La crónica cósmica. Las cercanas cumbres blancas de los Annapurna

¡¿CRISIS?! ¡¿QUÉ CRISIS?!

Estos tiempos de crisis me han permitido confirmar mis suposiciones acerca de la mediocridad de vuestros líderes (que no son los míos), pero, sobre todo, la ruindad en muchos casos de quienes se hallan en la oposición y berrean sin colaborar ni aportar soluciones como si hiciesen una destructiva campaña electoral. “Usaban más el palo que el cerebro”.

Umm, lo siento; hoy ha amanecido con el cielo encapotado y me ha dado la vena criticona. Aprovecharé para mencionar cómo está el tema de la pandemia aquí, en el Nepal, donde, a pesar de que la cantidad de infectados de coronavirus sigue siendo ínfima si se la compara con la de la mayoría de países, en las últimas semanas se ha multiplicado varias veces por dos, y ahora ya suman setenta y nueve: la mayoría habían regresado de la India. Afortunadamente, por el momento no ha habido ninguna muerte.

Dependiendo del número de contagios que se han dado en cada provincia, el gobierno (maoísta) de Katmandú los ha clasificado con el color verde, amarillo o rojo. Curiosamente, a pesar de que en Sauraha no haya habido ni un solo enfermo, esta población es rojilla, porque sí hubo varios en la cercana ciudad de Bharakpur.

Es de suponer que continuarán alargando el confinamiento (en versión nepalesa) y la interrupción de los vuelos internacionales, como también lo están haciendo en la India. Aunque la frontera con ese país permanece cerrada, docenas de nepaleses la han cruzado a nado por el Río Mahakali. Asimismo, más de mil personas abandonaron Katmandú y regresaron a sus aldeas a patita sin pasar ningún control médico. ¡Que viva el descontrol!

El bazar de Sauraha sigue cerrado, pero hace un ratito, cuando yo volvía del paseo matinal después tomar chai en casa de Shankar, he encontrado a un astuto barbero que había sacado una silla a la calle y me ha recortado la barba mientras nos observaba con indiferencia una patrulla militar que iba en bicicleta.

Anteayer falleció un vecino mío de cuarenta y cinco años que sufrió un paro cardíaco. El velatorio, cuyas ceremonias durarán trece días, provocó que se juntase por primera vez un montón de gente desde que empezó la cuarentena. Era algo insólito porque, aquí en Sauraha, aunque la población no se quedara precisamente en casa durante estas semanas, era raro ver a más de dos o tres personas juntas por la calle.

Respondo a los saludos de los que llevan máscara, pero en muchas ocasiones no sé quiénes son. Las mascarillas tendrían que llevar estampado el nombre del enmascarado. ¿Y por qué no la cara? Supongo que los grandes diseñadores de moda habrán aprovechado para sacar al mercado sus propias mascarillas.

Soy incapaz de cumplir con el consejo de no tocarme la cara o los ojos, pues siempre me estoy rascando compulsivamente. Por otra parte, casi nunca toco dinero; si lo he tocado, han sido los inmaculados billetes de mil rupias (euro: 132 rupias nepalesas) que saqué del cajero automático cuando empezó todo este lío (hombre precavido…).

Al Señor Tolstoi y a mi paisano (y anfitrión), que son adictos a las noticias y no prestan atención a las maravillas de la primavera, les prohibí que me hablasen de la pandemia y los líos políticos y económicos que está ocasionando: no tuve éxito. De dar por cierto una de tantas cosas que me dijeron, las personas que, como yo, en el pasado hubiesen padecido tuberculosis y se hubiesen medicado y curado, no se contagiaban con el coronavirus. También me contaron que se daba un caso parecido con los fumadores, porque al puto virus no le gustaba la nicotina (umm, qué rica). ¡Ja, se lo habrá sacado de la manga la Tabacalera! ¡Fumar te puede salvar!

Como ya habréis visto en docenas de fotos de todo el mundo, los animales y la naturaleza en general preferirían que la cuarentena se alargase indefinidamente. De ser preguntados, seguramente opinarían que, para ellos, el coronavirus ha sido una bendición: ¡Malditos humanos! En unas imágenes preciosas tomadas con una cámara automática en el Rajastán, India, se ve como una mamá leopardo se ha instalado con sus tres cachorros en una casa abandonada.

Los elefantes domésticos de Sauraha (os recuerdo que suman casi un centenar) están gozando por primera vez de unas merecidas vacaciones y, en vez de cargar un palanquín con cuatro insensibles turistas sobre la espalda, ahora pasan los días pastando tranquilamente en las praderas del Parque Nacional de Chitwán. Los veo cuando desciendo hasta el Río Rapti de mañanita: impresiona contemplar a una treintena de ellos. De todos modos, pobrecitos, no se libran de sus sádicos cornacas, que son parecidos a unas garrapatas gigantes agarradas sobre su cogote.

Y hablando de elefantes, ayer, en pleno día, reapareció en escena el peligroso Durbe y se organizó una desbanda general. Todo el mundo dejó de recolectar hierba, leña o mierda de vaca, o tan siquiera de currar en el huerto, y corrió hacia su casa. Bueno, todo el mundo no, pues hubo una excepción. Me refiero al tatarabuelo centenario, el cual estaba a orillas del río abrevando a sus búfalos y, cuando unos hombres le urgieron a salir por piernas, les replicó: “¡A la mierda con Durbe y a la mierda con vosotros si os creéis que a mi edad voy a rendirme!” (la traducción es aproximada…).

IMÁGENES DOMÉSTICAS

Ranjana y su joven cuñada dedican diariamente varias horas a barrer las hojas del jardín. Es el problema que ocasiona tener muchos árboles, que se multiplica gracias a seguir gozando de una primavera muy monzónica con aparatosas tormentas. La mejor parte de esos espectáculos naturales viene cuando, tras ellos, el cielo se despeja y podemos ver las cercanas cumbres blancas de los Annapurna, “guapada” que, durante el resto del año, solamente se da en contadas ocasiones.

La falta de material debido al confinamiento interrumpió la construcción de la piscina que mi paisano está levantando junto a mi cabaña; que, por cierto, continúa llamándose “la de la cerveza perezosa” en vez de “la del oso perezoso”. El filtro del agua llegó justo el día antes de que se paralizase todo el tinglado, y cuál no sería nuestra sorpresa al comprobar que, aparte de no ser chino (insólito), provenía de nuestro país y, además, de nuestro pueblo: Made in Sabadell. El mundo es un pañuelo (sucio…).

MIRA LO QUE PIENSO

Si quieres evitar repetirte como un disco rayado, habla solamente de las cosas interesantes que hayas pensado o hecho hoy. ¡¿Nada?! ¡Ja!

Seamos claros, a muchos de vosotros os da gusto la sumisión.

Los seres humanos terráqueos tendéis a creer que siempre gana el mal, pero no es así en el resto del Universo.

Entre una especie de animal tan insegura como el Homo Sapiens se considera una vergüenza mostrar inseguridad.

La cota más alta del placer es no sentir el cuerpo.

He hecho muchas cosas, pero son una minucia si las comparo con las que no he hecho. También podría decir lo mismo acerca de los sitios que he visitado o las lecciones que he aprendido.

Así habló el Señor Tolstoi: “Morimos cuando dejamos de soñar, y dejamos de soñar cuando nuestra mente está llena de eventos”.

La lentitud del sexagenario: el 3 de abril acabé de escribir la novela “El Buen Idiota” (650 páginas), a la que he dedicado un año y medio y he estado corrigiendo durante este último mes. Los principales responsables de esta limitada productividad han sido los viajes, la vida social y los días en que escribo “La crónica cósmica” y “Relato divergente”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 607 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba
2 comentarios
  • Yo quiero leer los crónicos de Nando! Les siempre son interesantes! Muchos gracias por tu trabajo!!!

    • Querida amiga de Kazajstán, me alegra que estas crónicas te sirvan de distracción y también para practicar la lengua castellana. Hasta pronto.

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