Cap. 09 – La llegada a Luang Prabang por el río Mekong

Antes de subir al barco ya querían timarnos otra vez. Cuando estábamos desayunando el chaval que nos atendía nos preguntó “¿y para el viaje no queréis nada?” y al decirle que no nos dijo “¿seguro? Son 10 horas de trayecto!!” sabíamos que mentía y que el viaje de hoy era algo más corto, que no iba a durar mas de 7 horas, pero nos lo dijo por si colaba.

Barcas en Pak Beng
Barcas en Pak Beng

Nadie tenía muy claro a que hora iba a salir el barco porque vimos a gente que venía en el nuestro y cada uno nos decía una diferente, en realidad no lo dijeron, así que fuimos pronto por si acaso.

Salimos hacia las 10. Otra vez en el barco repitiéndose las mismas escenas del día anterior, pero la diferencia era que el barco (al menos en la parte que nos pusimos nosotros) era más cómodo. En la parte delantera había dos banquetas una enfrente de la otra así que ahí teníamos más espacio que en los banquillos que estaban en fila. Además las maletas las dejaron en una especie de bodega que había debajo de unas puertas que se abrían en el suelo y no en una montaña como el día anetrior. Mientras cargaban todo y la gente iba entrando Toni salvó la vida a un par de “turistas empanaos” que seguro iban de resaca e iban directos al agujero. Uno de ellos le miró con cara de susto me imagino que pensando “si no me coge este me voy de aquí con la pierna rota”. También viajó con nosotros otro niño laosiano diferente al anterior, pero con una cosa en común: comer lo que fuese y llevar de cabeza a su madre…

Niño tragón
Niño tragón

Se nos pasó mas rápido el trayecto que el día anterior, por la comodidad, porque ibamos mas mentalizados y porque sabíamos que era el último día. Pudimos echar un par de cabezaditas y nos reímos un rato de “Santiago Segura” (una versión hippie con rastas del actor). Cuando no nos reíamos de él nos reíamos de el de “American Pie” o de los skaters… ¡¡¡¡al final ya no sabíamos ni que hacer!!!! El caso es que llegamos antes que el día anterior porque aun era de día y tuvimos más de lo mismo: decenas de chavales con carteles anunciando guesthouses, restaurantes y bares, así que antes que nos acechase alguien subimos hacia la ciudad en busca de un tuk-tuk. Nos llevó a la guesthouse que le pedimos “Thavesouk Guest House”, que nos convenció porque tenía aire acondicionado, baño propio y estaba entre los económicos.

Calle de Luang Prabang
Calle de Luang Prabang

Nada mas descargar y darnos una buena ducha dejamos en la porteria la ropa que llevábamos sucia, que aunque la íbamos lavando a mano y con una pastilla de jabón, la del trekking necesitaba pasar ya por la lavadora a hacerse una limpieza a fondo. Salimos a dar una vuelta por el centro de la ciudad en busca de algun restaurante, y empezamos a saborear el ambiente de Luang Prabang, el sitio más bonito que vi de Laos, y con razón patrimonio de la humanidad.

Templo en Luang Prabang
Templo en Luang Prabang

Conocida como “la ciudad de los mil templos” por estar llena de ellos, restaurantes característicos por doquier y rodeada de edificios coloniales franceses hace que todo junto le de un atractivo especial que hace que pasear por sus calles sea cautivador. Anduvimos un rato por el centro donde estaba puesto el mercado  alumbrado con la luz de las farolas cuando cayó la noche, pero vimos que había infinidad de cosas que comprar  así que decidimos que iríamos el día siguiente con mas tiempo a comprar regalos para todo el mundo.

Detalle de un puesto de frutas
Detalle de un puesto de frutas

Travesamos todo el mercadillo y al final encontramos una calle toda llena de restaurantes. Había miles y todos con decoración de colores y con los farolillos que vendían en los puestos. Todas nos parecieron apetecibles aunque al final paramos en una que nos parecía que tenía los precios un poco mas baratos y una terracita fuera.

Terracita del restaurante
Terracita del restaurante

Menos mal que tenía toldos porque cuando nos pusimos a cenar empezó a caer todo el agua que se veía venir desde hacía una hora, ya que no paraban de caer relampagos. Me encantó el arroz que nos sacaron aunque se hubiesen equivocado de plato, y al gato que se sentó conmigo también. Cuando me di cuenta tenía a un gato sentado conmigo y a otro negro y pequeñito pidiéndome carne a los pies de la mesa.

El gato caradura
El gato caradura

Terminamos de cenar pronto y nos fuimos a la habitación, queríamos descansar para poder dedicar todo el día siguiente a hacer turismo por la ciudad. Y aunque no teníamos mucho sueño nos pusimos un canal de television con videoclips laosianos y nos dormimos en un santiamén.

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