–Namaste. Ta pai lai costo’so? -Le dije al chico que se acercó a atendernos.
-Namaste –contestó sorprendido -Malai ticsa, ta pai co nam kió?
–Mera nam Carme ha!
De repente, el joven nepalí que atendía detrás de la barra soltó una carcajada y llamó al compañero que cocinaba en aquel pequeño comedor de ambiente caldeado. Lo que le dijo entre risas ya no lo pude entender, pero por su expresión deduje que se había sorprendido porque le había hablado en su idioma.
Entonces me di cuenta de que mi amiga Inma, que me había llevado hasta aquel modesto local del barrio de St Pauli a cenar comida asiática para que me sintiera un poco más como en casa, también me miraba con cara de asombro.
-¿Qué les has dicho? – quiso saber ante tantas risas.
-¡Nada! solo le he preguntado que cómo estaba y le he dicho mi nombre.
-¡Pues con lo contentos que están seguro que nos llenan el plato!
El resto de la conversación, que versó sobre las cosas que había visto en Nepal unos meses atrás y algo acerca de los momos y el dal bhat, fue en inglés, pues mi escaso dominio del nepalés ya no daba para mucho más, pero la sonrisa no desapareció de sus caras durante nuestra charla.
Las frases con las que me quedé con mi amiga y con los trabajadores del humilde restaurante las aprendí gracias a Yam.
El joven porter, que fue uno más de nosotros durante nuestro trekking por los Annapurnas, nos enseñó algunas frases en nepalés y nos las repitió tantas veces que a día de hoy las seguimos recordando.
Cada vez que empezábamos a andar después de un rato de descanso nos decía aquello de «¿Yanigó?» (algo así como ¿nos vamos?) y cuando le respondíamos «¡yam yam!» (¡andando!) siempre se reía de aquella forma tan graciosa. Valga decir que él también aprendió algo de nuestro idioma y de vez en cuando por las mañanas nos sorprendía con un “Bon dia”.
Aprender idiomas es muy útil, sobretodo el inglés porque ya se sabe que con él se llega a casi todas partes, pero aprender un par de frases en el idioma del país que se visita y ver la cara que pone la gente local cuando le dices algo que entiende a la perfección no tiene precio.
La mayoría de las veces hace falta muy poco para ver sonreír a alguien. Si eres malo con los idiomas tranquilo, no hace falta aprender mucho: hola y gracias suelen ser suficientes palabras para conseguirlo.
El vendedor de una tienda, el conductor de un tuk-tuk, el barquero que te lleva de excursión o el niño que te mira como si fueses un extraterrestre; la respuesta suele ser siempre la misma cuando pronuncias esas palabras en su idioma, una sonrisa (aunque bueno, los rancios no entienden de nacionalidades…).
A veces, en un ejercicio de memoria intento recordar palabras para saludar y agradecer que he aprendido en los idiomas de los países por los que hemos viajado y tal esfuerzo siempre desencadena un despliegue de imágenes y recuerdos que desfilan por mi mente…
¡Mingalaba! (hola en birmano) Y me acuerdo de la amable gente de Myanmar en los templos de Bagan, Bago, el trekking de Kalaw al lago Inle…
¡Sin chao! (hola en vietnamita) Y vuelvo a ver, desde la moto en la que recorríamos Vietnam, a la gente de Vietnam recorriendo sus calles.
¡Sabaidi! (hola en laosiano) E inevitablemente recuerdo a estos simpáticos niños de Vieng Pouka, en Laos, con los que tropezamos antes de aquel inolvidable y arduo trekking.
¡Namaste! (Expresión de saludo india que suele ir acompañada del gesto de juntar las palmas de las manos a la altura del pecho inclinando la cabeza hacia delante) Pfff ¿Cuantas veces saludaríamos así a lo largo de nuestro viaje de 4 meses por India?
¡Salama! Así se saluda en el paraíso, Madagascar. ¡No solo de animales iba la cosa!
¡O’kun cherang! (Muchas gracias en jemer) Y no hay camboyano que no se ría, inténtalo.
¡Terima kasih! (gracias en malayo) Y automáticamente imagino a un malayo contestando: ¡sama sama!
Stuti (gracias en cingalés) Y me acuerdo de como sonreía la gente en Sri Lanka cuando les saludábamos desde nuestro tuk-tuk
En otros países en los que hemos pasado más tiempo, hemos aprendido algunas palabras o expresiones que nos han servido siempre para crear un poquito de confianza cuando empezamos a hablar con alguien.
Kumusta? (¿Cómo estás? en tagalo) Aunque no entiendas la respuesta, haz la pregunta, lo que cuenta es la sonrisa del que te escucha…
Con un ¡come on Bhai (hermano en hindi)!, Toni siempre conseguía que los indios se pusieran menos tensos a la hora de regatear el precio de un trayecto.
Y con un didi (hermana en hindi) conseguíamos conquistar a las más pequeñitas.
Mai pen rai («no pasa nada» en tailandés). Pese a que Tailandia es un lugar muy turístico y la gente local habla casi siempre inglés, siempre hay a quien le hace gracia que un farang sepa decir algo en su idioma.
Cuántos recuerdos y cuántas sonrisas más que esperamos seguir encontrándonos por el camino. ¡No seas tímido y aprende a pronunciar un par de palabras del idioma local! Ya ves que casi siempre tiene recompensa.
Adéu!!!
P.D: Todas las palabras en otros idiomas que aparecen en este post están escritas (más o menos) tal y como suenan para una persona castellanohablante.