Cap. 06 – Subida hasta Gyaru, la mejor elección

Etapa 4 Trekking circuito del Annapurna. De Chame  a Gyaru

Cuando la mañana que partimos de Chame salí a la calle y sentí el frío que hacía ya a 2660 metros de altura me acojoné. Mientras intentaba resucitar una de mis manos a base de frotar y frotar pensé que si lo peor todavía estaba por llegar yo lo iba a pasar muy pero que muy mal. Me había mentalizado de tener que esforzarme muchísimo para llegar a Thorong La Pass, pero soportar el frío era otro cantar. Fue justo en ese momento cuando empecé a ser consciente de a donde nos estábamos adentrando.

Comenzamos la jornada bien abrigaditos
Comenzamos la jornada bien abrigaditos

Las tres horas y media que duró el primer tramo hasta Dhikur Pokhari fui casi todo el rato por delante de Toni y Yam intentando entrar en calor. La braga y la cinta de la cabeza, que los anteriores días me terminaron molestando tras un rato andando, ya no me las quité ni un solo momento. Pero pese a las inclemencias de las bajas temperaturas, el paisaje cada vez más cubierto de nieve, con sus estupas y la panorámica con las vistas de los picos desde muchos de los tramos animaban a uno a tirar adelante. Por muy extraño que pareciese aquellas montañas tenían la capacidad de seducir, motivar y hacer andar a la gente hacia ellas.

Una bonita estupa por el camino
Una bonita estupa por el camino
Las grandiosas montañas de los Annapurnas
Las grandiosas montañas de los Annapurnas

Los sticks, que todavía estaban intactos y apenas los habíamos sacado de la mochila en alguna ocasión, se convirtieron en una herramienta imprescindible que, además de ayudarnos a andar, impidieron que sufrieramos alguna que otra caída.

Haciendo uso de los sticks
Haciendo uso de los sticks

Aquella mañana fuimos durante mucho rato acompañados de más gente pues nos habíamos apelotonado trekkers, porteadores e incluso un par de recuas de burros que andaban de un pueblo a otro. Cruzamos puentes colgantes, hicimos breves paradas para descansar y hablamos con otros viajeros. Fue muy entretenido y en ningún momento pesado.

Toni en uno de los muchos puentes
Toni en uno de los muchos puentes
Algunos porteadores con los que nos cruzamos por el camino
Algunos porteadores con los que nos cruzamos por el camino
Una de las paradas para tomar notas y descansar
Una de las paradas para tomar notas y descansar

El segundo tramo hasta Lower Pisang tampoco requirió grandes esfuerzos, pero puesto que llevábamos ya casi cinco horas de caminata y las vistas desde aquel pueblo eran sensacionales decidimos parar allí mismo a comer. En uno de los restaurantes, en el que nos aconsejó Yam como siempre, nos sentamos a esperar nuestro enorme plato de arroz. Estábamos sentados en el restaurante del primer piso, cuyos ventanales ofrecían una perspectiva del pueblo y las montañas excelentes, quizás por eso apenas nos dimos cuenta de que estuvimos una hora entera esperando nuestra comida.

En el comedor del hotel donde paramos a comer
En el comedor del hotel donde paramos a comer

En los postres llegó el debate. ¿Hasta dónde queríamos llegar ese día? Según habíamos leído, una de las opciones de la ruta era hacer una noche en Gyaru, un pequeñísimo pueblo a 3670 metros sobre el nivel del mar, en el cual dormir una noche ayuda bastante a la aclimatación a la altura. Además si se sigue esta ruta el día siguiente se llega hasta Manang por la High route, la parte alta de las montañas.  No todo el mundo pasa por aquí, pues es posible ir desde Lower Pisang hasta Manang por otro tramo que no sube hasta Gyaru (mucha gente opta por quedarse a dormir en Lower o Upper Pisang y el día siguiente ir a Braka o Manang por la parte baja sin tener que pasar por Gyaru), pero cómo éramos novatos con esto de las alturas, quisimos hacerlo de la mejor manera posible y optamos por pasar la noche allí arriba. Dicho y hecho cogimos las mochilas y nos pusimos otra vez en marcha.

A hacer rodar los cilindros que traen buena suerte
A hacer rodar los cilindros que traen buena suerte
Camino de Gyaru
Camino de Gyaru
Primer tramo con el Annapurna II de fondo
Primer tramo con el Annapurna II de fondo

La primera hora aquello fue un paseo, ni una subida y ni una gota de sudor, facilísimo, pero cuando llegamos a la base de la montaña en la que se encontraba el pueblo la cosa cambió por completo. Había que subir por un camino en zig-zag empinado que bordeaba una de las paredes, uno de esos que tanto me gustan a mi… Otra vez a respirar hondo y a subir. Uno, dos, uno, dos, uno, dos, ffffffffff, uno, dos, uno, dos, ffffffff, uno, dos, ffff, uno, d… do… dooos, ffffffffffff

Con Yam cruzando el último puente antes de subir a Gyaru
Con Yam cruzando el último puente antes de subir a Gyaru
La tremenda subida de 1000 metros
La tremenda subida de 1000 metros hasta Gyaru

Lo peor de todo era mirar hacia arriba y ver todo lo que quedaba cada vez que paraba a respirar agonizando. ¡¡Y como siempre el toro de Yam más fresco que una rosa!! Tras varias paradas para recuperar el aliento, y muchas palabras de ánimo de Toni que ya estaba casi recuperado de sus problemas intestinales, conseguimos llegar arriba.

¡¡Ya llegamos a Gyaru!!!
¡¡Ya llegamos a Gyaru!!!

Todavía quedaban algunos minutos de sol y las vistas del Annapurna II nos dejaron boquiabiertos. Habíamos subido 1000 metros en un día, pero aquella panorámica insuperable merecía sin duda cualquier esfuerzo que hubiésemos hecho. ¡Qué preciosidad!

Impresionante el Annapurna II (con la cara picassiana, eh?)
Impresionante el Annapurna II (con la cara picassiana, eh?)

Fue cuestión de minutos que la niebla envolviese las montañas y no las dejara ver con la misma claridad. El tiempo justo que tardamos en encontrar un hostal, subir a dejar las mochilas y volver a bajar. Suerte que cuando se hizo de noche, paró el viento y la luz de la luna fue suficiente para poder seguir disfrutando de aquel espectáculo visual.

En el hotel donde nos hospedamos
En el hotel donde nos hospedamos
Las nubes intentando tapar la cara del Annapurna II
Las nubes intentando tapar la cara del Annapurna II

Aquella tarde-noche la compartimos con una pareja adulta de alemanes, una más joven de canadá y nuestros porteadores. Aquel pueblo y aquel hostal de madera tenían un encanto especial que hacía que a pesar del frío polar que calaba hasta los huesos nos encontrásemos tan agusto como en casa. La sopa y los momos nos los tuvimos que comer tapados con mantas, pero en cuanto terminamos de cenar el propietario del hostal nos sacó un brasero al que acudimos todos como mosquitos a la luz. Aquel calorcillo nos unió en un pequeño círculo que pronto se acompañó de anécdotas viajeras y nos mantuvo juntos hasta que se extinguió. Cuando, muertos de sueño subimos a nuestra habitación aún estuvimos media hora hipnotizados mirando a través de la ventana la misteriosa silueta de Annapurna II que, gracias a la luz de la luna se seguía viendo con total claridad.  Si desde allí la panorámica era tal, ¿Cómo serían las vistas los días siguientes? Ansiosos estábamos ya de empezar con lo bueno…

El Annapurna II iluminado con la luz de la luna llena
El Annapurna II iluminado con la luz de la luna llena
700 465 Carme
2 comentarios
  • Qué es lo que sigue? He encontrado esta página por causalidad y en pocos días he tomado la costumbre de leerte antes de dormir (quizás buscando ir en sueños a estos lugares) y hoy al terminar de leer esta entrada no logro encontrar la siguiente… Sigueme contando sobre Nepal por favor!

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