La crónica cósmica. Cerveza «Beerlao», sin duda alguna la mejor de Asia

LOANDO A LAOS. Los monzones llegaron con un mes de retraso (lo anterior fue un simulacro), y entonces el mundo se cubrió de nubes hasta hacerme desear ver el Sol del que huyo el resto del año (“Waiting for the Sun”). Al juntarse a ello que viajé hacia el norte, el resultado ha sido un agradable descenso de las temperaturas.

Me encanta hacer planes que pocas veces llevo a cabo porque los voy cambiando sobre la marcha, y mi primer destino con un mes de visado laosiano en el bolsillo (30$) era un pueblo en el que incluso llegué a descender del autobús a pesar de que cuanto veía no me ilusionaba demasiado; afortunadamente, a mis espaldas, un segoviano llamado Ángel me aconsejó, “¿Por qué no te vuelves?”, y dando media vuelta trepé de nuevo en el autobús siendo recibido por las sonrisas del chófer y de sus cuatro pasajeros.

De esa manera, recorriendo ciento treinta kilómetros desde la frontera tailandesa (tres horas y media) por una tranquila carretera encerrada entre la jungla que no dejaba de subir y bajar de una colina a la siguiente (¡Con unos exagerados grados de inclinación!), terminé llegando a la capital provincial, Luang Namtha (o simplemente Nam Tha), que también es el nombre de la gran reserva natural que hay cerca de aquí.

La ciudad que contemplé desde la camioneta que nos trajo de la alejada estación de autobuses me dejó patitieso porque, aparte de que la gran mayoría de edificios parecían nuevos, era una de esas poblaciones que, en vez de desarrollarse y crecer por su cuenta, habría sido diseñada sobre un plano, con media docena de calles larguísimas sin el mínimo tráfico y suficiente anchura para que pasasen seis automóviles de lado, y que, en fin, no estaba hecha para pasear.

El siguiente inconveniente a sumar a este desagrado estuvo en los precios demasiado caros de los hoteles (y de todo el país, pues se ha encarecido hasta superar a Tailandia), que eran de buena calidad y costaban ochenta mil kips. Información monetaria: 1 euro: 8.700 kips, que hace tres años eran 10.000. ¡Ja!, en el cajero automático sacas un millón de kips en billetes de cien mil. El billete de menor valor es el de mil, y un yogur, por poner algo barato, vale cinco mil.

Me instalé en una de esas lujosas habitaciones sin preocuparme del precio porque sólo pensaba quedarme el tiempo necesario para dar con una tribu cercana a la reserva en la que pudiese alquilar una cabaña. Pero entonces se dieron varios hechos que me animaron a cambiar esos planes. De entrada me enteré que la reserva natural y sus aldeas recibían un flujo constante de turistas a los que ofrecían un sinfín de actividades, o sea que todo estaba montado y un servidor se sentiría fuera de sitio. De todas maneras lo más determinante fue que rompiesen los monzones, y cuando alquilé una motocicleta para ir hasta una aldea en la que podría conseguir una vivienda cerca de una cascada, al empezar a encontrar barrizales por todos lados, me dije: “Umm, si está así tras un par de días de lluvia…”.

Tomé la decisión de quedarme en la ciudad y sobre el asfalto debido a dos detonantes más (aparte de conseguir libros, tener wi-fi y diversidad dietética): Primero descubrí que en Luang Namtha podía hacer un paseo matinal de mi gusto en el que, después de abandonar la población por su extremo occidental, trepo una colina coronada por un stupa y encerrada por el bosque desde la que se obtiene una buena vista del valle. El segundo detonante fue el mercado nocturno, al que me aficioné enseguida porque no tiene desperdicio: Una plazoleta llena de mesas y bancos rodeada por docenas de chiringuitos en los que se cocinan y venden diferentes tipos de comida, dulces, batidos y zumos; niños y más niños jugando libremente; perros y gatos de todos los tamaños disputándose pacíficamente los restos de comida del suelo; y trajín continuado de gente que viene y va mientras anochece y cae una suave llovizna que no asusta.

Todas las tardes contemplo este espectáculo tomando una (o dos…) cerveza “Beerlao”, que es sin duda alguna la mejor de Asia, y en cuya publicidad afirman: “La cerveza de la gente con un gran corazón”. ¡Ja, sería más acertado decir, “Con una gran vejiga”, o “Con una gran barriga”, ¿no?!

Sentado allí con el vaso en la mano he conocido a varios personajes interesantes: un neocelandés de 54 años que viaja en moto y lleva ocho años en el Sudeste Asiático, un sudafricano de 33 años que se paga los viajes organizando viajes, un canadiense políglota de 32 años que ha pasado la última década entre Uganda, China y Laos, una pareja bávara de 29 y 27 años que está dando la vuelta al mundo y ha permanecido dos años trabajando en Australia (visado turístico de un año pero con permiso de trabajo: españoles y suizos abstenerse), y un catalán de 35 años al que la empresa multinacional para la que trabaja le mandó primero a Singapur y ahora lleva un año en Yakarta, “Pero dentro de poco van a trasladarme a los Alpes”.

El siguiente paso fue largarme del hotel en que estaba e ir a la pensión familiar “Adoum Siri” que se encuentra en una calle pequeñita y tranquila, en la cual, después de lloriquear mucho, conseguí que me alquilasen una buena cabaña por cuarenta mil kips.

Tras haberos detallado lo que no me gustaba de Luang Namtha, ahora mejoraré la imagen añadiendo que casi todos los edificios son casas ajardinadas de una o dos plantas, que la gente cuida especialmente el jardín que se halla en la parte exterior de la verja o el murete dando a la calle, y que éstas, las calles, tienen muchos árboles aunque la mayoría sean jóvenes como lo es casi toda la ciudad.

MONÓLOGOS TABERNARIOS

“Vivo en la China porque, dando clases de inglés, cobro cuatro veces más que un maestro chino, y puedo residir en un lujoso piso que solamente me cuesta ciento veinte dólares mensuales. Añádele a ello que mi avanzada edad no es óbice para que tenga una novia de 22 años a la que sustituiré por otra cuando me abandone para casarse. La relación con las chicas sigue un proceso más lento que en Europa, y sólo te las llevarás a la cama después de haber salido con ellas unas cuantas veces. A pesar de ser tu novia, no te aceptaría como marido por razones familiares, y después de dos años te dejará porque su padre la obligará a casarse con un chino de su entorno familiar (jamás uno de Pekín con uno de Shangai).

Igual que sucedía en la Europa medieval, a los chinos no les está permitido desplazarse a otras provincias, y si desean hacerlo necesitan un permiso especial que casi nunca les conceden. Los chinos siempre muestran desprecio hacia los occidentales, a los que consideran por debajo de ellos, y si voy a una tienda o un bar con un amigo chino, le atenderán primero a él y a mí me harán esperar mucho rato. Hay montones de billetes de banco falsos e incluso te los pueden dar en los cajeros automáticos, pero nadie se escandaliza ni te van a denunciar porque intentes pasar uno de ellos. A través de Internet recibo frecuentemente ofertas de trabajo para asistir, pongamos por caso, a la presentación de una empresa o un proyecto donde, mientras yo hago de maniquí, engañarán a los chinos diciéndoles: “Como puedes ver tenemos unos inversores europeos que sí saben lo que se hacen”.

Si alquilas un apartamento en China has de irte con mucho cuidado y revisarlo todo antes de entregar la fianza, pues una de sus triquiñuelas preferidas es que haya una ventana, una silla o un váter que se aguante por la quietud y se romperá a la primera de cambio provocando que te quedes sin fianza. Al viajar en motocicleta, no he ido al Nepal porque debería pasar por el Tíbet, y para ello, aparte de que necesitaría un permiso especial, debería llevar conmigo a un guía oficial que me costaría un montón de dinero. Una cosa muy curiosa de la cultura actual china es que existen cabarets y bares de alterne para mujeres ricas que estarán tomando una copa mientras un joven baila y hace strip-tease, y después alquilarán a un puto para que se las folle en una de las habitaciones que hay arriba”.

Otro: “Los porteros de los puticlubes de Bangkok te muestran la carta de los servicios que ofrecen como si se tratase de un restaurante: Una chica, varias, vírgenes, número lésbico, por delante, por detrás, masaje con el cuerpo, mamadas, y, por supuesto, ping pong”.

Y otro: “El asesino de mi hija está en la cárcel, pero, debido a las leyes de mi país, saldrá libre en menos de dieciocho años, y planeo esperarle a la salida para matarle.”

MIRA LO QUE PIENSO

  • Me agradan y sorprenden las lágrimas de alegría (jamás de tristeza) que derramo al corregir algunos párrafos especialmente emocionales. Ahora estoy puliendo de nuevo “El Caminante”, y creo que con esta novela cumplí con la recomendación que hago a todo el mundo: “Escribe tu propia Biblia”.
  • No te engañes mirando hacia fuera (¡Mira “p’adentro”, mira “p’adentro”…!), pues sólo encontrarás a Dios, al Diablo o la nada, en tu interior.
  • Un corredor se corre mientras corre por un corredor.
  • Qué grande me siento al contemplar a los gusanos, y qué pequeño al levantar la mirada hacia las estrellas.
  • Se ha demostrado científicamente que a quien madruga Dios le ayuda.
  • Y entonces me dijo enfurecida: “Eres tan malo que no puedes mentir”.
  • Todo depende del momento en que empiezas a venderte, ¿no?
  • Soy insoportable porque cada vez que discuto conmigo siempre me empeño en terminar teniendo la razón.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí