La crónica cósmica. Entonces ocurrió un milagro

ÉRASE UNA VEZ… Nació en la India y le provocaron un terrible choque emocional al separarla de su madre en cuanto dejó de mamar: “¡Mamá!”. Después consiguieron que se mease de miedo y sus ojos se desorbitasen cuando la colgaron de una grúa y la metieron en la bodega de un barco con el que navegó por medio mundo. No vio el Sol ni respiró aire fresco durante varias semanas en las que creyó morir de terror cada vez que una tormenta jugaba con el mercante.

Una nueva grúa la depositó en suelo argentino. Guiada con gritos y palos, la metieron en un camión con el que cruzó Buenos Aires hasta llegar a un descampado en el que habían instalado un circo, que sería su hogar ambulante en los siguientes veinticinco años.

Siempre a palos, la domesticaron para que hiciese todo tipo de ridículas momerías, como mantenerse erecta sobre las patas traseras o sostener éstas en el aire con el morro pegado al suelo. Tal suplicio se acompañaba de una triste soledad, pues jamás vio a un hermano suyo. Al ir de un lado a otro en camiones cerrados, tampoco podía contemplar los paisajes.

Ella se acostumbró a sobrevivir sin llegar a vivir realmente. Debido a la angustia y la apatía que formaban parte de su existencia, parecía mucho mayor. Entonces el propietario del circo se deshizo de ella vendiéndola a un zoológico en el que, a pesar de continuar estando presa y desconociendo algo tan insólito para ella como sería la mínima libertad, por lo menos dejó de recibir palos a toda hora.

El tiempo, que hubiese pasado volando de haberse hallado en un entorno natural, transcurrió con una lentitud exasperante, y los siguientes veinticinco años parecieron siglos. Entonces ocurrió un milagro: frente a su jaula llegó un hombre que, tras hablar con el director del zoológico, ordenó que la sacasen de allí y la metiesen en un camión. Ella, claro, desconfió y se preguntó si la llevarían de vuelta al circo.

Jamás habría imaginado que entre los seres humanos hubiese algunos que no fueran insensibles y sádicos y que uno de éstos la rescatara para trasladarla un santuario de Brasil, donde por primera vez en su vida podría hacer cosas tan normales como rascarse contra el tronco de un árbol, tomar un “baño” de tierra, pastar hierba tierna y confraternizar con otras hermanas de su especie.

Se llama Mara y, por si no lo habéis adivinado, es una elefanta. Os recomiendo echar una mirada a este artículo.

Pensé en la vejiga descontrolada de Mara al ver cómo una pobre elefanta de Sauraha se meaba de miedo al ser amenazada por su cornaca con una caña de bambú. La orden general es: “No pegues a los elefantes frente a los turistas”. Por cierto, debido al achicharrante sol de mayo, ahora los cornacas de Chitwán van todos con paraguas.

Hace unos años apareció por esta pensión en que vivo una mujer rusa con dos hijos pequeños y un perro negro. Tras hospedarse aquí varias semanas, una madrugada partió furtivamente sin pagar la cuenta e hizo la locura de adentrarse en la jungla con sus pequeños. Poco después fue arrestada por los guardas del Servicio Forestal y se descubrió que, aparte de tener los bolsillos vacíos, había permanecido varios años ilegalmente en el Nepal, por lo que fue deportada. El perro negro, chico listo, se había quedado en la pensión, y aquí sigue. ¿Su nombre?, Ruso.

Ayer le pregunté a Ranjana por una simpática perrita manca llamada Tuntún que también vivía en esta pensión haría cosa de tres años, y me explicó: “En un día tan caluroso como hoy, fue a refrescarse en el río y se la comió un cocodrilo”. Descanse en paz.

En la población nepalesa de Jagarnathpur siempre habían cazado los grandes murciélagos frugívoros que habitaban en sus bosques y se los comían creyendo que curaban el asma. Afortunadamente, esa estúpida costumbre ha pasado a ser historia y ahora los protegen tratando de convertirlos en una atracción turística.

Los macacos que viven en las costas del Sudeste Asiático son unos hábiles comedores de moluscos. A los de Sauraha les encantan las gambas y las caracolas de río. El poder de adaptación y la rápida evolución de los Rhesus Macacos me recuerda a la de otro primate malcarado: el Homo Sapiens.

DESCONTROL PANDÉMICO

El coronavirus ha llegado al Nepal con retraso, pero ahora se va extendiendo paulatinamente. 12 de mayo: 83 nuevos casos, sumando ya un total 217. 17 de mayo: 291 infectados y 1ª muerte. 18 de mayo: 2ª muerte. 22 de mayo: 456 contagiados y 3ª muerte. Desde el punto de vista occidental, estas cifras os parecerán poca cosa; pero comprenderéis mejor lo que podría suceder aquí si leéis lo que viene a continuación.
En la ciudad nepalesa de Narainapur hay ciento catorce infectados. Trece de ellos, ayudados por sus familias y el vecindario, huyeron del centro de cuarentena y se enfrentaron a la policía que trataba de evitarlo. En armonía con esto, se ha visto a algunos de los que se hallan en cuarentena ir de compras a un bazar cercano.
Las fugas de esos sitios habilitados penosamente para pasar la cuarentena, son frecuentes y, debido a que mucha gente da datos falsos, es imposible localizarlos.
Cientos de nepaleses que regresaron de la India y hallaron la frontera cerrada, la cruzaron ilegalmente por la jungla sin pasar controles sanitarios: ¡Qué estúpidos llegan a ser los gobernantes!

Al hacer chequeos de coronavirus en todo el Nepal han descubierto miles de casos de malaria, dengue y kala-azari o fiebre negra (visceral leishmaniasis).

En el mundo hay más de tres millones de nepaleses emigrados, y quinientos mil de ellos, tras quedarse en el paro a causa de la pandemia, quieren regresar a casa desde Malasia, UAE, Catar, Arabia, Kuwait, Bahréin u Omán. El gobierno nepalés planea repatriarlos, pero, aparte de que las cosas de palacio ya van normalmente despacio, en el caso del Nepal se podría decir que permanecen estáticas.

En el área de los Annapurna se encuentran cuarenta y siete extranjeros chinos, franceses, rusos y alemanes que opinan: “Mejor aquí que en casa”.

Trueque: a la chica de Kazajstán, que habla perfectamente cinco idiomas, se le terminó el dinero. Como sería de esperar, Narmada y Shankar se apresuraron a ofrecerle casa y comida gratis, y ella se lo paga dando clases de inglés a sus dos hijas y a la sobrina que vive con ellos.

ASÍ HABLÓ EL SEÑOR TOLSTOI: “Dos familias de gitanos rusos se enfrentaron a tiros durante varias horas hasta que apareció el ejército. Entonces ambas familias se juntaron para defenderse de los payos. Al ver los uniformados que no lograrían vencerles fácilmente, trajeron a mi padre para que parlamentara con ellos y tratara de llegar a un acuerdo. Lo logró bebiendo cantidades industriales de vodka con los varones de ambos clanes”.

MIRA LO QUE PIENSO

  • El Señor Tolstoi lee ensayos históricos con el fin de adquirir cultura. Yo lo hago con las novelas de ficción para alimentar mi imaginación.
  • Algunos autores dan la sensación de escribir encorsetados como si les estuviera observando el Gran Hermano, o sea la Real Academia de la Lengua. Éste no es el caso de Almudena Grandes (qué grande es esa señora), de la que estoy leyendo “Inés y la Alegría”, maravilla que todavía me lo parece más porque solamente es la primera de un quinteto que terminará siendo un sexteto.
  • He corregido y releído lentamente “El Buen Idiota” obligando a que las musas hiciesen cola en vez de ser yo quien las esperase a ellas.
  • No te sientas insultado por mi indiferencia, imbécil.
  • La inteligencia, el encanto y la simpatía de Barak y Michelle Obama son la otra cara de la moneda en que se hallan Trump y su esposa.
  • Algunos viajeros se preocupan más de aprender el idioma que las costumbres y pasan de las tradiciones locales; mientras que yo, a pesar de mi holgazanería lingüística, me esfuerzo en adaptarme (porque me gusta hacerlo) a las costumbres de las distintas religiones y culturas: es una forma de mostrarles el respeto que me gana su respeto.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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