Día 3. Khechuperi
La tranquila villa en lo alto de la colina de Khechuperi y los amables anfitriones de la homestay nos sedujeron tanto en tan poco tiempo que decidimos quedarnos a disfrutar del lugar un día más antes de seguir con la ruta.
El poblado era realmente pequeño, tan solo las casas de un puñado de familias, el monasterio y animales por todas partes: cabras, gallinas, gatos, perros y alguna vaca. Y en medio de todo aquello la renacuaja de Diken, la hija de los propietarios de la homestay haciendo siempre de las suyas con su conejo y su oso panda de peluche enganchados a la espalda. Aquella niña no podía ser más tierna y nos tenía todo el rato entretenidos.
Por la mañana quisimos salir a dar un paseo en busca de unas cascadas que, según la guía y los locales no estaba muy lejos, pero la verdad es que nunca las llegamos a encontrar. Tras mucho preguntar y más andar no conseguimos ir más allá de un pequeño riachuelo, pero al menos el paseo había valido la pena.
Por la tarde, después de comer en la homestay y ver con qué paciencia y destreza hacían los momos la dueña de la homestay y su cuñada, bajamos hasta el lago sagrado a pesar de que eso significara tener que volver a subir después la colina para volver al pueblo.
Ya de vuelta en el alojamiento, y siendo ya casi tres más de aquella familia, decidimos aportar nuestro granito al decorado que entre todos los viajeros habían hecho. Toni, el más mañoso de los dos, se encargó de dejar constancia de nuestro paso por allí con un rotulador y un trocito de madera, además de pegar una foto de nuestra sobrina en un mural de viajeros que habían pasado por allí. Seguro que es la más joven de [email protected]
Aquella noche hubo ron y cerveza para todos…
Día 4. Khecheopalri – Yuksom
El último día de caminata, antes de empezar la marcha quisimos presenciar una importante ceremonia religiosa en el monasterio de la villa, donde los monjes recitaban oraciones y tocaban instrumentos musicales. Y Diken, cómo no. se unió a la fiesta.
Hicimos un buen almuerzo antes de despedirnos de todo el mundo y tras recibir un regalo en forma de stick casero empezamos el descenso. Tardamos tan solo dos horas en bajar hasta la carretera, pero fueron suficientes para terminar con los dedos de los pies magulladísimos. Una vez allí teníamos que esperar a que pasara algún jeep en dirección a Yuksom pues eran demasiados kilómetros para recorrerlos a pie, pero aquello nos llevó casi una hora porque cada vehículo que pasaba estaba repleto de gente o directamente pasaba de largo. Finalmente un jeep se apiadó de nosotros y, tras enviar a algunos ocupantes al techo del vehículo, nos embutimos allí dentro junto con el resto de viajeros.
Aquella noche en Yuksom salimos a cenar con Pauline para despedirnos, pues ella quería seguir con el trekking y nosotros teníamos que volver ya a Pelling. El visado de India estaba a punto de expirar y teníamos las horas contadas para cruzar la frontera con Nepal.
Día 5. Yuksom – Pelling
Levantarnos demasiado tarde aquel día nos impidió volver a Pelling con un taxi compartido, así que no nos quedó más remedio que pagar al propietario de la guesthouse para volver con él. 1500 rupias nos costó la broma.
Aquel último día en Pelling (y en India) nada pudo separarme de la chimenea del hotel Kabur ni del gatito que me mimaba ronroneando encima de mis piernas. Aquella noche, un grupo de jóvenes de Sikkim muy curiosos y simpáticos nos invitaba a cervezas y nos sorprendían contándonos cosas de su estado y otras que curiosamente conocían de España. Fue una bonita despedida de un país que nos había acogido durante 4 largos meses repletos de experiencias, en nuestra cabeza en esos momentos estaba ya Nepal…
Artículos de esta trilogía:
- Sikkim (I): Pelling, punto de partida de la Ruta de los Monasterios
- Sikkim (II): Dos jornadas de ruta hasta Khechuperi
- Sikkim (III): El lago de Khechuperi, Yuksom y final del trekking
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