Tres días conduciendo el tuk tuk habían sido suficientes para que Toni condujese ya sin problemas y tranquilamente por las carreteras de Sri Lanka. Por mi parte, yo ya me había acostumbrado a usar el google maps sin que me entrasen ganas de tirar la tablet por un barranco, pudiendo disfrutar al mismo tiempo del paisaje. El verde de los arrozales era casi fluorescente, solamente interrumpido de vez en cuando por el verde oscuro de tramos frondosos y el tiempo, tras un par de días de lluvias intensas, parecía que nos daba una tregua.
Casi a mediodía llegábamos a Dambulla, famosa por su templo de la cueva, pero pese a su popularidad, esta visita la dejaríamos para el día siguiente pues primero queríamos visitar el Buda de Aukana. De camino habíamos pasado cerca del pueblo que alberga este imponente Buda de 13 metros, pero preferimos buscar primero alojamiento en Dambulla para dejar las mochilas e ir sin bultos a Aukana.
Dicho y hecho montamos otra vez en Motoret y nos volvimos a poner en marcha. Seguimos la carretera principal para meternos por una secundaria, y cuando 40 minutos más tarde entramos en caminos de tierra nos perdimos y terminamos en medio de los arrozales y cocoteros. Suerte que una familia que viajaba en motocicleta nos atendió con amabilidad y, aunque no hablaban apenas inglés, nos entendimos perfectamente.
Diez minutos más tarde llegábamos a la entrada del recinto. Aparcamos el tuk tuk, nos quitamos las zapatillas y subimos por unas escaleras que nos llevaron hasta la recepción. Tras pagar las 750 rupias accedimos al interior. Como en los anteriores templos que habímos visitado, nos cruzamos con grupos de gente vestidos de blanco. Las mujeres con sus faldas largas desfilaban por el recinto y hacian sus plegarias. Y cuando llegamos a la parte más alta encontramos por fin el famoso buda.
Tallado en una roca enorme de granito este buda gigante mide, sin contar el pedestal sobre el que se sostiene, casi 12 metros. No había nadie cuando llegamos a sus pies, y al levantar la cabeza y observar aquella figura colosal nos sentimos como dos hormigas pues apenar llegábamos a la altura de sus tobillos.
Con las cámaras de fotos y de video la diversión estaba servida y durante un rato nos hicimos fotos de todas las maneras posibles. Cuando cinco minutos más tarde apareció un monje y, por temor a que se sintiese ofendido, decidimos dar por terminado el reportaje. El hombre se acercó a preguntarnos de donde veníamos y se mostró curioso. Estuvimos hablando con él un rato sobre qué nos parecía Sri Lanka. No podíamos negarle que de momento nos estaba sorprendiendo y gustando enormemente.
No había mucho más que ver en aquel recinto, así que no tardamos mucho en irnos. De vuelta a Dambulla y con algo de tiempo todavía hasta que se hiciese de noche, decidimos volver por otro camino y explorar un poco la zona. Rodeamos los estanques de Kala Wewa y Balalu Wewa, y bordeamos el bosque Jathika Namal Yyana. Como siempre, conducir nuestro propio tuk tuk nos permitía parar siempre que queríamos ya fuese a descansar, a hacer fotos o simplemente a comernos una mazorca tostada.
Aquella noche decidimos ir a cenar al pueblo en vez de quedarnos en el hotel. El presupuesto de viaje se había elevado demasiado y teníamos que empezar a recortar gastos de alguna parte. Un restaurante en el centro nos permitió cenar bien y barato, motivos suficientes para convertirse en el lugar al que iríamos a cenar cada noche. De vuelta al hostal pasamos por delante de las cuevas, pero no sería hasta el día siguiente cuando iríamos a visitarlas.
Hola.
Estoy planeando un viaje en dos meses y me está encantando vuestro diario.
Espero que nos pongáis nuestras entregas, para seguir la aventura. :)
Gracias