La crónica cósmica. De tal palo no sale siempre tal astilla

AQUÍ, ALLÀ Y EL MÁS ALLÀ – Aquí, a las afueras de esta población francesa llamada Le Teil, y en la carreterita que asciende hacia La Rouviere, el 21 de agosto de 1945 se estrelló, debido a la avería del motor derecho, un avión “B-26 Marauder”, perteneciente al grupo de bombardeo 19 Gascogne,å de las Fuerzas Aéreas Francesas, en el que perecieron los tripulantes y quince soldados que regresaban a casa tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Lo sé porque durante mis paseos matutinos paso frente a un pequeño monolito en el que hay una placa de mármol donde constan esos trágicos datos. Pero, debido a que en las últimas décadas permanecí más de un verano en esta casa del amigo occitano, también tengo constancia de ello porque todos los años y en esa fecha, las autoridades locales y algunos veteranos del ejército se reúnen allí para llevar a cabo una ceremonia en recuerdo de aquellos hombres, en la que depositan una corona de flores mientras una orquesta interpreta los pertinentes himnos. Lo podría comparar a mis cantos matinales dedicados a mis queridos difuntos y a la creencia de que en cierta forma éstos seguirán vivos mientras los recordemos.

Por cierto, el otro día fui a La Rouviere, aldea que antes tenía media docena de antiguos caserones de piedra, y tras el terremoto de 2019 sólo quedan tres. Fui hasta allí cuando acompañé a la novia del amigo occitano y a la perra Chana de camino a los densos y sanos bosques que hay a continuación. Gracias a que ellas conocían de maravilla el terreno, estuvimos paseando un buen rato por senderos diminutos que nos permitían ir acariciando árboles de muy diferentes tipos. Hacía un día radiante y los rayos del sol que se colaban entre las ramas me recordaron el nombre de aquella guerrilla peruana llamada Sendero Luminoso. También pensé en lo que mi amigo de la Garrotxa catalana denomina “baño de bosque”, pues tal fue la sensación que tuve durante aquellas horas de calma en que no nos cruzamos con ninguna persona y los únicos que rompían el silencio eran los pájaros con sus cantos. Bueno, también lo hacían los árboles cuando, movidos por el viento, producían un curioso ruido al frotar sus ramas entre sí: mí romántica guía me aseguró que ellos conversaban así.

Al mencionar en una crónica anterior los antiguos álbumes de fotos del amigo occitano, olvidé hablaros de unas que fueron tomadas en esta casa hace ocho años en las que aparecía un auténtico santón hindú llamado Ramatma Das. Era amigo nuestro y pasó unos días en esta casa mientras hacía lo que se podría denominar tour europeo visitando a distintos amigos, ya fuese en Suecia, Italia y aquí, en Francia. Fuimos a recogerle en el aeropuerto de Marsella y nos gustó que vistiese exactamente igual que en la India: un turbante bajo el que estaba recogida su larga melena, un chaleco, un lungui (sarong) y sandalias. Iba acompañado de una mujer escandinava de cabello blanco que era seguidora suya y le financiaba los gastos; la pobre sufrió un ataque de celos tras otro porque él nos dedicaba más atención a nosotros que a ella, y no la vimos sonreír ni una sola vez a pesar de que nosotros estuvimos bromeando y riendo casi continuamente. En esas fotos se puede ver el jardín de la casa cuando estaba pulcramente cuidado y se parecía poco al actual.

ALLÁ – Ayer estuve leyendo en este mismo blog el interesante reportaje de la bióloga marina María Marcos, en su sección “La ruta natural”, titulado: “Ciudades sobre el mar disfrazadas de sostenibles”. En él se detallan los desastres ecológicos que las grandes empresas están llevando a cabo, con el beneplácito de los gobiernos locales, en las costas asiáticas y árabes, desde China a Dubái pasando por Filipinas, Singapur y Malasia; especialmente en Malaca, histórica población situada en la costa occidental de la Península Malaya, en la que María reside desde hace varios años.

Su reportaje, que me horrorizó en diferentes aspectos, me llevó de vuelta a Kuala Terengganu, ciudad que se encuentra en la costa oriental del país, donde el río Terengganu desemboca en el Mar de la China Meridional, cerca del Golfo de Tailandia. La última vez que estuve allí me hospedé en Pulau Duyong, una isla que está en medio del río Terengganu, desde la que se podía ver que habían desviado su desembocadura para construir unas lujosas zonas residenciales y centros comerciales con los que, aparte de alterar la ecología, habían arruinado a los pescadores locales. Algunos de ellos me contaron que se pescaba mucho menos y difícilmente llegaban a final de mes. Lo que los empresarios y gobernantes denominaban “ganar terreno al mar”, los pescadores lo llamaban, “robar terreno al mar”.

¿Podría haber algo peor? Sí, o por lo menos lo fue para mi buen amigo Awi, el propietario de la pensión “Awi’s Yellow House”, cuyas idílicas cabañas de madera se levantaban por encima del río y habían tenido unas buenas vistas de Kuala Terengganu (que es una ciudad muy bonita y llena de verdor) hasta que empezaron a erigir justo frente a ellas una isla artificial (de unos trescientos metros de largo) con la tierra que unas monstruosas excavadoras iban extrayendo del fondo del río. Parece increíble, ¿verdad?; pero quizás os lo parecerá más si os digo que el fin de esa monstruosidad era la construcción de un parque de atracciones. Al ser la primera vez que yo visitaba Pulau Duyong, donde por cierto me sentí muy a gusto entre el amable vecindario musulmán, en el que no había un solo perro pero sí cientos de felices gatos, no pude compararlo con el aspecto y la atmósfera que tuviese antes de que empezaran a construir aquella fea isla. Sin embargo, sí pude escuchar la opinión de un matrimonio belga que durante las últimas tres décadas había pasado las vacaciones en la pensión de Awi, quienes maldecían a los empresarios y a los políticos corruptos que habían permitido aquella aberración con forma de isla.

EL MÁS ALLÀ – Igual que el transcurso del tiempo ha parecido acelerarse mientras yo me iba haciendo mayor, y ahora, en la edad tardía, ya va a mil por hora (ja, cuanto me gusta que sea de esa forma), la Muerte también lo ha hecho así a mí alrededor. Tras haber permanecido prácticamente inactiva hasta que cumplí los cuarenta años, se diría que desde entonces haya ido poniéndose al día hasta llegar a la actualidad, época en la que, además de algún que otro vecino, fallece diariamente gente famosa. Creo que fue en el año 2016 cuando pasaron a mejor vida (vaya expresión) Leonard Cohen, David Bowie, Prince, George Michael, Michelle Morgan y Gene Wilder.

Entonces pensé que mi vida era como una competición de resistencia en la que iba dejando cadáveres a mis espaldas (no hará falta mencionar otra vez a mis queridos difuntos), pero aquellas seis defunciones se quedarían en nada si las comparamos con la mortandad continuada que ha ocurrido durante los últimos dieciocho meses, ¿verdad? Os he amargado un poco con esta parrafada cadavérica para rendir homenaje al gran Charlie Watts, el batería y alma de los Rolling Stones que falleció la semana pasada, quien fue siempre el hombre serio en medio de sus descontrolados compañeros, del que era mi grupo predilecto en los años sesenta y setenta.

DE TAL PALO NO SALE SIEMPRE TAL ASTILLA – Me ha alegrado comprobar repetidamente que las nuevas generaciones de mi familia de comerciantes (poco dados a grandes logros a menos que fuese para juntar dinero), han subido unos peldaños más, pues tengo una colección de sobrinos que merecen mi admiración y respeto. Dos de ellos, que si no voy errado son biólogos, han creado un vivero especializado en plantas acuáticas autóctonas que se hallan en peligro de extinción.

La crónica cósmica. De tal palo no sale siempre tal astilla

Al estar clasificadas en tal categoría no se pueden comercializar, pero ellos salen adelante con las subvenciones que reciben del gobierno catalán. Me llevaron de excursión a ese vivero, que está en medio del campo y junto a un río, donde me mostraron una alberca en la que crece una hierba que elimina las algas y las pulgas acuáticas, limpiando el agua, que es completamente transparente: cualquiera que tenga una piscina podría utilizar el mismo sistema para mantenerla limpia en vez de usar productos químicos. También cultivaban unas pequeñas plantas carnívoras autóctonas entre las que vivían tortugas, tritones y muchas ranitas de distintos colores y razas. Además, criaban larvas de libélula que se alimentaban con las de los molestos tábanos. En la misma finca había una balsa con varios siglos de antigüedad que antes se había utilizado para el regadío y actualmente usan para preservar la biodiversidad acuática. Las actividades de ese vivero incluían cursos para niños a los que se enseñaba a cuidar de un huerto. Mis queridos sobrinos, bien por vosotros; espero que vuestra empresa salga adelante con éxito.

MIRA LO QUE PIENSO – En las relaciones sociales, el observador lee entre líneas lo que esconde el comportamiento de los demás.
Fumar puede matar, pero las cenefas que forma en el aire el humo del tabaco me parecen preciosas.

Tras tantos años dedicados a mi asilvestramiento me pregunto si sería capaz hacerme el nudo de la corbata, atarme los cordones de los zapatos, currar ocho horas, tener un jefe y cumplir sus órdenes (sin tratar de estrangularlo: ja), asistir a reuniones sociales y mantener conversaciones superficiales, o si tan siquiera sería capaz de conducir después de pasar ocho años sin hacerlo.

La vida se parece al backgammon: si ganamos, el ego nos dice que es gracias a nosotros; pero si perdemos, es culpa de la mala suerte. Los envidiosos hacen lo contrario, pues si ganamos dirán que ha sido gracias a la buena suerte, sin tener en cuenta que nos lo hayamos currado, y si perdemos aseguraran que se debió a nuestras nulas habilidades.

Las lecciones de imaginación del abuelo. Al acostarnos por la noche, mi padre nos contaba a mis hermanas y a mí unos cuentos que inventaba sobre la marcha, y doy por sentado que de esa forma plantó la semilla de mi imparable imaginación. Lo sorprendente, y es la razón de que mencione esto, es que una sobrina mía me contó recientemente que el hombre también lo había hecho con algunos de los nietos: “Érase una vez en que Tóful y Lluís partieron en una avioneta que acabó en la copa de un gran árbol de la selva…”.

Me parece aberrante, aunque sea práctico, que cada boñiga de cada perro de ciudad termine en una bolsa de plástico, como las bananas de los supermercados “Seven-11” tailandeses. Y lo mismo digo de las botellas de agua con las que estáis cubriendo el mundo de plástico en vez de utilizar filtros.

Me gustan los perros, pero no las personas con carácter de perro: prefiero a los gatunos.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba

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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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