Percibí la suave brisa en mi espalda erizándome la piel y sentí la necesidad de taparme con una sábana, abrí los ojos y vi la luna, entonces recordé que seguía durmiendo bajo el manto estrellado que cubría el Sahara esa noche. Tan a gusto como estaba y temerosa de romper esa tranquilidad no me atreví a levantarme y acercarme a la haima, así que cogí el pañuelo tuareg que seguía enrollado en mis pies, lo desplegué y cubrí todo mi cuerpo. Cerré los ojos y entonces dejé de escuchar cualquier ruido que no fuese mi respiración y seguí durmiendo.
-Bonjour!!!
-Good morning!!!
-Bonjour!!!
-Good morning!!!
Nour fue el primero en levantarse y el encargado de despertar al resto del grupo, dio la vuelta entera al campamento y aunque todos habíamos decidido dormir al aire libre fue acercándose a cada pareja dando los buenos días. Íbamos levantándonos y desperezándonos a paso de tortuga, algunos incluso se resistían a moverse del colchón y abandonar la cama que les había proporcionado una noche tan mágica así que siguieron acostados hasta que Nour insistió en que fuésemos a desayunar. Los paseos hacia el baño improvisado se sucedieron, nos cruzábamos unos con otros y con los ojos medio cerrados aun, nos saludábamos.
Finalmente nos reunimos todos en la haima-comedor donde estaba preparado el desayuno. Comimos con prisas porque ya llevábamos retraso y según lo previsto tendríamos que llegar al punto de llegada de los camellos antes de que el saliese el sol y el camino se volviese insoportable. Dimos los restos de desayuno a los gatos “bereberes” que habitaban el campamento sabedores de la lástima que causan en los hospedadores y que aprovechan para llenar sus estómagos cada día, recogimos las mochilas y nos dirigimos a los camellos.
Esta vez el camino fue mas doloroso que placentero, con las agujetas ya bien instauradas en nuestras piernas, los saltos que daba el animal al subir y bajar las dunas eran punzadas de dolor que intentaba evitar cambiando de postura cada pocos metros, y aunque a Toni le daba mucha risa ni a mi ni a mis piernas nos hacía tanta gracia. A pesar de todo la vuelta se hizo más corta, y antes de partir en la minivan otra vez, nos despedimos de los bereberes y les dimos una propina en agradecimiento a la buena noche que nos hicieron pasar y la exquisita comida que nos habían servido. Ahora nos quedaba recorrer los centenares de quilómetros que habíamos hecho para volver a Marrakech, así que nos acomodamos de la mejor forma posible en la furgoneta y marchamos de allí.
Ahora el ambiente dentro de la minivan era diferente, cansados, y con algo de confianza ya, cada uno buscaba la postura más cómoda para hacer más llevaderas las horas de carretera. En la parte trasera Toni y yo incordiábamos a Katie preguntándole la traducción de típicas expresiones francesas que no sabíamos que significaban, y entre charlas, siestas y paradas para tomar algo y rezar quien lo tuviese que hacer se nos pasó la mañana de forma más amena.
Finalmente llegamos a Ourzazate, pero esta vez comimos en un restaurante distinto. Subimos arriba del todo donde había una terraza creyendo que a lo mejor allí corría un poco de viento que aliviara el sofoco durante la comida, pero fue en vano, ya que a esas alturas la temperatura era la misma que en la parte de bajo. Así que aunque hubo alguno que si, yo no me atreví a comer cus-cus con semejante calor. Durante la comida hablamos sobre quien quería visitar el museo que nos había propuesto Nour y como nadie quiso al final fuimos todos juntos a visitar el casco antiguo del pueblo.
El centro de éste era poco más que callejuelas estrechas y oscuras en cuyas esquinas había siempre algún tendero intentando vender algo. Nour iba explicándonos curiosidades sobre la gente del pueblo y su manera de vivir, dejándome pensativa cuando nos contó que los niños cuyas familias no podían pagarse la educación básica, que son la gran mayoría, tenían la “oportunidad” de estudiar en unos centros en los que la mayor parte de la materia consistía en estudiar el coran…
La dueña de una riad, amiga de Nour, nos abrió las puertas de su hostal para que viésemos la típica decoración en aquella zona. Las habitaciones, con mucha decoración y colorido aunque sin llegar a estar sobrecargadas, el patio lleno de plantas e iluminado, el comedor acogedor y la enorme terraza. Una riad de lo más hermosa en la que no me hubiese importado alojarme durante unos días si estuviese bien de precio, cosa que no recuerdo, como no recuerdo tampoco el nombre de la casa.
La fugaz visita a Ourzazate terminó y antes de subir a la furgoneta otra vez deseamos un buen viaje a los canadienses que se quedaban allí para seguir con su recorrido por Marruecos. Esa fue la última parada con nombre propio, las siguientes fueron solo para estirar las piernas, así que en unas horas llegamos a Marrakech. Nour nos dejó en la plaza Djemaa el-Fna, nos despedimos de él y se fue, no se si la cara tan larga era por el hecho de partir sin propina que al menos Toni y yo consideramos que se la podría cobrar de la diferencia de precio entre los hoteles…
Chris y Angelina se quedaron en la misma riad en la que estuvieron los anteriores días en Marrakech, así que les dijimos adiós y Katie y Estela se vinieron a la nuestra. Michaelle nos recibió con una sonrisa enorme en la boca al ver que llevábamos compañía, y las chicas al ver la casa se quedaron encantadísimas, así que no dudaron y le dijeron al anfitrión que les mostrase su habitación, mientras nosotros fuimos directos a la nuestra donde seguían guardadas las mochilas y nos dimos una buena ducha.
Una vez todos acicalados nos reunimos en el patio, y mientras decidíamos donde cenar esa noche le comentamos a Michael (esta vez con mejor comunicación gracias al francés de Katie) si podríamos usar la cachimba. El hombre se comprometió en comprar tabaco y carboncillos y nos prometió que cuando volviésemos tendríamos la cachimba preparada en la terraza.
Cuando nos acabamos de tomar el te y las pastas a los que nos invitaron salimos a buscar un local en el que cenar por última vez para terminar otra vez en uno de los restaurantes de la plaza donde ya habíamos estado, pero esta vez en la terraza donde las vistas eran insuperables y ahora con mas compañía. Con aquella panorámica de fondo que amenizaban la velada, cenamos tajin por última vez, recordamos momentos del tour, charlamos largo y tendido y compartimos las últimas horas de viaje con Katie y Estela a las que todavía les quedaban unos días de aventura.
El colofón fue en la terraza de la riad donde los dueños nos habían preparado la cachimba con tabaco de frutas y la dejaron en una de las mesas que había cerca de los sofás donde nos acomodamos.
Y ese fue el escenario al aire libreen el que entre calada y calada dijimos adiós a Houda y Michaelle, a las chicas a Marrakech y a Marruecos.
Muchisimas Gracias por contar con pelos y señales todo el tour por el desierto.
A pesar de las ” inclemecias ” seguro que acabasteis con buen sabor de boca.
NOsotros vamos a estar 2 días en marrakech , luego queremos hacer el tour del desierto de 2 dias y una noche y despues volver a marrakech 2 días mas ( igual nos escapabamos a essouira ). Mi pregunta es<. Volvisteis al mismo Riad despues del desierto, teniais la habitación pagada tambien las noches que no estuvisteis para poder dejar la maleta,???? o reservas los primeros días y les comentas luego que vas a volver….. es que ese tema no se como hacerlo…..
Muchas gracias