Hace ya más de dos años que de pura casualidad encontré unas fotos de una compañera de la facultad de veterinaria que había realizado un curso en Tailandia con el IBT (Instituto de biodiversidad tropical, una organización académica dedicada principalmente a la capacitación profesional y certificación internacional en diversos campos de las ciencias de la naturaleza, en especial aquellos de o vinculados con la Biología, la medicina veterinaria y el bioturismo, aunque yo nunca lo he llegado a comprobar). En dicho curso, la chica había viajado por Tailandia visitando varios centros y uno de ellos era un santuario de elefantes.
Era la primera vez que veía imágenes de centros de este tipo y, empujada por la curiosidad y las ganas de hacer cosas que tiene cualquier estudiante de veterinaria de 5º curso, entré en la página de esta organización y descubrí que ofertaban la posibilidad de realizar prácticas en varios destinos del mundo. Para entonces los elefantes ya hacía tiempo que rondaban en mi cabeza y vi aquello como la mejor oportunidad que había tenido hasta el momento de acercarme a ellos y conocer su realidad en Asia. No es de extrañar que enseguida les escribiese interesada en realizar lo que ellos llamaban “practicum”.
Unos meses más tarde conseguí que una tal Mari Carme me mandara información acerca de dichas prácticas, y según lo que leí que iba a hacer, me valía la pena pagar los 616 euros que me pedían en ese momento, aunque fuese a ir a Tailandia un año más tarde. Cuando llegase al centro lo único que tendría que pagar sería la estancia y manutención.
Tal y como dice el documento de Solicitud de prácticas del IBT (lo podéis descargar en el enlace) leemos, traducido al castellano, que:
Dos semanas antes de empezar el viaje a Tailandia, extrañada por no haber recibido noticias del IBT, (no me mandaron ningún horario con el trabajo que realizaría, ni información de con quien ni como haría las prácticas y evidentemente nadie se había reunido conmigo) les mandé un correo preguntando si estaba todo en orden y su respuesta fue que sí, que no me preocupara, que todo estaba listo, pero no me dieron más instrucciones. Pensé que mi «profesor» se encontraría en Tailandia y que una vez allí me informaría de todo.
Una vez en Bangkok me desplacé hasta Kanchanaburi por mi cuenta y gracias a la información que me había facilitado la voluntaria del santuario. Cuando llegué pagué los 300 euros de la manutención y alojamiento para todo el mes, igual que el resto de voluntarios que había allí en aquel momento. (Allí seguía sin haber nadie del IBT para explicarme en que consistirían las prácticas).
Durante los primeros días hice lo mismo que cualquiera de mis compañeros que estaban allí (todos eran voluntarios, yo era la única que se suponía que estaba realizando prácticas) y al cabo de unos días sin hacer nada de nada como veterinaria, pues los elefantes estaban en perfecto estado de salud, hablé seriamente con esta voluntaria (por allí seguía sin aparecer nadie del IBT). Para mi sorpresa, ella también tenía curiosidad de saber quienes eran los del IBT y, según me dijo, tan solo le habían dicho que una alumna de veterinaria quería ir al santuario, pero no se me había asignado ningún tipo de tarea específicas ni habían realizado acuerdo alguno.
Le pregunté acerca de los 616 euros y me confirmó que el santuario no había recibido ni un solo euro. ¿Dónde habían ido a parar esos 616 euros si no eran para pagar a un profesor/asesor/alguien del IBT y tampoco habían llegado a manos del santuario? Fue ahí cuando empecé a sentirme realmente gilipollas, pero quise pensar que en algún momento aparecería alguien del IBT por allí (sí, lo sé, ahora soy consciente de lo realmente gilipollas que era). Cabe decir que allí no tenía acceso a internet con el que poderme comunicar con ellos (cosa que luego se me echó en cara cuando reclamé, como si la responsabilidad de su incompetencia, o más bien falta de seriedad, fuese mía).
Pasó todo el mes y no llegué a conocer a nadie del IBT. En conclusión, yo había hecho un voluntariado en vez de unas prácticas que además me había costado los 300 euros que todo el mundo paga más 616€ que no sabía todavía a que se habían destinado. No es que tenga ningún problema en haber hecho el voluntariado, de hecho no tengo ni una queja en lo que respecta al santuario, pero no era por lo que yo había pagado al IBT.
Cuando terminé me puse enseguida en contacto con esta gente y además de ignorar mis primeros correos, me contestaban haciéndose los tontos y sin contestar directamente mis preguntas, diciendo que debía tratarse de un fallo de comunicación y lo peor de todo, intentaron culpar al santuario. (Pero seguían sin explicarme donde estaban mis 616 euros o para que se habían empleado).
Para entonces ya me sentía completamente gilipollas e incluso me hicieron dudar de mí misma. No conseguía sacar nada en claro del montón de correos que le escribí a un tal Guillem que siempre respondía sin contestar a mis preguntas ¿Dónde estaban los 616 euros? ¿Por qué nadie apareció por allí durante todo el mes? ¿PORQUÉ COJONES ESTABAN OFERTANDO PRÁCTICAS DE VETERINARIA EN UN SITIO EN EL QUE LOS ANIMALES ESTAN EN PERFECTO ESTADO DE SALUD Y NO HAY TAREAS VETERINARIAS QUE REALIZAR A DIARIO? Tan mal me expresaba que nadie me supo nunca contestar…
Justo en los meses de verano que tuve que volver a Valencia a hacer el último examen de la carrera un grupo de estudiantes del IBT estaba haciendo un viaje por Tailandia. El día que fueron de visita al santuario (gracias a que la voluntaria nos avisó) Toni, que se encontraba en Kanchanaburi en esos momentos, se acercó para hablar con Paco, uno de los responsables.
Palabras de Toni:
“Le hice saber a Paco que era la primera persona del IBT que se había dejado caer por Tailandia desde que vinimos para que Carme hiciese las prácticas (hacía ya 4 meses), que no le parecía “normal” que nadie hubiese venido a recoger a Carme ya no en el aeropuerto y con una alfombra roja, que tenemos experiencia para ello, pero al menos en Kanchanaburi para llevarla hasta el centro de elefantes, presentarle al que iba a dirigir sus prácticas y a la gente del santuario, informarle de todo lo que iba a realizar allí, dejarle un contacto por si tenía alguna urgencia, informarle del seguro que (según ellos) tenía contratado por si enfermaba… en fin, cualquier cosa que haría un instituto normal si está esperando a una estudiante que llega sola de España.
Por otro lado estaba el tema de los 616€. Si nadie del IBT había estado en el santuario y no había hecho nada, puesto que Carme había estado de “voluntaria” al igual que el resto de gente allí, ¿Dónde estaban esos 616€? ¿Adónde había ido a parar? ¿Al profesor de prácticas imaginario? ¿Al supuesto seguro imaginario? ¿A las gestiones realizadas por el IBT? ¿Cuáles?
Sin ser borde pero sí directo le dije que, hablando claro, los 616€ que había pagado Carme solo le habían servido para obtener el mail de la coordinadora del santuario, sin más, porque el resto se lo tuvo que guisar ella todo, y sin prácticas de veterinaria. Cierto es que después de todo lo comentado Paco no se puso a cuestionar nada, que pensó que se debería todo a un fallo de comunicación y que más adelante hablaría en una reunión con el resto del IBT para analizar el caso de Carme y poderla compensar, porque él ya tenía una opinión clara al respecto pero debía hablarlo con el resto de la dirección. Así quedó la cosa.”
A la cara parecía que este señor respondía un poco más que Guillem, pero aún pasaron dos meses, y porque fui muy pero que muy insistente, hasta que finalmente me mandaron un correo y me dijeron que me daban la oportunidad de hacer otro voluntariado sin tener que pagar. Parecía que por fin me daban la razón y eran coherentes. Pero no pensé en que si me habían estado vacilando durante seis meses no iba a poder confiar en ellos para nada.
Otros pocos meses más tarde encontré un centro de rescate de fauna salvaje en su página web (Wildlife Friend Foundation of Tailand) y me puse otra vez en contacto con ellos para decirles que había elegido ese lugar. Para mi sorpresa me contestó una mujer que no tenía ni idea de quien era yo y me mandó información como si fuese la primera vez que escribía. 616 euros de inscripción, me decía… El tal Guillem no se había molestado en explicar mi caso a nadie y decía estar en el amazonas (sin conexión. Mira!, como yo en el santuario!), así que le tuve que contar yo toda la historia a la mujer.
Tras perder mucho tiempo otra vez en correos que tardaban siempre en ser respondidos y que no llevaban a ningún sitio (parece ser que me explico fatal) un día me contestó Guillem para decirme que en ese centro no tenían ningún tipo de acuerdo (lo que sigo sin entender es porque aparecía entonces en su página web).
Aquí es cuando decidí poner punto y final a mi relación con el IBT, pues no iba a estar perdiendo mi tiempo pidiendo hasta que decidiesen ellos cual era el sitio al que yo tenía que ir. Quedaba claro que su instituto no tenía nada bien organizado en Tailandia, por donde yo me estaba moviendo otra vez.
Hace bastante ya de todo esto, pero las casualidades de la vida hicieron que me encontrara con alguien que me contó ciertas historias que me animaron a escribir. Para más inri, una alumna de veterinaria del CEU me contó que no hacía mucho habían aparecido por su facultad haciendo propaganda de sus fantásticos cursos… Mi experiencia sin embargo, fue simplemente fantasma…
Hace unos días alguien anónimamente decidió denunciar públicamente al IBT ofreciendo la oportunidad de escribir a los que hemos sufrido su falta de profesionalidad. Llevo mucho tiempo pensando en si escribir o no este post, pensando en si servirá de algo. A pesar de que en el blog no suelo contar las experiencias amargas, ésta supera mis límites de tolerancia y no he podido aguantar más.
Si soy sincera: sí, escribo desde la rabia y la indignación, pues me hicieron perder dinero y tiempo intentando buscar respuestas (lo peor de todo es que era un regalo de mi madre). Me han vacilado, ignorado y han jugado con mi ilusión y mi dinero, y ahora Guillem califica este tipo de denuncias como “matices y desencuentros”… Y amenaza con querellarse (tócate los huevos MariLoli) Suerte que yo tengo todos y cada uno de los correos que me escribieron y tengo ya muy claro que es lo que ha pasado, aunque ellos al parecer siguen sin entender nada…
PD: Quiero dejar constancia de que no tengo ningún tipo de queja del santuario, porque a pesar del IBT, los días allí fueron una de las mejores experiencias de mi vida y donde más he aprendido acerca de los elefantes.
Moraleja: cuando quieras hacer un voluntariado o unas prácticas, ponte en contacto directamente con el centro sin nadie de intermediario.
Albertoos says:
Un curso de no se cuantos meses para que te enseñen a manejar fauna de un lugar determinado, cuando eso se aprende en una mañana a manos del responsable del centro donde se encuentra esa fauna? Vaaaamos!!
Abro un curso de "como observar aves", pero con los dos ojos eh!!
asge says:
Debéis aquerellaros vosotros, difundid esto, haced un grupo y ganad fuerza. Yo he estado a punto de hacer un voluntariado de estos, pero menos mal que os he leído. Prefiero quemar 600€ que dárselos a unos zampones semejantes
IBTestafa says:
Hola Carme, desde el blog https://ibt-estafa.tumblr.com/ queríamos pedirte permiso para publicar esta entrada. Esperamos tu respuesta, gracias por compartir tu experiencia.
Soleo says:
Pegad un vistazo a esta dirección: https://ibtestafa.tumblr.com/
Lorena Cárdenas says:
Muy fuerte Carme. Yo doy fe de que el tema de las prácticas se gestionaba de esta manera. Trabajé para ibt (si es que se puede llamar trabajar, porque ahi no hubo contrato alguno, ni mucho menos sueldo), coordinando los cursos a Tailandia de 2011-2012. Cuando vi que pretendian cobrar a los alumnos 250€ (por aquellos entonces), solo porque yo enviara un email al centro para simplemente preguntar si acogerian a este alumno; cuando me di cuenta de que si se suponia que tenia que haber alguien atendiendo a los alumnos en Tailandia para su prácticum, obviamente esta persona debia ser la responsable de Tailandia, por aquellos entonces yo; cuando me di cuenta de que yo no iba a estar en ningún lugar recogiendo a nadie porque no me iban a pagar ese desplazamiento; ni mucho menos iba a cobrar por ello; o por todo lo que ya habia aportado a la organización; o a realizar las clases teóricas que yo ya me habia preparado como profesora para los alumnos que atendieran al curso; cuando me di cuenta de toda esta fantasmada, me marché. Costó lo suyo, porque a mi también me hicieron el jueguito de cambiar información y sacar nuevos documentos «aclaratorios» al respecto de la vinculación del staff con ibt, y claro, una termina hasta por dudar de si misma. Esto ya ocurria entonces, en 2011-12, no sé qué le hace pensar a la gente que con el tema de los carnets de fauna la cosa funciona diferente. Dos años después, vemos que sigue funcinando igual, y las quejas hablan por si solas.
Menudo rollo me ha salido. Solo espero que ya sea una minoria la que se deje engañar, y que la gente abra los ojos.