La crónica cósmica. La temporada de las setas mágicas

Al encontrarnos en invierno, la compañía eléctrica ha aumentado la duración de los cortes del servicio, y ahora hay días en que solamente lo tenemos durante diez horas que, rizando el rizo, pueden darse mientras los nepaleses duermen a pierna suelta. Con ello, conseguir conectarme con Internet (del que si no falla el repetidor lo hace el servidor (o lo que sea…)) se convierte en una lotería que, cómo sucedió la otra noche, cuando desperté a las tres y descubrí que, milagrosamente, todo funcionaba, puede animarme a responder los correos en una hora tan insólita. Cuando la reanudación del servicio ocurre durante el día, todo el mundo sale automáticamente disparado para conectar esto, recargar aquello, poner en marcha la lavadora y la bomba del agua, o ver una película que se había quedado a medias.

En armonía con todo lo anterior, las rutinas invernales incluyen las horas que uno pasa ante las hogueras o bajo el sol, pues tal es el sistema de calefacción de los países pobres. George Harrison compuso la canción “Waiting for the Sun” mientras se encontraba en Rishikesh; el “Beatle” estaba en Laxman Jhoola, aldea en la que, debido a que se halla bajo unas colinas, el Sol saca la cabeza con un poco de retraso, y por las mañanitas uno lo espera ansiosamente para recargar las baterías. De manera parecida, en octubre hacía tanto calor como para que la supervivencia incluyese pasar muchas horas bajo el ventilador.

He observado que entre los embusteros se dan dos tipos de reacciones compulsivas. La primera, y más frecuente, es la de mostrarse exageradamente heridos y ultrajados cuando los coges con los pantalones bajados y las manos en la masa. La otra, totalmente genial y maquiavélica, está en intentar demostrar que tú también mientes, como si con ello excusasen sus propias falacias.

Añadiré a todo ello que, de la misma forma que les otorgo el derecho a mentir, yo también lo tengo para decir la verdad, o sea cantarles las cuarenta; y, paulatinamente, los mentirosos “sauraheños” están evitando soltar patrañas frente a un servidor por temor a ser públicamente denunciados.

Para terminar con el tema de los fantasmas, los mentirosos, los hipócritas, los difamadores y los traidores, o sea los cobardes, aprovecharé para recordaros que yo debería empezar mucha de la información referente a este país con la advertencia, según dicen.

Anoche, cuando el hijo mayor de Shankar estaba soñando con un gato que pretendía morderle, le despertaron los silenciosos pasos de un elefante salvaje pasando junto a su ventana.

Mi presupuesto mensual no supera los cien euros.

Parece que, tras hacerme el remolón, ahora ya he entrado de lleno en la temporada de las setas mágicas. Eso sí, tomo pocas para que las fiestas sean suaves y, así, frecuentes. Un efecto secundario del “colocón” de setas está en el frío, y cuando a media tarde fui a sentarme junto al río para calentarme, escuché de nuevo la típica pregunta turística: “¿Qué hace?” En esta ocasión, el guía respondió: “Sun watching yoga” (lo pongo en inglés para evitar escribir una parida como “yoga de la observación solar”).

Al estar acompañado de tan peligrosas amistades, la primera fiesta setera se acompañó de veintisiete cervezas (650 cl.), y montones de crepes siberianas rellenas de pollo.

El rinoceronte desorejado que vimos durante nuestra visita al parque resulta ser el tipo más peligroso de estos alrededores y ha matado a varias personas.

Un leopardo se dio una vuelta por el bazar de la capital comarcal con el resultado de un muerto y siete heridos (incluyendo fotos de un aficionado que aparecieron en el Kathmandu Post). Yo sigo sin haber visto un tigre en mi vida.

¿No es así que llamamos supersticiones a las creencias de los demás?

El abuelo y la madre de Narmada se ganaban la vida como músicos ambulantes; él tocando las tablas, ella bailando, y ambos cantando.

Otra prueba de la indiferencia nepalesa hacia los peligros: la hija pequeña de Narmada, de unos cinco años, estuvo paseando a solas entre miles de personas durante las carreras de elefantes.

Cómo recordaréis, Luna, la yegua de la pensión donde vivo, también va siempre a su aire, y cuando se requieren sus servicios han de buscarla por todo el vecindario. Sobre gustos no hay nada escrito, y ayer, mientras yo tenía la colada en remojo, me sorprendió escuchar un sorbido que al final resultó provenir de Luna, que se estaba metiendo el agua enjabonada entre pecho y espalda.

Y hablando de caballos, debo confesar que, debido a las tradicionales aficiones familiares, yo creía saberlo todo acerca de ellos; pero no era así, y solamente tuve prueba de esto cuando conocí a un hombre llamado Raján, quien tiene unos cuarenta años y ha logrado algo tan insólito como conseguir que su yegua, Simsim Pani (Gotita de Agua) tire de una carreta sin llevar los ojos cubiertos, o sea viendo al monstruo de madera que lleva detrás. Pero no hemos terminado, porque además Raján cuelga las riendas a un lado y habla con la jaca para indicarle que se detenga, que corra más, e incluso que vaya en tal o cual dirección (cosa fácil en Sauraha…). Cruzar el bazar a trote rápido mientras Raján deja toda la responsabilidad en “manos” de Simsim Pani es parecido a lo que sería viajar en un autobús que no necesitase de un conductor.

Liberación femenina: aparece la primera mujer jinete de elefantes. Estoy seguro que, por muy mal que lo haga, será mejor que los hombres. Además, como su elefante es elefanta, supongo que entre mujeres se entenderán mejor.

Por toda la cara, sin la mínima vergüenza, y pasándose por la entrepierna las estipulaciones de la Unesco acerca de los lugares protegidos, el gobierno nepalés se dispone a construir una carretera de treinta kilómetros que cruzará el parque de Chitwán. Supongo que ni tan siquiera se les ocurrirá copiar la fórmula de las autopistas francesas edificando puentes para que los animales puedan hacer más fácilmente sus migraciones.

Una docena de chavales, que viajaban en el techo de un autobús, murieron electrocutados al entrar en contacto con un cable eléctrico; ya es tener mala suerte que te suceda esto en un país con tan miserable servicio eléctrico.

Reunión femenina: junto a la hoguera, y arrimadas unas a otras debido al frío matinal, estaban la tatarabuela, las tres tataranietas, las dos cabritas y la perra Dholi.

Era la primera vez que veían una fregona, y la usaban como escoba.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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