El cielo de Koh Phangan no terminaba de estar despejado aquella mañana, algunos nubarrones grises entorpecían el camino de los rayos del sol que, cuando se abrían paso, conseguían transmitirnos tímidamente su calidez mientras sentados en el restaurante de la guesthouse decidíamos que hacer. Nuestra ansia por seguir descubriendo playas paradisíacas era superior al fastidio que pudiésemos llevarnos por mojarnos un poco si se ponía a llover, así que aunque el tiempo no fuese idóneo decidimos coger una vez más la moto y emprender otra excursión.
Llegaba el turno de la costa este. Según la guía no podíamos perdernos Ao ThongNai Pan, un par de playas que por su descripción debían de ser un verdadero paraíso terrenal. A pesar de no estar a muchos kilómetros de Chaloklum, había que dar una vuelta inmensa para llegar hasta allí, pues no hay ninguna carretera que atraviese la isla de oeste a este por el norte. Descendimos por la que ya conocíamos, recorrimos todo el sur como el día anterior y nos adentramos en una carretera nueva de sur a norte paralela a la primera y que atravesaba la montaña.
A los pocos minutos la carretera asfaltada empezaba a desaparecer para dar paso a un camino de tierra rojiza y cuando nos dimos cuenta estábamos atravesando la jungla. El paisaje nos atrapaba a medida que lo recorríamos y la fauna de vez en cuando se dejaba ver con recelo, como el pequeño varano que nos sorprendió en medio del camino y nos hizo retroceder unos metros para contemplarlo fascinados.
Pero el tiempo al que habíamos osado desafiar un rato antes no estaba dispuesto a dejarnos en paz y un puñado de nubes puñeteras, ahora ya negras, se posaron sobre nosotros amenazándonos con una suave lluvia que nos detuvo en un parador cubierto de la carretera a la espera de que parara.
Las nubes, con poca o ninguna intención de cesar estaban dispuesta a seguir aguándonos la fiesta, nunca mejor dicho. Estuvimos tentados de seguir con la ruta marcada con la esperanza de que finalmente pararía de llover, y así lo hicimos, pero pocos segundos después de volver a coger la moto y seguir el camino se empezó a coger fuerte y decidimos finalmente parar, no sabíamos en que estado estarían las carreteras más hacia delante.
Volvimos a refugiarnos en el mismo parador, ahora sin muchas más opciones y nos sentamos a esperar 5, 10, 15 minutos… Pero aquello, lejos de parar, cada vez era más fuerte. Entonces caímos en la cuenta de que si seguía así mucho rato los caminos de tierra se iban a encharcar y conducir con el barro con las pendientes de la montaña podía ser muy complicado e incluso peligroso; teníamos que volver a la carretera principal cuanto antes. Subimos a la moto y confiamos inocentemente en que el casco nos protegería un poco de la tempestad.
Pudimos recorrer el camino a la inversa al menos durante 10 minutos pero las nubes descargaban cada vez con más fuerza, por momentos aumentaba la intensidad del agua y se hacía más difícil conducir por aquellos caminos empantanados. Estábamos en medio de una tormenta y teníamos que volver a parar, por lo que en el primer toldo que vimos aparcamos la moto y nos volvimos a esconder del agua. Los propietarios de la casa en la que estaba el improvisado refugio nos miraron más con pena que con molestia por haberles invadido su espacio de aquella manera, tuvieron compasión y con una sonrisa nos invitaron a quedarnos.
Volvimos a esperar 5, 10 y 15 minutos más pero el aguacero seguía siendo incesante y el camino cada vez estaba en peor estado. Nos armamos de valor y volvimos a emprender la marcha. Solo pudimos avanzar unos escasos metros, pues como si alguien con muy malas intenciones controlase el tiempo, cuando subimos a la moto empezó a llover sin piedad y fue imposible continuar. Debíamos encontrar otra propiedad de alguien donde refugiarnos y esta vez un matrimonio mayor nos hizo señas para que nos acercásemos al porche de su casa. Una vez a cobijo la mujer nos sacó una toalla con la que secarnos e incluso quería dejarme una sudadera de una de las niñas que se asomaban por la puerta para que entrara en calor. Y allí, sentados junto a aquella familia en la puerta de su casa, contemplamos durante media hora el temporal y como corría todo el mundo a esconderse de él.
Parecía que la intensidad del agua era algo menor cuando finalmente decidimos reemprender la vuelta a Chaloklum. todavía seguía lloviendo pero seguíamos temiendo que el tiempo se pusiera aun más feo y el camino llegase a ser impracticable, con lo que nos despedimos de aquella familia y recorrimos el último tramo de aquella carretera en dirección hacia el sur. Cuando llegamos a Thongsala Village volvimos a parar hasta que finalmente cesara el diluvio. Allí parados viendo como llovía me miré los dedos de las manos y vi que los tenía completamente arrugados como cuando siendo niña me pasaba horas y horas nadando en el mar. Cuando paró, y mojados de arriba a abajo, subimos a la moto e hicimos el último tramo.
Veinte minutos más tarde estaba debajo del agua de la ducha de nuestra cabaña intentando entrar en calor. No sería hasta dos días más tarde cuando pudimos volver a hacer un intento de llegar a Ao Thong Nai Pan. El paraíso tendría que esperar…
El día siguiente, aunque no llegó a llover, las nubes nos mantuvieron alerta durante todo el día y después de la experiencia del día anterior preferimos no volvernos a arriesgar y quedarnos en el pueblo. Quedaban zonas de Chaloklum que todavía no habíamos explorado y la idea de quedarnos no era tan mala. Tras desayunar nos dimos un largo paseo por la playa hasta llegar al extremo oeste donde el ambiente era más relajado si cabe que en el resto del pueblo. Aparte de unas cuantas barcas ancladas en la orilla, en aquel rincón no había nada más.
Por la tarde nos atrevimos a alquilar otra vez la moto para ira la playa de Haad Mae Had a hacer snorkel con tan mala suerte que llegamos justo a la hora de descanso de la tienda en la que se alquilaba el equipo, y tras esperar mucho rato sin éxito nos fuimos de allí.
El último día de vacaciones en Koh Phangan decidimos volver a la primera guesthouse en la que habíamos estado pues el baño de nuestra cabaña en North Beach era a esas alturas ya un pantano. El desnivel del suelo hacia la dirección que no tocaba había hecho que se encharcase de tal manera que era imposible entrar sin hundir todo el pie en el agua.
El sol nos enseñaba todo lo radiante que es capaz de ser y nos daba permiso, por fin, para ir a a a ver las playas de Ao Tong Nai Pan Noi y Ao Tong Nai Pan Yai. Así que animados por el buen tiempo y deseosos de ver las playas tras la larga espera, fuimos a por ya nuestra moto y volvimos a hacer el mismo camino que dos días antes, eso si, ahora sin agua. Tras casi 45 minutos la espera terminó.
Ao Tong Nai Pan está divida en dos zonas y optamos por ir primero a la que está más al norte Ao Tong Nai Pan Noi. Aunque la playa es muy bonita, tan solo bajamos de la moto para hacer algunas fotos y poco más pues el ambiente, demasiado “refinado”, no terminaba de gustarnos.
La del sur sin embargo nos sorprendió muy gratamente, y en cuanto aparcamos la moto y nos asomamos supimos que allí si que nos íbamos a quedar un rato. Aquella playa era más grande que la anterior pero sin embargo el ambiente nos pareció mucho más acogedor e íntimo. Algunos bares con un estilo chill out encajaban en perfecta armonía en otro paisaje tremendamente bello que nos volvía a regalar Koh Phangan. Tras un par de días de nubes y claros por fin volvíamos a disfrutar del sol en una estampa paradisíaca y el color de nuestros rostros empezaba a dar fe de ello. Ni que decir cabe que el baño y la cervecita de rigor estuvieron presentes.
De vuelta a Chaloklum paramos en el Pantip Market con decenas de puestos de comida, granizados y dulces donde nos hartamos antes de volver a nuestra cabaña.
Aquella tarde, entre paseos, baños y refrescos nos despedimos finalmente de aquella maravilla de isla que nos había regalado tantas bonitas estampas, unos cuantos atardeceres de postal y cinco días de auténticas vacaciones. Koh Phangan fue sin duda uno de esos destinos que guardo a fuego en mi memoria por su belleza, su poder de seducción y el aura mágica que, pese a su fama, todavía conserva y espero le dure para siempre.
Dos días después, tras una eterna jornada de catamaranes, autobuses, trenes y taxis despegábamos desde el aeropuerto de Don Muang de Bangkok… Rumbo a Singapur. Otro país nos esperaba.
Hola! Tengo una duda, a ver si me puedes ayudar. Viajaremos de Koh Phangan a Suratthani (aeropuerto) este verano, con la compañía Lomprayah. En teoría, llegaríamos a las 18:00 al aeropuerto de Suratthani y tenemos un vuelo a Bangkok a las 20:50, casi 3 horas entre la llegada al aeropuerto y el vuelo a Bangkok. ¿Ves suficiente tiempo o deberíamos llegar antes a Suratthani?¿Cuánto es de fiable los horarios que te dan los de Lomprayah?¿Los retrasos son comunes? Muchas gracias!