A tan solo 13 kilómetros de Anuradhapura, donde seguíamos tras la visita a las ruinas el día anterior, se encuentra Mihintale. Cuna del budismo desde que en el 247 A.C Mahinda, hijo del emperador Indio Ashok, se encontrara con el rey Devanamapiya Tissa en esta ciudad e introdujera dicha religión en Sri Lanka. Desde entonces la colina en la que se produjo el encuentro se ha convertido en un lugar sagrado de peregrinación para los fieles.
Dada la cercanía de este lugar decidimos hacer una excursión y volver por la tarde a nuestro hotel en Anuradhapura. De esta manera nos ahorrábamos tener que buscar otro hotel, empaquetar y desempaquetar mochilas, etc; ventajas de viajar con Motoret…
Hacia las 11 de la mañana, bastante más tarde de lo que habíamos previsto en un primer momento como suele ser habitual, estábamos de camino con el tuk-tuk. Normalmente es mejor visitar Mihintale a primera hora de la mañana o a última de la tarde para evitar la subida en las horas de más sol, pero el cielo estaba nublado desde que había amanecido y no nos preocupamos demasiado por el calor.
La lluvia, sin embargo, prefirió esperarse un poquito más y empezar a caer justo en el momento en el que empezábamos a subir a la famosa colina. 1843 escalones separan la parte baja de los templos de la cima, así que no es de extrañar que cuando llegáramos a la parte más alta ya no cayese ni una gota. Durante la subida nos cruzamos con decenas de fieles bien vestidos que regresaban tras la visita y unos cuantos macacos con el estómago vacío y dispuestos a robar cualquier cosa. Mi mecanismo de defensa ancestral, lo que viene siendo hacer como si no existieran evitando el contacto visual y subir corriendo, parece que funcionó. Sí, ya lo se, os estáis preguntando ¿pero a esta chica no le encantan los animales? Sí, pero también se lo cabroncete que puede llegara ser un macaco hambriento y con la boca llena de dientes!!! Los días que pasé en el centro de rescate de fauna salvaje en Tailandia estuve a punto de quedarme sin camiseta en más de un par de ocasiones…
A mitad de camino encontramos una primera explanada en la que se pueden observar algunas ruinas y donde un par de guías nos ofrecieron sus servicios pero, aunque pueden ser muy persistentes, pronto se dieron cuenta de que no estábamos interesados. Dimos un breve paseo, vimos el Monks Refectory, el Sinha Pokuna (los restos de un piscina) y su león de piedra y seguimos subiendo.
En medio de la explanada de arriba se encuentra la Ambasthale dagoba, lugar en el que se dice que se encontraron Mahinda y el monarca. Esta dagoba está rodeada de columnas que no sabemos si algún día debieron sustentar un techo o estaban como decoración. Desde allí se ven los demás puntos de interés a los que se accede prácticamente trepando por las rocas.
Decidimos subir en primer lugar a lo que acaparaba la atención de la mayoría de la gente, la Aradhana Gala o roca de las invocaciones. Se trata de un enorme pedrusco al que los fieles suben a hacer una ofrenda en el que la única ayuda para subir es una barandilla a la que, cuando se llena de gente y como nos pasó a nosotros, no todo el mundo puede acceder. No había tantas personas cuando empezamos a subir, pero en cuestión de 10 minutos se formó un enorme tapón en uno de los tramos de acceso más estrecho. La poca organización y la prisa de algunos que con todo descaro y a base de empujones intentaban colarse con un morro que se lo pisaban adelantar, me hizo pensar que por unos momentos había vuelto a India.
Lo que se podríamos haber hecho en solo 5 minutos nos costó más de media hora, pero finalmente, con mucha paciencia y contando hasta diez en más de una ocasión, llegamos arriba. Por lo menos las vistas valieron la pena aunque las nubes y la niebla intentaron estropear la estampa.
Se me hubiese olvidado el cabreo de lo que nos había costado subir si no fuese porque al bajar se repitió la misma canción. No podía entender cómo la gente no nos dejaba paso para bajar si arriba del todo no cabían más de quince personas a la vez.
Suerte que en la figura de buda en posición de enseñanza, la otra de las zonas para vistar, no había nadie y el acceso era algo más fácil, así que subimos enseguida. Una vez vista la gran imagen de Buda dirigimos la vista a la subida a la roca para ver si todavía seguía el embotellamiento pero aquello ya estaba más despejado. La gente subía y bajaba con más facilidad que media hora antes. ¡Con tantas horas que tiene el día y habíamos tenido la mala suerte de pillar la hora punta!
Olvidamos el tema de la roca y nos sentamos un poco a descanar. El cielo empezó a oscurecer de forma amenazante y nos pusimos las pilas para hacer el resto de la visita más rápida. A la cueva de Mahinda y la Dagoba Mahaseya, o donde dicen que se guarda un pelo de Buda, ya no les pudimos prestar tanta atención. La lluvia volvió a hacer acto de presencia cuando estábamos a punto de llegar abajo, así que nada más llegar al tuk-tuk bajamos los toldos de éste y nos refugiamos del agua que cada vez caía con más fuerza. Nos tuvimos que conformar pues con ver las ruinas del hospital desde las entrañas de Motoret.
En medio de la tormenta y con el limpiaparabrisas a toda leche volvimos a nuestro hotel en Anuradhapura. Tras un par de días viendo ruinas y dagobas estábamos saturados. Nos quedaban todavía por ver algunos lugares históricos pero el día siguiente cambiaríamos el campamento base: Dambulla nos esperaba.
Hola y enhorabuena por el blog!Anuradhapura y Mihintale se pueden visitar en un día?Gracias!