Cap. 02 – Camino a Bangkok, nuestra entrada en el sudeste asiático

El almuerzo de despedida fue en el bar de los padres de Toni. Llegó el momento de partir y dejar durante un mes entero nuestros quehaceres cotidianos apartados. Un paréntesis en nuestras vidas tan fugaz como inmortal. El día esperado y la ocasión de experimentar.  El tiempo de vivir.

De todas las cosas que me pude imaginar de camino al aeropuerto, lo que no se me ocurrió pensar es que éste iba a ser el viaje que me iba a abrir los ojos. Abrirlos para ver el mundo y descubrir que todas esas cosas que dicen que pasan son verdad: existen. Que hay quien no puede ir al colegio, que hay gente que pasa hambre, que los niños tienen que mendigar, que algunos apenas  se pueden vestir, que las guerras dejan secuelas, que las minas arrancan piernas, que la prostitución infantil deja de ser una cosa que pasa a la otra punta del mundo cuando ves a una niña de la mano de un hombre delante de ti, que los padres venden a sus hijas, que hay quien paga por acostarse con esas niñas…Que el mundo esta mal.

La única conclusión acertada que pronostiqué antes de subirme al primer avión es que este viaje nunca lo iba a olvidar, ni lo bueno, que ha sido mucho, ni lo malo.

Empieza aquí un diario que me apetece mucho escribir, mostrar lo que ha sido Camboya para mí, un país desconocido del que he aprendido tanto: su historia, su gente, sus lugares, sus encantos y sus desgracias. Simplemente lo que vi y sentí.

Camboya...
Camboya…

A las 12:55 teníamos el vuelo a Malpensa. Después de acompañarnos hasta Manises Juan Álvaro el hermano de Toni, nos deseó suerte y entramos al aeropuerto. Estábamos contentos y despejados, sin habernos pegado la paliza de viaje en coche hasta Madrid del año pasado, y cuando nos dimos cuenta ya estábamos volando a Milán.

El trayecto fue corto, pero lo pesado fue tener que estar cinco horas esperando a que saliese el avión de Etihad Airways, aunque no me debería quejar porque la que no quería cogerlos muy juntos y perder alguno era yo. Pero si el año pasado resistimos seis horas en Ubon Ratchatani sin nada que hacer, un aeropuerto con sillas, bares y sitios para comer era un paseo en lancha.

Carme en el aeropuerto de Milán Malpensa
Carme en el aeropuerto de Milán Malpensa

Cuando se hizo la hora  embarcamos y a las 21:00 partimos rumbo Abu Dhabi. Recuerdo que una vez en el interior  nos llamó la atención la decoración de los aviones de Etihad airways; todo con colores pastel que transmitían una sensación de relajación tan necesaria para mi en esos momentos. Aunque me guste volar nadie me quita el sofoco del despegue, por no hablar de los ratos de turbulencias…

Ante todo la cenita con el vino de honor, ritual que tanto le gusta a Toni, y cuando se apagan las luces a dormir lo que se pueda. No pude ni siquiera ver una peli porque la compañía no tenía ninguna es castellano. Lo intenté con la de “Bola de dragón” en inglés pero al final me convencí de que no valía la pena seguir engañándome, que no me estaba enterando de nada.

Ese vinito francés...
Ese vinito francés…

El aeropuerto internacional de Abu Dhabi me recordó muchísimo al de Qatar: velos, pañuelos y burkas. Al entrar nos hicieron pasar por delante de una cámara térmica, no sin antes haber rellenado en el avión un cuestionario preguntándonos si teníamos fiebre o en que países habíamos estado los últimos días. Superada la prueba de la gripe A nos fuimos a buscar la terminal y de camino nos encontramos una especie de jaima con almohadas en el suelo que nos vino perfecta para esperar al siguiente avión. Allí nos quedamos tumbados en compañía de una mujer con la tira de hijos hasta que escuchamos la llamada a los pasajeros.

La jaima del aeropuerto de Abu Dhabi
La jaima del aeropuerto de Abu Dhabi

La sorpresa llegó cuando después de esperar un rato dentro del avión casi vacío nos dimos cuenta de que ya no faltaba nadie más por subir, que teníamos un Boeing 777 entero para nosotros y pocos más. En este si que fue comer y dormir plácidamente. Con tres asientos a mi disposición me tumbé y estiré las piernas. No me tuve que mover ni para ponerme el cinturón al pasar por una zona de turbulencias, una azafata me vio durmiendo y me lo puso.

Un avión casi para nosotros solos
Un avión casi para nosotros solos

A las 20:00 del domingo llegamos a Bangkok y aunque en un principio quisimos buscar el autobús que llega hasta Rambuttri, el cansancio empezaba a hacer estragos y pedimos un taxi. Con la experiencia de las otras visitas a la ciudad, Toni consiguió sacar el recorrido por 350 bahts. Y por fin llegamos a la primera parada, estábamos otra vez en Tailandia repitiendo en el Rambuttri Village. Me resultaba todo familiar y me gustaba la sensación: los taxis fucsia, los volantes a la derecha, la gente  en la calle, los puestos de comida, los de ropa, los bares…

Nos dimos prisa, una ducha rápida y volvimos a salir para buscar algún sitio en el que cenar. Aun así la lluvia fue más rápida que nosotros y no nos dejó ni salir del portal donde esperamos con la esperanza de que fuese una tormenta como las de siempre, de diez minutos. Pero pasaron diez y veinte minutos y en vez de mermar el agua cada vez caía más enérgicamente, así que no tuvimos mas remedio que subir a por los ponchos y enfrentarnos a la tempestad. A trancas y a barrancas llegamos a un restaurante, justo enfrente del puesto donde cenamos el año anterior y allí nos refugiamos del temporal. Mientras esperábamos los platos escuchamos unos truenos como pocas veces en nuestras vidas al mismo tiempo que pensaba “menos mal que ya no estoy en el avión, porque oigo esto ahí arriba y me da un ataque de pánico”.

Aunque en un mes hay tiempo de saciarse de arroz y nuddles, esa noche los disfruté mucho, no hay nada como oír como cae un aguacero estando a cobijo, que relajante… Si solo oírlo ya nos impresionó, cuando salimos a la calle nos quedamos pasmados: ¡estaba inundada!. Era imposible que hubiese caído todo ese agua, durante la cena había cambiado el escenario, el restaurante se había tele-transportado y estábamos en Venecia. No me hubiese extrañado ver pasar una góndola con mis padres arriba disfrutando de sus vacaciones y preguntándome: ¿tu no te ibas a Camboya?

Bangkok inundada
Bangkok inundada

Pero como no pasó ninguna barca nos tuvimos que armar de valor y tirarnos al río, y dando por perdida la oportunidad de volver a visitar Khaosan street fuimos directos al Susie Pub.

Encima de la acera...
Encima de la acera…

Sentados en la parte de afuera y viendo pasar a la gente que vencía los baches como podía nos pedimos una cerveza y un mojito y nos sacaron dos de cada por ser la hora feliz. Pero hartos de tanto agua no pudimos con los vasos  y nos fuimos a dormir, que ya era hora.

Disfrutando de la “Happy Hour” en el Susie Pub
Disfrutando de la “Happy Hour” en el Susie Pub

El mago enmascarado aun nos tuvo un rato despiertos delante del televisor revelándonos como se puede andar por encima del agua,  y después de ver como nos toman el pelo con los trucos caí en un sueño profundo…

275 270 Carme
4 comentarios
  • El principio del capitulo, hace que se ponga los pelos de punta… contando un poco la miseria que os podeis encontrar alli. Es fascinante el vieje, nada mas llegar,ya teneis anecdotas que contar, lo que me hacer pensar que el resto no tendra desperdicio…

    Psd: Carme te superas!

  • Però com escriu la Carme de be, no m'ho acabe de creure, cada any et superes.

  • Que tal Maider???? Ya te queda poco!!! Espero que disfrutes leyendo los relatos del mismo modo que nosotros disfrutamos haciéndolos (bueno, haciéndolos Carme…)

    Un saludo!

  • ¡Bienvenidos!

    Es una pena que se haya acabado vuestro viaje… pero ¡ahora podremos disfrutar de los estupendos relatos!. He estado al tanto de vuestros pasos vía facebook (una gran idea).

    A mí ya me queda poquito… ¡vuelo el día 15!. Estaré atenta a vuestros relatos e indicaciones para cuando pise Camboya.

    Muchas gracias por todo y disfrutad de la publicación del diario de viaje (es muy muy muy útil para todos).

    Un saludo;

    Maider

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