Cap. 09 – Tour Tsiribihina – Tsingy (IV): Bekopaka con escapada nocturna

Cuando desperté la siguiente mañana en la habitación del hotel Karibo no podía creer lo bien que me encontraba. Atrás quedaban las náuseas y el malestar general y otra vez volvían las ganas de seguir descubriendo Madagascar. Pensar que no tenía que volver a subir a la piragua aún me animó más, así que con las pilas cargadas bajamos al restaurante y empezamos con el desayuno. Después de un día entero sin tomar nada me hubiese comido todo lo que había en la mesa, pero sabía que mi estómago no estaba al cien por cien y no quería forzar la maquinaria.

El 4×4 vendría a por nosotros en una hora para salir rumbo a Bekopaka por lo que disponíamos de tiempo de sobra para ir a comprar algo de comida para el viaje. Salimos y nos perdimos en el gran mercado de Belo que ocupaba varias calles del pueblo y que a esas horas de la mañana ya estaba repleto de gente. Los puestos de lambas invadían una amplia avenida y resistirse a la tentación de mirarlos era imposible, pues las telas de mil estampados y colores diferentes decoraban la calle acaparando toda mi atención. Tanto es así que terminé comprando un par de ellos.

Inevitable la compra de un lamba (o varios)
Inevitable la compra de un lamba (o varios)

Seguimos adentrándonos en el mercado hasta llegar a los puestos de comida, donde la calle desaparecía y el espacio entre ellos era el justo para que pasaran dos personas.

El mercado de Belo Sur Tsiribihina
El mercado de Belo Sur Tsiribihina

Cuando lo tuvimos todo, botellas de ron malgache incluidas, volvimos al hotel habiendo gastado más de lo previsto, pues en Belo los precios son caros por el transporte de las mercancías hasta allí. Una vez reunidos todos partimos alegres pensando que no había que subir más en piraguas ni en carros, sin sospechar siquiera que el 4×4 también lo acabaríamos aborreciendo como al resto de vehículos.

Qué alegres íbamos en el 4x4...
Qué alegres íbamos en el 4×4…

Dejamos atrás Belo-sur-Tsiribihina por una carretera que pronto también desaparecería para convertirse en un camino de tierra roja lleno de socavones y cuyo único paisaje, a parte de palmeras y árboles secos, eran los pequeños poblados que íbamos atravesando. Los niños celebraban nuestra fugaz visita persiguiendo el coche e incluso dando golpes en los cristales. Pronto nos dimos cuenta que querían que les diéramos las botellas de plástico, así que cuando nos veían de lejos se apresuraban a llegar los primeros para ver si teníamos el tan valorado recipiente.

Un par de horas más tarde paramos en medio del camino a comer y delante de un par de árboles que daban un poco de sombra preparamos el picnic. Con el hambre que llevaba acumulado y me tuve que conformar con un bocadillo de plátano con el que tenía que ingerir un litro de agua en cada bocado para empujarlo hasta el estómago. De la nada aparecieron un grupo de niños acompañados de un adulto que con todo el descaro del mundo y prestando mucha atención se entretenían mirando como comíamos.

El viaje aún duró unas cuantas horas más sin más entretenimiento que saludar a los niños cuando pasábamos por delante de sus cabañas y sujetarnos para no rompernos la cabeza con el techo del coche. Había tramos en los que el suelo estaba tan destartalado y lleno de socavones que Jack tenía que usar su imaginación para ingeniárselas y averiguar el mejor modo de atravesarlos. No quería ni pensar cómo debía ser aquello en época de lluvias, cuanto menos intransitable.

A mediodía llegamos a Bekopaka, pero para variar había que acceder al camping cruzando con otro ferry. Por suerte esta vez se trataba de un tramo muy estrecho de un minuto de duración.

Llegamos al lugar donde cruzar el río
Llegamos al lugar donde cruzar el río
Nos acercamos un poco...
Nos acercamos un poco…
¿Qué os parece la escena?
¿Qué os parece la escena?
Leonard y Toni posando para la foto
Leonard y Toni posando para la foto

La zona de acampada estaba justo al lado del río y no demasiado repleta, tan solo había una decena de tiendas de campaña montadas y mientras nuestro guía volvía a poner las nuestras fuimos a tomarnos algo fresquito al restaurante-chiringuito, una cabaña con algunos adornos para hacerlo más exótico.

Mirad que chiringuito!!
Mirad que chiringuito!!

De nuevo hacían acto de presencia los niños curiosos que más tarde nos acompañaron hasta las tiendas y se sentaron con nosotros en el suelo. Cuando me di cuenta tenía dos niñas sentadas encima, dos pulseras menos y la cabeza llena de trenzas.

Trenzas por aquí, trenzas por allá
Trenzas por aquí, trenzas por allá

Las duchas, de las que se habían apoderado los cerdos que nadaban en el barro de alrededor, eran toda una exposición de fauna autóctona. Lagartos, gallinas, cucarachas y arañas paseaban a sus anchas haciéndole a una tener que mirar dentro del cubo de agua cada vez que cogía un cazo para no terminar pescando algo.

Después de la ducha más bien refrescante que otra cosa y cuando empezaba a anochecer fuimos a cenar al chiringuito, amenizado con la voz a tope de un culebrón que estaban viendo un grupo de malgaches. En cuestión de minutos se llenó la mesa de platos repletos con exquisitas salsas, pero mi estómago seguía pidiéndome un poco de tiempo para recuperarse y terminé comiendo arroz hervido y más plátanos.

Menos mal que esa noche por fin íbamos a hacer algo interesante. Leonard nos había convocado después de la cena para hacer una excursión en busca de fauna nocturna así que cogimos las cámaras y nos pusimos en marcha.

Camino del avistamiento de animales nocturnos
Camino del avistamiento de animales nocturnos

Tras diez minutos andando llegamos a un sitio suficientemente alejado del camping como para poder ver algún animal y unos minutos más tarde empezábamos a ver los primeros camaleones.

Uno de los camaleones que vimos
Uno de los camaleones que vimos

Tampoco tardamos demasiado en ver el primer lémur, un animalillo pequeño y de ojos grandes escondido entre las ramas de un árbol, que abría tímidamente los ojos preguntándose quien venía a molestarle…

El atemorizado lemur nocturno
El lémur nocturno

El resto de bichos que vimos durante la excursión fueron lagartijas y cucarachas enormes y media hora mas tarde volvíamos al camping a dormir.

Fue una noche tranquila, salvo por un grupo de jóvenes que quisieron amenizarla un rato con su música del coche a toda voz, hasta que Françoise salió sacando un genio que no veas y les gritó: ¿esto qué es, un burdel? Desde ese momento lo único que se escuchó fue a algún que otro gallo…

275 270 Carme
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