La crónica cósmica. Los amigos habituales

EL PAISAJE Y EL PAISANAJE – Kumaon, Uttarakhand, India. El amor que siento por cada uno de mis sitios predilectos, a los que como un nómada vuelvo anualmente, surge del lugar en sí y, por supuesto, del paisaje. Pero en esa atracción pesa de igual forma el paisanaje, es decir de los amigos y las relaciones sociales que mantengo.

A veces he estado en lugares que, a pesar de tener aparentemente cuanto requería mi ecosistema personal (tranquilidad, entorno agradable, naturaleza viva), el vecindario era insoportable. Y es en ese aspecto por lo que me agrada este rincón de las Colinas Kumaon al que he regresado periódicamente durante las tres últimas décadas, donde me codeo con una serie de personas que destacan por su caballerosidad y cortesía.

Están los amigos habituales, a los que los antiguos lectores de estas crónicas ya conocéis, de quienes siempre he mantenido su anonimato tras un seudónimo.

El Señor Lobo (que soluciona problemas como el Señor Lobo de Pulp Fiction) y su mujer, que en el pasado viajaron por medio mundo por cuestiones laborales: él como guía de turistas millonarios y ella desarrollando proyectos de la Comunidad Europea. Confesaré que les tengo un poco de ojeriza (¡Ja!) porque son unos grandes jugadores de backgammon, sobrados de inteligencia, a los que solamente gano muy de vez en cuando.

El Señor Jabalí, indio atípico que es cristiano metodista y ha publicado varios libros de poesía en urdu, la lengua de los musulmanes indios.

El Señor Chacal, que ha sido fotógrafo, reportero, autor de varios libros, organizador de eventos artísticos, y que es además un dotado dibujante y pintor.

Aparte de estos amigos, en las reuniones sociales que organizan también mantengo relación con otros personajes bastante insólitos, como el piloto de aviación que trabaja para Air Asia, que es un gran cocinero y pastelero; el capitán de un submarino de la armada india, o una renombrada productora y guionista cinematográfica de Bollywood.

Pero el colmo de mi satisfacción fue cuando, tras haber estado conversando en una cena con una mujer india de treinta años y pico, me enteré que se llamaba Bhavdeep Kang y que, además de ser una renombrada reportera que había publicado artículos en las revistas más importantes de la India, era la autora de Gurús, un ensayo que yo acababa de leer.

El libro estaba dedicado a nueve diferentes gurús famosos a los que, en la mayoría de los casos, Kang no dejaba precisamente bien parados, pues denunciaba los tejemanejes con que habían acumulado dinero e incluso poder político.

En el caso contrario estaban Morai Bapu y Sadhguru Jaggi Vasudev, dos gurús que demostraban su sabiduría con sus sentencias. Morai Bapu decía: “Un hombre que esté mentalmente sano no puede meterse en política”. Y el segundo: “Si tú hablas con Dios, estás rezando, pero si Él te habla a ti, estás esquizofrénico”.

Durante la primera de estas fiestas a la que asistí tras regresar de Tailandia, mis amigos me felicitaron con una copa de whisky en las manos cuando les comuniqué que a principios de año me había afiliado en el gremio de los abstemios. Y unas pocas semanas después me alegró saber que, al yo predicar con el ejemplo, varios de ellos también habían dejado de consumir alcohol.

PASO A PASO – Trancoso, Brasil, verano de 1988. Continúa de la crónica anterior. Me alojé en la cabaña de una mujer suiza que, seducida por los entornos de Trancoso, se había instalado permanentemente en esa aldea.

Ella cuidaba de varios caballos y yo dediqué parte de mis días a cabalgar por los solitarios senderos de la selva, absorbiendo aquella naturaleza exuberante sin dejar de colocarme con la buena maría local.

Otra de las escasas actividades que podía realizar en Trancoso era descender por el acantilado que había tras la iglesia y perderme por la playa infinita de arenas blancas en la que pocas veces había alguien. Al distinguir a otro bañista a dos kilómetros, recordé las playas abarrotadas de Lloret de Mar o de Torremolinos, y bromeando conmigo exclamé: “¡Rediós, este sitio se está poniendo insoportable de gente!”.

Sí, en aquella playa paradisíaca, que parecía mostrar la cara más fina del Atlántico, no había un alma. Y yo, que tanto amaba la soledad como aborrecía las aglomeraciones, me felicitaba diariamente por encontrarme allí.

En esa franja de arena encerrada entre la selva y el océano tuve una experiencia que inundó mi cuerpo de adrenalina. Una mañana en que estaba paseando con la mirada baja para evitar el deslumbramiento del sol, de pronto aparecieron sobre la arena varias sombras diminutas. Sombras a las que inmediatamente se sumaron más, y más y más.

Al levantar la vista descubrí que me encontraba bajo un inmenso enjambre de avispas de un tamaño sobrecogedor. Entonces recordé haber leído en algún periódico acerca de la peligrosidad de cierto tipo de avispas brasileñas cuyo veneno podía matar rápidamente a un gran animal.

“Si sus picaduras pueden acabar con un caballo, de echárseme todas encima no duraré un minuto”, me dije intentando evitar ponerme histérico.

En aquel instante ya estaban en todos lados, por encima, por delante y por detrás. Aunque, eso sí, de momento seguían volando tranquilamente como si gozasen de la buena atmósfera.

Pensé que si me asustaba, ellas lo notarían y la habría cagado. Así que hice lo único posible: cerré los ojos y seguí andando mientras repetía en mi mente: “Tranquilo, relájate, no pasa nada, tranquilo…”. Poco después, cuando miré de nuevo, comprobé aliviado que no quedaba ni rastro del enjambre.

La única relación social la mantuve en el restaurante vegetariano que regentaba el argentino Julio. Era un hombre de largos cabellos que servía los platos de arroz integral con verdura que cocinaba su novia, la dulce Cida, y llevaba permanentemente un porro de maría entre los labios.

Mientras su bebé dormiría placenteramente en una hamaca, un locutor de Radio Porto Seguro, cliente habitual de la casa, animaba el ambiente con sus melancólicas canciones.

El pato de la familia, convencido de que nunca terminaría en la cazuela, paseaba tranquilo por la cocina. Un burrito se calentaba junto a la hoguera. Un muchacho de Belem tatuaba una rosa sobre la espalda de una hermosa princesa de trece años. Y yo, sin nada más que hacer, me dedicaba a dar lecciones gratuitas de backgammon a quien deseara recibirlas.

Hice el camino de regreso a Porto Seguro en la parte trasera de un camión junto con una encantadora familia de trotamundos italianos que lucían unas espectaculares melenas.

Hallé a mi amigo Rasta sentado en una terraza frente al mar leyendo el periódico de Río de Janeiro “O Globo” y tomando una cerveza. Por un momento tuvimos la sensación de que fuese un encuentro fortuito, como si ambos estuviésemos allí por casualidad y sin saber nada el uno del otro. Y celebramos nuestras positivas reacciones brindando con cerveza. Continuará.

MIRA LO QUE PIENSO – Es una imbecilidad amargarte un buen presente de, por ejemplo, un día soleado en compañía de gente agradable degustando una comida sabrosa, pensando que mañana lloverá, que llegará tu suegra, que acabarán las vacaciones y volverás al curro o a la escuela, o recordando al vecino que te insultó, al policía que te multó o a la novia que te engañó.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
1400 933 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

Artículos por : Nando Baba

Dejar una Respuesta

Start Typing

Preferencias de privacidad

Cuando visitas nuestro sitio web, éste puede almacenar información a través de tu navegador de servicios específicos, generalmente en forma de cookies. Aquí puedes cambiar tus preferencias de privacidad. Vale la pena señalar que el bloqueo de algunos tipos de cookies puede afectar tu experiencia en nuestro sitio web y los servicios que podemos ofrecer.

Por razones de rendimiento y seguridad usamos Cloudflare.
required





Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias mediante el análisis de tus hábitos de navegación. Si continuas navegando, consideramos que aceptas su uso. Puedes cambiar la configuración u obtener más información aquí