La crónica cósmica. ¿Cómo estás y cuándo has llegado?

EL VIAJE. Debido a mi avanzada edad, e igual que le sucedería a un deportista que hubiese permanecido inactivo una larga temporada (que en mi caso sumaba ya doce meses), cuando me disponía a coger mi equipaje me pregunté si sería capaz de llevarlo a cuestas de un lado a otro. Pero esta era la personalidad que podría denominar de dudosa, pues de sobra sabía que mi cuerpo se pondría a mil por el simple hecho de reemprender mis viajes e iría sobrado de energía.

Me despedí de Sauraha mirando hacia delante. ¡Hasta la próxima!

Mientras gozaba desde el autocar de los maravillosos paisajes del Río Trishuli y sus gorjas, me mentalicé preparándome para lo peor, como si me dispusiese a cruzar una zona que estuviese en guerra, porque me dirigía al Valle de Katmandú, la parte del Nepal en que, al contrario que en Sauraha, seguía pegando más fuerte la Covid19.

De todos modos, y sólo por precaución, en vez de hospedarme como otras veces en el barrio histórico de la capital lo hice en Thamel, el desnatado y caro gueto turístico en el que actualmente permanecen cerrados la mayoría de los comercios, hoteles y restaurantes, y parece una ciudad fantasma. Gracias a esta reclusión resulté ser el único cliente del pequeño y limpio “Hotel Himalayan Oasis”, que se hallaba en la “Calle de las Siete Esquinas”: un callejón que zigzagueaba de derecha a izquierda.

Tras librarme del equipaje me dirigí al Hospital Bir por unas estrechas y abarrotadas calles (“¡Mantengan las distancias!”. ¡Ja!), donde me confirmaron que al día siguiente podrían hacerme el test PCR y que doce horas más tarde me entregarían los resultados. El precio, que al principio de la pandemia costaba más de cinco mil rupias (euro: 144 rupias nepalesas), importe muy elevado para los bolsillos de la mayoría de nepaleses, ahora había sido rebajado a 2.020 (¿costará 2.021 el próximo año?). Descubrí que la mascarilla sanitaria con la que me cubría por primera vez tenía algunas desventajas, como la agobiante sensación de faltarme el oxígeno y la dificultad de entender lo que me decía la gente; pero también comprobé que tenía algunas ventajas, como la de poder hablar disimuladamente a solas, y más importante, que me permitía cantar como hago siempre.

Aunque durante los meses anteriores no me hubiese llegado a cansar de la comida de Sauraha, esa noche fui al “Restaurante Dolce Vita” (en el que era el único cliente) y pedí una pizza margarita que me supo a gloria; para beber, un vaso de agua caliente, costumbre invernal nepalesa que se agradece mucho cuando las temperaturas nocturnas rozan los cero grados.

A quien madruga… Me presenté en el hospital a primera hora de la mañana y conseguí que me hiciesen el test sin haber tenido que aguardar un minuto. Viendo a los sanitarios cubiertos de plástico de los pies a la cabeza creí hallarme en una película de ciencia ficción. La enfermera que me atendió se encontraba dentro de un cubículo completamente cerrado del que, por unos orificios, sobresalían unos aparatosos guantes con los que llevó a cabo toda la movida, recordándome las incubadoras de los centros de nacimientos prematuros de una clínica.

Crónica cósmica ¿Cómo estás, cuando has llegado?

Esperé el resultado del test PCR como si se tratase de un examen escolar. ¡Salió negativo! “¡Volare, oh, oh!”. Para celebrarlo fui de compras a unos comercios donde me conocían de otras ocasiones. “¿Cómo estás y cuándo has llegado?”. Camisa “kurta” y pantalones de abrigo, sandalias, curry, cardamomos, incienso de sándalo.

Las normas de protección contra la Covid19 de un país como el Nepal me parecieron absurdas. La gente usaba mascarilla pero, lógicamente, se la quitaba para tomar, pongamos por caso un chai, como hice yo en la calle sentado sobre unos ladrillos. No hará falta mencionar los pringosos billetes de banco, ¿verdad? Sin embargo, todavía fue más absurdo lo del aeropuerto, donde, a pesar de mantenernos sentados en asientos alternos, luego nos metieron en un autocar abarrotado, e igual sucedió dentro del avión, que estaba completamente lleno y todos los pasajeros se quitaron la mascarilla cuando se sirvió la comida. Pensé que toda esta parafernalia se podría comparar a una mosquitera que tuviese algunos agujeros.

Varios incidentes insólitos. La policía del aeropuerto estuvo inspeccionando detenidamente mi equipaje en busca de drogas hasta que, hartándome de tanta tontería, me quité la mascarilla, y les espeté: “Soy un viejo de sesenta y nueve años y no me jugaré la libertad llevando algo ilegal” (como otras veces…). Luego el funcionario que comprobó la validez de mi test PCR (que algunos nepaleses lo consiguen falso) estuvo dudando un buen rato antes de darme el visto bueno.

Lo mismo me sucedió al presentar más tarde el pasaporte, pues el aduanero de turno me puso los nervios de punta al afirmar que mi visado había expirado y tardó varios minutos en ver que no era así.
El cuarto incidente ocurrió cuando hice escala en el aeropuerto parisino “Charles de Gaulle” y un funcionario, peleando con su ordenador, insistió una y otra vez en que yo no podría embarcar, hasta que se presentó su jefa y le demostró que se equivocaba. Hace dos años me sucedió algo parecido en el aeropuerto de Nairobi. ¡Uy, qué nervios, uy, qué excitación! Y el último incidente tuvo que ver con mi equipaje, que se fue de paseo y tardaría un par de días en llegar a mi destino.

Uno de mis temores tenía que ver con mis pulmones de viejo fumador, que se hallan en malas condiciones y me provocan unos espectaculares ataques de tos: afortunadamente, no sufrí ninguno durante las doce horas que pasé entre aviones y aeropuertos (incluido el de Doha).

Otro absurdo: las medidas de seguridad del tercer avión incluyeron la advertencia: “Si hay una despresurización no fume cuando se coloque la mascarilla de oxígeno”. ¡Ja! Ah, por cierto, las azafatas de los tres aviones iban vestidas como enfermeras y parecía que nos encontrásemos en un hospital volante.

Tras haberos mantenido en la incógnita, ahora aclararé que mi destino era el aeropuerto español de Valencia y que los “culpables” de ello fueron los amigos valencianos de conmochila.com, quienes, siempre cuidando de mí como si fuese un hijo tonto, al saber que mi visado nepalés expiraría el 15 de diciembre y que todas la fronteras del Sudeste Asiático continuaban cerradas, me consiguieron un billete de las “Qatar Airways” por el simpático precio de doscientos noventa euros.

Además, demostrando su “maldad innata”, me invitaron a pasar los próximos meses en el aislado chalet que tienen alquilado cerca de Xàbia (Jávea), en la provincia de Alicante, junto a la frontera valenciana.

NEPAL, DESPEDIDA Y CIERRE

En Pokhara arrestaron a un pedófilo francés de sesenta años que estaba con los pantalones bajados en compañía de tres niños menores de doce años. Las leyes nepalesas condenarán a cadena perpetua a los pedófilos que abusen de niños menores de ocho años, y a veinte años de cárcel a los que lo hagan con niños de entre diez y catorce años.

Cerca de Mahendranagar, ciudad a la que por carretera se tarda “solamente” veintidós horas en llegar desde Katmandú, un autobús se despeñó por un precipicio de seiscientos metros. Milagrosamente, sólo hubo nueve muertos y treinta y cuatro heridos.

Tres mujeres de una aldea acabaron entre rejas por maltratar a tres supuestas brujas. ¡Bien!
Lavado de coco a domicilio: en los periódicos nepaleses aparecen de vez en cuando unos extensos reportajes acerca del Tíbet que ocupan páginas enteras y son una descarada publicidad del gobierno de Pekín en plan: “Qué bien, qué bonito y qué alegre. Qué bueno, qué rico, qué lindo, país chino”.

Durante las festividades de Dashera (Dussehra o Dashain) se vendieron online miles de cabras y también diferentes productos, como chocolate y galletas, a los que habían cambiado la fecha de caducidad que ya había expirado tiempo atrás.

Cuarenta y un chinos fueron deportados a su país acusándolos de llevar a cabo unas actividades sospechosas que la policía no se molestó en especificar ni demostrar.

Los turistas extranjeros pagan más por los vuelos nacionales del Nepal que los nepaleses. En Perú hacían igual, y yo, con la ayuda de un amigo de Iquitos, me hice pasar por peruano.

Kumari es el nombre de una diosa viviente a la que encarna una niña hasta que tiene la primera regla y cede el puesto a la siguiente “diosa”. Pero ahora me he enterado de que también adoran a un niño que supuestamente es la encarnación viviente del Dios Ganesha.

Nepal se parece a España en que las familias de los asesinados y desaparecidos durante la guerra civil (en este caso entre los maoístas y las fuerzas gubernamentales) siguen esperando justicia; los primeros desde hace catorce años y los españoles desde hace ochenta.

Un gurú trató de resucitar a un muerto durante cinco días, hasta que los vecinos se quejaron a la policía del hedor del cadáver.

En el estado indio de Manipur rescataron a veintiuna mujeres nepalesas que iban a ser traficadas hacia Arabia Saudí.

En el Nepal y la India no han dejado de aumentar los ataques con ácido a mujeres, sobre todo a chicas adolescentes, que se atreven a rechazar las proposiciones “amorosas” de algunos desquiciados.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí