse y su moneda revalorizarse por la influencia china. Pero eso ya es otra historia, además de ser un tema largo y enrevesado.

Yo me asusto, porque ya no es solo que no podamos vivir historias como la de La isla del tesoro. Está todo (casi) inventado y meternos entre piratas y tesoros en mapas no es menester en la actualidad. Pero el mundo propuesto por China, con sistemas de puntuación por buena conducta y sin libertad de prensa, me parece que el modelo chino es una cárcel similar a la de la novela de Stevenson, cuando habla del pirata que se quedó encerrado en una isla paradisíaca con el tesoro. Sí, con las bondades del trópico, la belleza de la fauna marina y un botín de oro al que admirar. Pero sin una libertad real.

A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
A contrapelo, por Luis Garrido-Julve
1400 933 Luis Garrido-Julve
5 comentarios
  • Bien he vuelto a leer el artículo por segunda vez, el cual encuentro muy pero que muy interesante, pero me ha hecho pensar en el país de origen del que suscribe el artículo y de mi mismo y entiendo que es necesario pensar que el Reino de España – cuyo Rey no ha elegido nadie y a su padre lo puso un dictador sanguinario como era Franco – por desgracia hace tiempo que va en ese camino que marca entre muchos China y al siguiente artículo me remito para el que le pueda interesar:

    https://www.elnacional.cat/ca/tecnologia/llei-espanya-tancament-webs_438840_102.html

    No nos olvidemos de donde venimos un saludo.

  • Excelente artículo como todos los que escribes.

    Un apunte en relación al final del artículo: Sí, con las bondades del trópico, la belleza de la fauna marina y un botín de oro al que admirar. Pero sin una libertad real.

    Me gustaría añadir algo sobre: «libertad real del individuo»

    Recomiendo la lectura de este libro: Contra la caritat. En defensa de la renda bàsica. de Daniel Raventós i Julie Wark. Está publicado también en castellano.

    Para la «libertad real», hay que reivindicar el derecho a una existencia materialmente posible y la renta básica universal de la que trata el anterior libro, es una de las vías para conseguirla.

    Un saludo y enhorabuena por tus artículos es una placer leerlos.

  • ¡Querido Nando! No se me asuste usted :)

  • ¡Rediós, qué historia de terror! ¡Mamá, tengo miedo!

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