Con la rápida visita a Marine Bay el día anterior Toni se había quedado con ganas de hacer más fotografías del lugar, así que antes de seguir con nuestro plan y después de hacer un almuerzo-comida en Lau Pa Sat decidimos volver a ir para que se saciase. No nos entretuvimos demasiado, sobretodo porque al ser lunes había la mitad de gente que el día anterior y Toni pudo disparar con la cámara en todas direcciones sin tener que evitar al gentío del domingo.
Un rato mas tarde estábamos en el metro para llegar a Gardens by the Bay, porque aunque desde el Merlion pareciese que estuviese cerca, la verdad es que había un buen tramo hasta allí para ir paseando y más con el sol que había salido ese día.
Desde la otra parte de la bahía contemplamos el Hotel Sands Sky por detrás, igual de impresionante que por delante, y desde allí pudimos acceder al jardín que tantas sorpresas nos tenía guardadas.
Cruzamos el puente sobre el lago Dragonfly y empezamos el paseo sin sospechar si quiera que iba a dar tanto de sí. A simple vista pensamos que aquello tendría poco más que ofrecer que unos cuantos árboles artificiales y un par de estructuras enormes que solo servían para impresionar, pero enseguida descubrimos que aquel había sido un juicio rápido e injusto y que aquel lugar tenía muchas cosas que enseñarnos.
Dividido en varios jardines temáticos, el Heritage Gardens y World of Plants ofrecen, además de un espectáculo de formas y colores, información en murales con fotografías y descripciones en las que se explica cosas muy interesantes sobre las plantas, los árboles y sus frutos y de cómo ha contribuido cada etnia a la formación de Singapur. Nos entretuvimos bastante aprendiendo los nombres de algunos frutos tropicales con los que nos solíamos hacer un lío y pasamos casi una hora paseando de una sección a otra.
Cuando llegamos a la parte central, el Supertree Grove, los enormes árboles nos parecieron todavía más altos y aquellas coloridas estructuras de hasta 50 metros de alto nos dejaron boquiabiertos. Ni el carísimo precio de la entrada nos impidió subir para cruzar el puente que iba de un árbol a otro para contemplar los jardines desde allí arriba.
El entretenido paseo nos llevó finalmente delante de un par de grandes edificios, los jardines “climatizados” . La estructura de ambos nos recordaba demasiado a la famosa ciudad de las artes y las ciencias de Valencia, y temiendo que el interior se pareciese también a aquello, dudamos antes de entrar. Singapur nos estaba costando mucho más de lo que nos hubiese gustado y pagar para ver algo cutre no entraba dentro de nuestros planes… Suerte que finalmente decidimos comprar la entrada para ambos pues todas nuestras sospechas se desvanecieron nada más entrar al primer jardín, el Cloud Forest, donde una montaña desde la que caía una catarata de 35 metros nada más y nada menos nos daban la bienvenida.
Cuando uno se adentra en su interior descubre tres pisos con flora tropical en la que aprender acerca de la biodiversidad de los bosques. La humedad allí dentro es muy elevada para emular el clima tropical, pero descubrir esa cantidad de especies de plantas absorbe toda la atención de sus visitantes y hace a uno olvidarse del clima (sin olvidar tampoco el potente aire acondicionado que te protege del calor sin mayor problema).
Subimos con el ascensor a la parte más alta y desde allí descendimos por las tres plantas por unas largas pasarelas entreteniéndonos con cada detalle y de vez en cuando asomándonos por la cascada. Todo aquello era tan original como lúdico, una divertida manera de aprender mucho más sobre las junglas.
En una de las plantas se podía incluso ver un documental en el que se veía con imágenes como cambiaría nuestro planeta si aumentara 5 grados centígrados. Impactante…
El siguiente jardín, como todos los anteriores, nos volvió a sorprender gratamente. Una explosión de colores y olores en forma de millones de flores había inundado aquel pabellón convirtiendo el Flower Dome en una animada exhibición que gustó a Toni mucho más de lo que nunca me hubiese imaginado. Por lo visto aquella estampa era como un enorme juguete para él en donde poder hacer centenares de fotos preciosas.
Con semejante sesión de botánica se nos hizo de noche pero a la salida nos esperaba la última sorpresa: los enormes árboles artificiales encendían y apagaban sus luces al ritmo de la música que sonaba como si de una coreografía se tratara. Y con semejante espectáculo lumínico dijimos adiós a Gardens by the Bay, sin duda alguna uno de los sitios que más me gustaron de Singapur.
Dejar una Respuesta