La crónica cósmica. Las necesidades de una vida simple

YO VIAJO, TÚ VIAJAS, ELLOS VIAJAN – En la información que encuentras en las guías de viajes acerca de un lugar pocas veces se menciona lo que yo denomino espectáculos naturales, de los que el mejor ejemplo son las puestas de sol y el concierto de colores del ocaso que las siguen. ¡No se pierdan ustedes las de Chitwán o las de Varkala!

Tal como os dije en la crónica anterior, la perrita Pilua puede distinguir perfectamente lo que aparece en las pantallas de la tele o del ordenador, acerca de las que gruñe especialmente cuando aparece ella misma. Sin embargo, no dio una sola mirada al precioso cielo enrojecido que había anteayer en esta parte noroccidental de Lanzarote, con las finas nubes que coronaban uno de los volcanes que hay aquí enfrente haciéndote creer que fuese lava recién expelida, y con la luna de Shiva al fondo.

Quizás era así porque la perrita tenía puesta la atención en el eco de sus propios ladridos, que rebotaban en los muros de una casa que se encuentra a doscientos metros tras unos campos. ¡Los perros están locos!

Como prueba de lo estresado y ocupado que estoy (¡ja!) os confesaré que dedico mucho tiempo a observar las nubes. Recomiendo a quienes viajéis a países del Sudeste Asiático, como Tailandia, Laos, Malasia o Vietnam, que de vez en cuando apartéis la vista de vuestros teléfonos (¡ja!) y la levantéis hacia las nubes, pues os aseguro que el espectáculo natural no os decepcionará.

Uno de los lugares de Lanzarote en que la naturaleza organiza buenos espectáculos naturales es en la cumbre del impresionante Risco de Famara, sobre el que la otra tarde se había formado un grueso colchón de nubes blancas. Recuerdo una ocasión en la que, en esos mismos acantilados, pero por el lado oriental, el amigo chicharrero y yo vimos una auténtica cascada de nubes que no dejaba de fluir como si fuese el salto de un río (de aguas turbulentas…). En la película de Pedro Almodóvar “Los abrazos rotos” podréis ver unas buenas imágenes de Lanzarote que definen a la perfección esta isla.

A quienes tenéis hijos y dudáis si podríais viajar con ellos, os recomiendo leer este reportaje de eldiario.es acerca de varias familias viajeras.

La siguiente recomendación es literaria y va dirigida a los amantes de la India, país del que obtendréis información muy interesante de sus distintos aspectos leyendo los siguientes cuatro libros (de los que no os haré comentarios innecesarios porque no me gustan las sinopsis).

  • El primero es un ensayo de la autora Gita Mehta titulado “Karma Cola”.
  • El segundo, también de la señora Mehta, es la novela “La Sutra del río”, que aporta buenas imágenes de algunas de las tradiciones más antiguas.
  • El tercero se titula “India, una civilización herida”, donde el Premio Nobel V. S. Naipaul, nacido en Trinidad Tobago de ascendencia india, nos cuenta su visión personal de la India cuando la visitó por primera vez.
  • El cuarto libro, que también es un ensayo, lo estoy leyendo actualmente y el autor es el indio Suketu Mehta: “Ciudad total” y quizás no sea apto para corazones sensibles, pues te deja acojonado y horrorizado con todo lo que cuenta acerca de esa monstruosa metrópoli llamada Mumbai, a la que los portugueses dieron el nombre de Bombay: «buena bahía».
  • Para completar el ambiente indio podéis mirar este vídeo que me ha mandado la amiga francesa Magali.

PASO A PASO – Festividad de la Kumba Mela, Haridwar, India, 1986. (Continúa de la crónica anterior). El suizo Frank, el amigo californiano y yo jamás olvidaríamos aquella jornada del 14 de abril ni las muchas imágenes que dejaría grabadas en nuestras mentes. El desfile de cientos de Naga Babas, los más importantes de los santones y a quienes les estaba reservado tomar primero el baño en el Ganges de madrugada; siempre completamente desnudos, con la piel cubierta de ceniza y los pelos alcanzando a veces hasta los pies, todos corriendo, gritando y riendo con el trishul, el tridente metálico, en la mano, parecían seres salidos de otro mundo.

A éstos les seguía la versión femenina de los Naga, o sea las Naga Babas, mujeres a las que la organización había vestido con unos saris color crema, aunque habitualmente también iban desnudas. Después desfilaron los grandes swamis, los gurús creadores de sectas, áshrams y templos, que eran paseados en grandes carrozas por sus seguidores y en muchos casos tenían el aspecto de gordos faraones.

Al paso de personajes tan santos, los peregrinos se postraban para adorarles y besar el suelo que habían pisado. Además, superando ya todo lo imaginable, recogían arena de la calle y se la tragaban. También vimos a muchos yoguis, evidentemente ancianos, cuyos cuerpos eran parecidos a los de unos quinceañeros, y a santones que habían permanecido de pie desde hacía una docena de años, durmiendo apoyados en unos trapecios que colgaban de algún árbol sagrado. Otros que habían dejado de hablar, o quienes mantenían constantemente un brazo en alto mientras las uñas de los dedos habían crecido formando espirales.

También hubo un santón de aspecto salvaje que nos confesó haber venido cómodamente en avión desde Calcuta. Había otro que completaba su desnudez con un Rolex de oro en la muñeca. Y un tercero que danzaba siguiendo el ritmo que salía del walkman que llevaba.

En varias ocasiones, mientras estábamos sentados con algunos respetados santones, los peregrinos se postraban ante nosotros al mismo tiempo que lo hacían con los sonrientes babas. Junto con ellos fumábamos chíloms (pipas) de costo frente a las cámaras de los canales de televisión internacionales, porque aquel era el día de los sadhus, y la prohibición sobre la maría y el cannabis (llegada recientemente desde la Casa Blanca de Washington) no tenía ningún poder.

Añádasele que cualquier policía habría muerto a golpes de trishul si se hubiese atrevido a molestar a alguno de los santones. Fuimos testigos de un ejemplo cuando un santón se cruzó con un grupo de policías, y éstos, uno a uno, se inclinaron respetuosamente a su paso; pero el plato fuerte se sirvió cuando el sadhu llegó frente al oficial que estaba al mando y, quitándole la gorra de la cabeza, la arrojó al suelo y la pisoteó varias veces antes de seguir tranquilamente su camino sin que los policías dijesen esta boca es mía.

Un quiromántico se empeñó en leerme las líneas de la mano a pesar de haberle advertido que no iba a darle una sola rupia: “Tienes cinco diamantes —me aseguró—, lo que significa que eres muy respetado por los demás. Aprecias más la calidad que la cantidad. Eres legal y siempre cumples lo que dices. Te gusta viajar y recorrerás medio mundo. Eres sabio, independiente y tienes mucha fuerza interior”.

A lo largo de las escalinatas que daban al Ganges había unas cadenas fijadas a unas barandillas metálicas que servían para evitar que la fuerte corriente del río arrastrara a los peregrinos. Observando ambas cosas, Frank y yo tuvimos la misma idea: dejando nuestra ropa al cuidado del amigo californiano, marchamos en calzoncillos siguiendo la dirección contraria del cauce y nos lanzamos al agua apartándonos de la orilla. Nuestras carcajadas resonaron mientras descendíamos a gran velocidad con los pies por delante emergiendo únicamente la cabeza.

Cuando dábamos por terminado nuestro número acuático, se armó la gorda porque las dos inconscientes chicas alemanas que se habían pegado a nosotros al partir de Rishikesh, de pronto decidieron tomar un baño con la misma indumentaria que nosotros, o sea con unas pequeñas braguitas y mostrando sus tetas. Tal como sería de esperar, el espectáculo atrajo a una multitud de babeantes jovenzuelos indostanos que, entre otras cosas, nos pedían permiso para tomarse unas fotos junto a las muñecas desnudas, quienes, encantadas con la expectación que levantaban, sonreían luciendo sus encantos sentadas sobre las barandillas metálicas. Mi opinión fue tajante: “Estas locas se van a sorprender el día en que las violen en cualquier esquina”. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO

  • No se si se deberá a mi asilvestramiento, pero me resulta tan fastidioso tener que detenerme ante un semáforo de tráfico como aguantar la publicidad de la tele (que, por cierto, no había mirado desde hacía años).
  • Gracias a los subtítulos de un reportaje acerca del grupo Led Zeppelin descubrí que la Real Academia de la Lengua Española ya hacía años que había dado entrada en el diccionario al muy usado apelativo rocanrol.
  • Cuando me preguntan qué quiero ser de mayor, sigo sin saber qué responder.
  • Absurdidades del mundo “modelno”: en el estado norteamericano de Texas puedes adquirir fácilmente una ametralladora, pero los vibradores sexuales están terminantemente prohibidos.
  • Me parece bien que los fascistas españoles lleven la bandera de España en la mascarilla o la solapa: así sabemos con quien nos las vemos.
  • Por lo general, los poderes mentales no se dan entre los superhéroes, ¿verdad? A mí me gustaría tener uno que, como si fuese una cámara de cine, pero al revés de lo que sucede normalmente, me permitiese gozar muy lentamente los buenos momentos y padecer los malos un rápido instante.
  • Lo que determina sobre todo tu camino por la vida ¿es el miedo y la opinión de los demás?
  • A qué prestas más atención y das más importancia, ¿a las virtudes o a los defectos de los demás, a lo que la gente es o a lo que no es, a lo que recibes o a lo que no, a lo que tienes o a lo que te falta, a que tu vaso esté medio lleno o medio vacío?
  • Las necesidades de una vida simple: una hamaca, una mosquitera y un cazo.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 873 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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