La crónica cósmica. Contemplar silenciosamente la puesta de sol

ALMANAQUE DE FAUNÓPOLIS – Colinas Kumaon, Uttarakhand, India. Hay personas que han perdido la capacidad de conversar. También hay muchas personas cuyos temas de conversación no van más allá del fútbol, la política o el vecindario.

Los santones hindúes acostumbran a ser buenos conversadores. También lo es mi amigo el Señor Chacal, a quien visito de tarde en tarde en su aislada casa del bosque y mientras hablamos de esto y aquello las horas pasan volando.

Con el Señor Jabalí, el Señor Lobo y con un amigo que es piloto de aviones comerciales, nos gusta contemplar silenciosamente la puesta de sol sentados en la terraza que hay en la casa del primero de ellos, desde la que se ven unos espectaculares paisajes de los bosques y los lagos que quedan por debajo.

En las ocasiones en que charlamos, lo hacemos frecuentemente acerca de los animales. En realidad, la mayoría de gente local suele hablar de los habitantes de la jungla y de los incidentes que han tenido con ellos.

Mi viejo amigo Jira y su familia tuvieron que permanecer un buen rato encerrados en casa porque un tigre había decidido dormir la siesta en su jardín.

El Señor Oso pasó por una movida parecida cuando apareció un tigre mientras ordeñaba su vaca de madrugada; aunque se llevó buen susto, tuvo tiempo de dar una patada a la puerta del corral para cerrarla y dejar afuera al lindo gatito.

Ayer por la tarde, cuando el Señor Jabalí regresaba de pescar en uno de los lagos, se encontró con un leopardo que cruzó ágilmente la carretera.

El Señor Lobo pudo contemplar uno de esos espectáculos naturales desde su salón cuando una hembra macaco parió junto a la puerta de su casa un monito diminuto. Acerca de estos primates, recientemente hubo una batalla campal entre unos macacos y unos langures.

Aunque normalmente son los langures quienes dominan el cotarro gracias a su altura, en aquella ocasión tuvieron que salir por piernas porque los macacos les superaban en número.

Valga aclarar que este tipo de noticias también se dan en las comarcas aledañas. Aquí van unos ejemplos:

Varias patrullas del Servicio Forestal de la Dudhwa Tiger Reserve estuvieron buscando a una tigresa muy famosa llamada Beldanda que, cuando se la había visto por última vez, estaba herida. Afortunadamente la encontraron una semana después, sana y salva, acompañada de sus dos cachorros.

La vida de las panteras puede ser muy dura. Una prueba de ello la tuvimos hace un par de semanas cuando una tigresa murió por las heridas sufridas mientras luchaba con otra tigresa defendiendo su territorio.

Según el último censo, en la Pilibhit Tiger Reserve habitan setenta y siete tigres. Algunos de ellos se han convertido en “devoradores de hombres” (maneater) y durante los últimos nueve años han acabado con la vida de sesenta y dos personas; cinco de ellas ocurrieron en el pasado mes de mayo.

Los agentes del Servicio Forestal de Bijnor tuvieron que rescatar a un leopardo que se metió en el cuarto de baño de una casa, despertando con sus gruñidos a los atemorizados ocupantes.

Peor suerte tuvo un leopardo que, tras herir a varios labradores que curraban en los arrozales, fue rodeado por una veintena de aldeanos que lo apalearon hasta matarlo.

Los macacos son especialistas en robar bolsos a las mujeres, de las que esperan recibir un rescate a cambio de devolvérselos, por ejemplo un plátano. En Agra, uno de estos monos le mangó el bolso una señora ricachona en el que había joyas valoradas en más de doscientas mil rupias (Euro: 97’49 rupias indias). Tras darse la alarma, estuvieron persiguiendo al mono durante ocho horas, hasta que el ladrón abandonó su botín y la mujer pudo recuperar sus joyas.

Contemplé un video en el que una perra callejera, grandullona, peluda y rubia, iba al consultorio de un veterinario llevando a su cachorro colgando de la boca, aguardaba a que le abriesen la puerta y entraba para que curasen a su pequeño: increíble, ¿verdad? ¡Rediós, ella sabía que su hijito estaba enfermo, pero también tenía claro dónde podrían cuidar de él!

¿Recordáis aquella hermosa canción del brasileño Roberto Carlos que decía, “Yo quisiera ser civilizado como los animales?”. Estoy de acuerdo con él.

PASO A PASO – Lima, Perú, otoño de 1988. Continúa de la crónica anterior. Mientras proseguía la huelga de transportes, nos dijeron que “La Cooperativa de Transportes Señor de Ánimas” continuaba operando; pero cuando el británico Simon y yo llegamos a sus oficinas con el equipaje al hombro, nos desanimaron diciéndonos que habían interrumpido sus servicios por miedo a que los piquetes les quemaran los autocares.

Al salir a la calle, se nos acercó un personaje que nos susurró: “Si queréis ir hacia el sur os puedo llevar hasta Pisco en mi colectivo (taxi compartido)”. El precio de dos mil intis nos pareció asequible y nos apuntamos sin necesidad de pensarlo.

El vehículo era un vetusto pero amplio turismo norteamericano, de color rojo, que había salido de fábrica durante los años sesenta y habría conocido mejores tiempos. En su interior ya se encontraban dos pasajeros. El chófer nos dijo que partiríamos en cuanto llegase un cliente más.

Deseando aprovechar la incierta espera, dejé a Simon al cuidado de mi equipaje y salí al trote dispuesto a hacer unas compras de última hora. Empecé entrando en un comercio llamado La Tienda Meta, donde conseguí una gruesa camiseta al estilo de Cachemira y unos calcetines que me salvaran de morir congelado cuando ascendiese hacia los Andes. Luego, en la Librería Sucre, compré la novela “La Cerilla Sueca”, del señor Antón Chéjov.

Regresé al taxi colectivo en el momento en que aparecía el necesario quinto pasajero, que se apearía a medio camino de Pisco. Cuando éste fue a sacar su bolsa del maletero, intentó largarse también con la mía. Sólo por pura casualidad, el juicioso chófer evitó el robo al advertir las intenciones del otro.
“Puto país de ladrones”, comentó al regresar frente al volante.

Aparte de la alegría que comportaba cada viaje, también celebramos haber dejado atrás la populosa y poluta Lima en la que, debido a la huelga, empezábamos a sentirnos agobiados.

Descendimos hacia el sur circulando por “La Panamericana”, la renombrada carretera que, según aseguraban, nacía en La Patagonia terminaba en Alaska, o viceversa. En cuanto dejamos a nuestras espaldas las últimas chabolas limeñas y ante nosotros apareció el desierto y la costa del Pacífico, nuestra atención se dispuso a no perderse nada de tan especial paisaje.

Simon, siempre enterado de todo, me explicó: “La cercanía de los altos Andes y la corriente de agua fría llamada “El Niño” que asciende desde la Antártida por el Pacífico, provocan que esta lengua desértica sea uno de los lugares con menos lluvia de la Tierra. Los geólogos creen que no ha caído un solo chubasco durante los últimos diez mil años”.

“Lo cual daría sentido, supuse yo, a la conservación de las famosas “Líneas de Nazca”, los antiguos geoglifos de las pampas.

Pisco resultó ser una ciudad pequeña y relajante, de calles polvorientas y edificios bajos, encerrada entre el desierto y el océano. Nos gustó llegar a ella bajo un cielo azul cuando reinaba un buen sol; lujo del que no habíamos disfrutado durante nuestros días limeños.

El lugar parecía muy pacífico, pero al instalarnos en una pensión de la Plaza de Armas, el propietario nos advirtió: “Al loro con las calles que elijáis en vuestros paseos, porque en Pisco hay barrios de los que no saldríais sin que os vaciasen los bolsillos.

Cuidad también de mantener la puerta de vuestra habitación cerrada con llave si no queréis que os suceda como a un huésped japonés que, mientras estaba tranquilamente echado en la cama, de pronto se abrió la puerta, entró un fulano desconocido y, antes de que el otro pudiese reaccionar, agarró su cámara fotográfica y salió corriendo”.

A pesar de tan negras advertencias, Simon y yo nos sentimos de maravilla en Pisco. Para empezar, celebramos nuestra llegada con unas buenas cervezas Cristal. Seguidamente nos dimos un atracón de pescado. Y terminamos cogiendo una simpática borrachera con el licor que llevaba el nombre de la ciudad. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Aquí va un libro que recomiendo a los lectores amantes de la novela negra: “Nada bueno germina”, del autor vallisoletano César Pérez Gellida.
  • Siempre he sido un admirador de los Hermanos Marx, y cuando anoche acabé de disfrutar por enésima vez su película, “Sopa de ganso”, tardé en dormirme porque continuaba riendo al pensar en ella.
  • Mi ego demuestra su estupidez al creer y recordar los halagos.
  • Al ver la gran cantidad de gente que actualmente usa gafas, supongo que esta debe de ser la era dorada de las ópticas.
  • Al creerse superior a los demás, demostró ser inferior.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba

Recuerda

  • Pilla un seguro de viaje que te cubra una buena cantidad en gastos sanitarios. Tienes un descuento en IATI y en otras compañías.
  • Consigue tu tarjeta eSIM Holafly o Saily con descuento y datos ilimitados
  • Descargar nuestra app conmochilapp para organizar tu viaje gratis
Share:
Published by

Nando Baba

    Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *