Cap. 10 – La subida a Ella Rock

El resfriado que había empezado a dar síntomas el día que llegamos a Ella me retuvo un día entero en la habitación del hostal. Me dolía todo, por lo que pasé el día pegada a una caja de pañuelos y en reposo total. Los libros de la tablet y algunas películas me salvaron del aburrimiento total, aunque por suerte me pilló en el mejor sitio de toda Sri Lanka, pues aquella guesthouse tenía un encanto especial. Cuando no tenía ganas de hacer nada simplemente salía al enorme balcón y me dedicaba a observar el paisaje. Era cuestión de segundos que algún macaco apareciese en escena y me entretuviese más que una función teatral, aquellos bichos con esa mala leche y su agilidad montaban siempre todo un espectáculo. El propietario de la guesthouse no pudo ser más atento y en varias ocasiones me preparó té que no llegué a saber se que eran, pero me aliviaban el escozor en la garganta.

Curando mi resfriado en el balcón
Curando mi resfriado en el balcón
Nuestras inmejorables vistas
Nuestras inmejorables vistas

El día siguiente me levanté como nueva. Como por arte de magia el resfriado se había ido y tan solo tenía un poquito de tos. Tras el desayuno decidimos no retrasarlo más y subir ya a Ella Rock, uno de los lugares más visitados de aquella ciudad, puesto que el día siguiente teníamos que estar saliendo del pueblo y era nuestra última oportunidad. Con un mapa dibujado a mano que nos había facilitado el propietario salimos de Raveena guesthouse en busca de las vías del tren.

El mapa que nos dió el dueño de la guesthouse
El mapa que nos dió el dueño de la guesthouse

El primer tramo empezaba en ellas y no había más que seguirlas, pero como siempre que algo parece extremadamente fácil apareció la duda, ¿en que dirección? Según habíamos entendido había que girar hacia la izquierda en el momento en que se llegaba a las vías del tren, pero a unos pocos metros en esa dirección había un estrechamiento entre las montañas que hacía que el lugar por donde pasaba el tren fuese muy justo y nos hizo dudar, ¿por allí teníamos que pasar? ¿y si venía el tren mientras estábamos pasando? No parecía una opción muy segura. La señora de una pareja con la que nos cruzamos parecía no tenerlo tampoco muy claro, decía que allí dentro no se iba a meter y se marchó.

Camino de Elle Rock
Camino de Ella Rock

Mirando y remirando el mapa finalmente entendimos que sí, que aquella era la dirección y que no había otra opción, había que pasar por allí, así que nos pusimos a andar a paso ligero para atravesar aquel trozo lo más rápido posible. Por suerte ningún tren pasó mientras cruzábamos aquel tramo porque para ello nos hubiésemos tenido que pegar a la pared metiendo tripa…

A partir de entonces el paseo fue muy agradable. Tan solo teníamos que seguir las vías y disfrutar del paisaje. Además no había nadie haciendo esa ruta aquel día, tan solo y de vez en cuando nos cruzábamos con locales trabajando o paseando. Si nos cansábamos hacíamos un descanso, nos tomábamos alguna foto o saludábamos a algún perezoso gato. Luego continuábamos la marcha.

Un alto en el camino
Un alto en el camino
¡Pero qué a gusto estamos!
¡Pero qué a gusto estamos!

Cuando oímos a lo lejos que se acercaba el tren nos pusimos a un lado a esperar que llegase. Cuando pasó por delante de nosotros, decenas de brazos de gente que se asomaba por la ventana nos saludaron enérgicamente. Parece ser que les hizo gracia ver a un par de turistas caminando por esta zona.

El paso del tren
El paso del tren

Todavía seguimos andando un buen rato hasta que encontramos el tramo en el que había que desviarse para empezar a subir. A partir de ese momento el paseo dejó de ser tan suave y empezamos a hacer algo de ejercicio. Las vistas eran impresionantes y las piernas empezaron a calentar mientras se preparaban para el último tramo.

Menudas vistas camino de Elle Rock
Menudas vistas camino de Ella Rock

La parte final, los últimos 100 metros antes de llegar a Ella rock, fueron para mí un suplicio. Puede que porque todavía no estaba al 100 % tras el refriado o puede que simplemente me pillase baja de forma, pero aquel camino empinadísimo en el que uno casi tenía que escalar en algunos tramos cogiéndose de las raíces de los árboles que estaban en el aire, me dejó exhausta. En más de una ocasión Toni me tuvo que coger de la mano y tirar de mí, mientras un grupo de jóvenes nos adelantaba y subía como si nada.

La subida...
La subida…

Cuando finalmente llegamos a la roca las vistas de las que se podía disfrutar desde allí me hicieron olvidar que 5 minutos antes estaba agonizando… Nos desplazamos por la roca hasta llegar al borde del precipicio sintiéndonos cada vez más pequeños, aquello era enorme y estaba a una altura realmente vertiginosa. El tambor de los jóvenes que parecía que habían ido hasta allí a celebrar algo, hizo de banda sonora de aquel momento tan especial

Y por fin en Elle Rock
Y por fin en Ella Rock

A pesar de lo a gusto que estábamos allí arriba teníamos que empezar a descender. Con la tontería habíamos tardado tres horas enteras en llegar hasta allí y empezábamos a notar el hambre.

Si en la subida nos llegamos a perder en un par de ocasiones hasta encontrar el buen camino, la bajada no fue menos y cuando nos dimos cuenta ya no sabíamos donde estábamos. Sin querer nos habíamos metido en el huerto de un hombre mayor que con un humor de perros y con un machete en la mano vino a comunicárnoslo gritando. No dijo ni una palabra en inglés, pero lo entendimos perfectamente. Sin pisar nada de lo que tenía por allí plantado salimos corriendo en la dirección que nos señaló…

Ahora toca bajar (y no perdernos...)
Ahora toca bajar (y no perdernos…)

Al rato encontramos otra vez las vías el tren y supimos enseguida donde nos encontrábamos, ahora solamente era cuestión de volver por el mismo camino y llegaríamos al punto de partida.

¡Por fin las vías del tren otra vez!
¡Por fin las vías del tren otra vez!

Una hora y media más tarde estábamos otra vez en el pueblo de Ella. Se había hecho un poco tarde y en vez de meternos en algún bar a comer compramos algo de pan y tomates y nos la preparamos nosotros para comer en el balcón de nuestra habitación.

A pesar de disfrutar de la comida en nuestro pequeño palacio del bosque mucho mejor aún fue la cena pues el propietario de la guesthouse nos volvió a sorprender con un elaborado curry de variados platos y muchos sabores nuevos. Cuanto íbamos a echar de menos sus platos… Porque el día siguiente nos desplazaríamos ya hacia el sur de la isla.

Las mejores comidas de Sri Lanka
Las mejores comidas de Sri Lanka
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