La crónica cósmica. En un bazar de Madurai

PASO A PASO – Tamil Nadu, India, 1986. Érase una mañana en que el amigo de Badalona y yo estábamos en un bazar de Madurai. Sosteníamos sendos cocos en las manos de los que tomábamos sorbos con una pajita, pues su agua es un auténtico elixir para recuperar fuerzas cuando el calor supera un nivel tolerable. Manteníamos una nueva y acalorada discusión que parecía anunciar nuestra inminente separación; pero entonces se acercó a nosotros un hombre que provocaría indirectamente que nuestra amistad continuase de por vida.

Era un tipo de unos treinta años y pico, esbelto, guapote, con el pelo negro y corto, quien, aparte de un fino bigote, tenía la cara perfectamente afeitada. Vestía una impoluta camisa blanca que conjuntaba perfectamente con el chaleco y unos pantalones negros. Se acercó a nosotros al oír que hablábamos en catalán y se presentó diciendo que era sevillano, pero que residía en París desde que huyera de España para evitar que le obligasen a hacer la mili. El oficio de una persona dice mucho acerca de ella, y aquel sevillano nos pareció más interesante cuando nos explicó que trabajaba en producciones teatrales.

Se llamaba Pedro, y si se pegó a nosotros no fue por la poca simpatía que sintió hacia mi, sino por lo bien que le cayó el amigo de Badalona: nada raro, pues, como ya mencioné en las crónicas anteriores, era un encanto de persona con la que congeniaba todo el mundo.

Una de las buenas cosas que tiene viajar es cruzar frecuentemente tus pasos con personajes interesantes; hecho que cuando haces vida sedentaria sólo se da en contadas ocasiones. Pedro era una de esas personas, pero, además, para un tipo como yo, con poca cultura y menos memoria, tenía el valor añadido de ser un maestro, del que aprendí muchas cosas acerca de la India. Durante el resto de aquel día, mientras almorzábamos, bebíamos zumo de fruta recién exprimida o nos refrescábamos junto a la piscina del templo Meenakshi Amman, Pedro no dejó de aportarnos información con una suave forma de hablar en la que no había la menor pedantería. Aquí va una pequeña parte de lo que nos contó:

“En la India todo el mundo quiere presumir luciendo un reloj de pulsera, y hay un mercado negro de relojes viejos que la mayoría de las veces no funcionan; y a mí me gusta poner al personal en apuros preguntándoles qué hora es. Se puede comprar un reloj de tal o cual marca y modelo que funcione bien o mal, o que no funcione en absoluto pero que tenga las manecillas, o ni tan siquiera eso. Nada extraño si pensáis que esta gente adquiere un teléfono aun sin tener línea, o un coche que no funciona para mantenerlo aparcado frente a la puerta de casa.

Los hindúes siguen fervientemente el sistema de castas, del que los arios se aprovecharon miles de años antes, cuando invadieron el Indostán y hallaron instaurada esta fórmula; con la salvedad de que hasta entonces funcionaba según los oficios y la forma de vida de cada uno.

Los sacerdotes y los maestros ocupan la casta superior, la de los brahmanes; a éstos los siguen los takur (también llamados kshatriya), casta de la que forman parte los reyes y los guerreros; después vienen los vaïshya, que son los comerciantes, y en la cola están los currantes, los shudra.

A los arios les pareció de maravilla el sistema de castas, pero lo alteraron sutilmente ordenando que a partir de ese momento no se basaría ya en el oficio que realizase cada uno, sino que sería hereditario como la realeza europea; y ellos, los arios, blancos, puros y, por supuesto, más guapos, serían permanente e invariablemente los brahmanes y los takur. Para que no quedase la menor duda al respecto, afirmaron que así lo había decidido Dios. Con el fin de calmar los ánimos, añadieron que si durante su vida la gente se portaba muy, muy bien, en la próxima se reencarnarían en un brahmán o un takur; pero que los malos nacerían ciegos, y los que no cumpliesen debidamente con las reglas de este segregacionista sistema, se convertirían automáticamente en unos intocables, y deberían esconderse cuando viesen venir en su dirección por la misma calle a alguien de las castas superiores para evitar contaminarlo con su sola presencia.

A pesar de opinar yo que es un régimen racista y bastante fascista, y que en estos tiempos de capitalismo imperante la diosa más venerada es la rupia, no debéis olvidar que un brahmán, al dedicar su vida a Dios, está obligado a llevar a cabo las actividades que le están reservadas, ya sea como pujari de un templo o como maestro escolar, sin exigir remuneración alguna y contentándose con las donaciones voluntarias que reciba.

Por ejemplo, si yo fuese un brahmán y, además, un pandit de la flauta como Hariprasad Chaurasía, si encontrara un músico prometedor podría proponerle que fuese mi alumno; no obstante, lo haría sin mencionar en modo alguno mis posibles honorarios, y aunque tales enseñanzas durasen años y yo, el maestro, pasara hambre y miseria, jamás tocaría el tema del dinero con mi alumno, de quien sólo esperaría recibir una retribución voluntaria cuando terminase los estudios.

Si os fijáis, veréis que los maestros visten generalmente ropa raída, mientras que los comerciantes, los vaïshya, nadan en la riqueza, sobre todo porque vivimos en la decadente época del Kali Yug, en que importa más el dinero que la honestidad”.

Pedro completó toda esa información acerca de las castas contándonos que la de los brahmanes, al ser la superior, era la única que podía cocinar para las demás, y los tipos que sudaban la gota gorda en las cocinas de los restaurantes eran brahmanes. Por lo menos era así en los buenos restaurantes, por muy pequeños y baratos que fuesen.

Éstos serían restaurantes vegetarianos, porque los brahmanes, entre sus muchas otras obligaciones, tenían la de alimentarse exclusivamente con una dieta lácteo-vegetariana, en la que ni siquiera se permitía el consumo de huevos.

Además, los camareros y el resto del personal de tales restaurantes pertenecerían asimismo a esa casta superior porque la comida de una cocina se “estropearía” con tan sólo que entrase en ella alguien de las inferiores.

Yo le pregunté a Pedro qué pintaban los musulmanes y los cristianos en toda esa historia, y él nos explicó: “Los musulmanes que se convirtieron al islam tras la invasión de los mogoles pertenecían casi todos a las castas inferiores o eran intocables.

En cuanto a los cristianos, la cosa funcionó de otra forma, pues los británicos, aprovechándose también del tinglado que encontraron montado en la India, se inventaron una especie de casta superior para blancos que incluía el cristianismo; religión a la que se convirtieron muchos hindúes por puro interés, ya que, al revés de los que sucede a los pujaris de los templos, que malviven con las donaciones, los curas cobran sus buenos sueldos.

De todos modos, y como ya habréis advertido, en este inmenso país se dan muchas diferencias entre el norte y el sur; y gracias a que el cristianismo llegó a Kerala de la mano de uno de los apóstoles de Jesús y el islam lo hizo cuando Mahoma todavía galopaba montado en su corcel, en los estados meridionales no se relaciona a tales religiones con los ejércitos invasores”.

La relación que el amigo de Badalona y yo mantuvimos con aquel culto sevillano no terminó en Madurai, pues en cierta forma se convirtió en nuestro guía turístico cuando nos propuso, y nosotros aceptamos, que durante las siguientes semanas le acompañásemos mientras visitaba los templos más importantes de Tamil Nadu.

EN LA TABERNA GALÁCTICA – Érase una noche en la que la conexión cósmica parecía esperarme en mi antro predilecto y la clientela compitió para acercase al micrófono de mi grabadora, como un cuarentón francés que me contó: “Hace años que vivo como un nómada en una furgoneta que convertí en vivienda con mis propias manos. Cuando se desató la pandemia de la COVID e impusieron el confinamiento en todos lados, temí que se hubiese jodido mi plan de vida. De todos modos, decidí comprobar si las cosas estaban tan mal como se suponía y me alegró descubrir que, gracias precisamente a tan insólita situación, podía continuar viviendo igual, pues crucé sin tener problemas el sur de Europa de poniente a oriente. Fui de España a Grecia pasando por Francia, Italia, Eslovenia, Croacia y Serbia sin encontrar un solo control, ni tan siquiera en las fronteras”.

La siguiente en hablar para mí fue una bretona de pelo plateado que me explicó: “Iba a comprarme una casa que me gustaba mucho, pero en el último momento, cuando conocí a un chamán ecuatoriano, cambié de opinión. El chamán, con tan solo verla y sin tan siquiera entrar en ella, me advirtió que por debajo pasaba un cauce de agua que, aparte de energía negativa, traía espíritus que se agarraban a la vivienda y provocaban enfermedades como el cáncer a sus habitantes. También me dijo que él sabía cómo alejar a tales espíritus, pero que sería un agobio porque tendría que hacerlo semanalmente. Después de hablar con ese ecuatoriano, pregunté entre el vecindario y me enteré que la anterior propietaria de la casa había fallecido de cáncer”.

El hombre que se amorró después al micrófono de mi grabadora me contó, riendo, una anécdota relacionada con el agradecimiento. Dijo que conocía a un tipo que maldecía a un amigo suyo porque le había echado de una casa de su propiedad en la que él había vivido más de un año por la cara sin pagar siquiera las facturas de agua y electricidad. Junto a nosotros se hallaba una mujer que conocía una historia parecida relacionada con un músico que se moría de hambre y sintió un enorme agradecimiento cuando un filántropo empezó a pasarle una mensualidad; sin embargo, esto no fue óbice para que le odiase a muerte desde el día en que le cerró el grifo después de alimentarle varios años.

MIRA LO QUE PIENSO

  • Aquí va otro reportaje de eldiario.es acerca de algunos viajeros que os recomiendo leer.
  • Según un estudio realizado aquí en Francia, el 67% de los policías votan a los antidemocráticos partidos de extrema derecha. ¿Sucede igual en España?
  • ¿Qué piensas, qué admiras, qué respetas, qué crees, qué haces, qué eres y qué te llevarás a la tumba?
  • La injusticia de nuestro injusto sistema penitenciario alcanza sus máximas cotas cuando se pena a un inocente, ¿verdad? ¿Y qué decir acerca de la Sangrienta Inquisición y las diferentes cazas de brujas en que el 100% de los acusados eran inocentes?
  • Al mirarme en el espejo recuerdo a los viejos viajeros que vi por el mundo, a los que reconocí como tales por su forma de vestir y moverse.
  • Conozco a las personas observando sus reacciones, y éstas se vuelven más profundas al mantener una larga relación con ellas.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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