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La crónica cósmica. Los monzones llegan a las Colinas Kumaon

Al fin, con un mes de retraso, han llegado realmente los monzones a las Colinas Kumaon. Me duermo y despierto escuchando el repiqueteo de la lluvia, paseo bajo el paraguas evitando pisar las ranas (a cientos y del tamaño de la uña del dedo pulgar), los sapos y las serpientes que van a mil gozando de su ecosistema preferido, y me esfuerzo en mantener la humedad fuera de mi habitación. Debido al aislamiento de esta jungla y a la demora con que recibo los periódicos, no tengo ni idea de cómo van los monzones en el resto del país.

De lo que sí nos enteramos al sufrirlo por igual fue del apagón mayúsculo que dejó a todos los estados septentrionales a oscuras durante dos días (¡desde la frontera paquistaní hasta la de Bangladesh!); ¿os imagináis el caos que se organizaría de si se diese tal caso en Occidente? Debido al apagón, hubo más de trescientos trenes que permanecieron detenidos en los lugares más insólitos (pongamos por caso el Metro de Delhi…) con ciento cincuenta mil pasajeros en su interior (solamente se salvaron del caos electrónico unos pocos pueblos que han apostado por la energía solar). Los trenes indios llevan barras metálicas en las ventanillas para evitar que la gente las use para entrar y salir; con ello, cuando estalla un incendio, los vagones se transforman en un infierno. Esto ocurrió de nuevo hace pocos días, y murieron abrasadas treinta y dos personas.

Faunópolis

  • Deseo explicar que, tras la aterradora movida con los macacos, yo había perdido parte de mi seguridad selvática (“¡Confiesa mamón que ibas paranoico perdido!), pero esto ha cambiado hace un ratito al tener una experiencia que me la ha devuelto. Ha sucedió mientras regresaba del paseo matinal por una parte de la carretera que se halla totalmente encerrada entre robles. A pesar de que es un sitio habitualmente solitario que resulta ideal para cantar y sentirse unido con la naturaleza, hoy la soledad ha brillado por su ausencia al encontrarme de frente con la misma tribu de monos que me asustara hace unas semanas. Lo he adivinado inmediatamente gracias señor instinto: todo estaba como debía. He empezado a cruzarme con ellos sin dejar de canturrear anunciando mi presencia, y lo he hecho con una confianza que ni tan siquiera se ha alterado cuando se ha dado alguno de los habituales altercados entre machos y hembras. Entonces, al doblar una curva, he visto a una niña de unos cinco o seis años, cabello corto y mirada tímida, que va todos los días a buscar leche a una granja. Nos conocemos de sobra aunque ella mantenga comprensiblemente las distancias con el viejo barbudo occidental. La pequeña estaba detenida junto a la cuneta y tenía monos por todos lados. El pánico la mantenía paralizada y sollozaba. Era evidente que de un momento a otro empezaría a chillar y se armaría la marimorena. Me he dirigido hacia ella tranquilizándola, “Shanti, shanti”. Tras conseguirlo, hemos cruzado entre la marabunta de macacos, y la he acompañado hasta su casa. Después, claro, he dado media vuelta para volver a sortear a los “veinte mil” monos sin problema alguno.
  • Los hay con suerte: Por lo generalmente el señor Lobo no abandona la cama hasta media mañana, pero ayer se saltó tal regla y, en cuanto se asomó a la terraza dando una mirada a “Chill Street” a la misma hora en que yo acostumbro a pasar por allí, vio al mismísimo leopardo regresando de sus correrías nocturnas.
  • Después de su traumática experiencia, Tigre, el perro, evita alejarse de la casa y, sobretodo, no mete un pie, o una pata, en el bosque que empieza cerca de ésta.

Trazos domésticos. El único mueble de mi domicilio es la cama (pura madera y solamente una fina colchoneta) que también me sirve de oficina. La comida me la sirven en el suelo y sobre la obligada esterilla. Casi toda la verdura es del huerto (alguna me es desconocida y no sé tan siquiera cuál es su aspecto), igual que el arroz y el trigo son del valle, y la harina del molino vecinal que mueve el agua de una acequia (por los alrededores hay una red de acequias que recoge el agua de la lluvia y es otra herencia británica).

Indostán

  • Según opina el señor Chacal, el caótico tráfico rodado indiano se debe a que ha aparecido antes en escena el transporte privado que el público. Una prueba de ello es que hay dos mil pasajeros por cada autobús y el término medio de espera en las horas punta es, solamente, de setenta minutos.
  • El Tribunal Supremo ha condenado a varias compañías farmacéuticas, incluidas algunas multinacionales, a pagar trece billones de rupias por falacia publicitaria: En el mercado hay muchas cremas “emblanquecedoras”. ¡Ja! He visto un anuncio en el que prometen un crecimiento garantizado de la altura, e incluyen la típica imagen con el antes y el después. ¡Más Ja!
  • Fórmulas “kafkianas”: Las plantas silvestres de marihuana que crecen por doquier dejan de ser legales si te acercas a ellas. Por cierto, que la tormenta de la pasada noche partió en dos la preciosa maría que me alegraba el despertar con su perfume (¿se ha comercializado algún perfume cannabáceo?).
  • The Times of India continúa prestando atención a los catalanes, y ahora ha citado al bueno de Pau Casals. “Amar a tu país es espléndido, ¿pero por qué el amor debe detenerse en las fronteras?”

Talibania

  • Varios tipos le ofrecieron dinero a una chica a cambio de echar un polvo en un tren abarrotado de pasajeros y, al negarse ella, la arrojaron a las vías sin que nadie dijese esta boca es mía.
  • En cierto renombrado hospital murió un bebé prematuro de cinco días porque su padre no tenía las doscientas rupias (tres euros) necesarias para pagar los servicios.
  • Una dulce abuelita estranguló a su nietecita recién nacida porque quería un nieto.
  • Unos policías detuvieron a un “sospechoso”, lo metieron mes y medio en un calabozo sin que su nombre constase en registro alguno, luego le pegaron un par de tiros, arrojaron el cadáver en una cuneta, y además se las arreglaron para terminar siendo descubiertos.
  • Ante las noticias casi diarias acerca de chicas que (usando la expresión oficial) han sido molestadas, es frecuente que algún político local culpe de ello a las prendas que ellas llevaban (“¡Es que se visten como putas!”). Umm. Añadiré a ello que tales “molestaciones” no parecen darse en absoluto entre las sociedades matriarcales del Himalaya.
  • Imitando la cruzada puritana de la policía de Bombay, ahora han aparecido algunos grupos que, tras enterarse de la celebración de un guateque, derrumbarán la puerta del domicilio y atacarán a quienes estén “pecando”.
  • Después de haberos comentado el caso de la Maruti en que quemaron vivo a su director (por cierto, que la empresa ha contratado los servicios de un astrólogo para que haga un estudio acerca de lo sucedido: Umm), añadiré que ese no fue un caso aislado, y que, asimismo, la reacción de quienes montan un desaguisado así acostumbra a ser la desaparecer de escena. Se diría que no son dueños de su destino, que salen de casa despidiéndose de la familia y ocupan un puesto de trabajo para el que han estado estudiando y especializándose, y a continuación, aconsejados por sus emociones, matan a alguien y pasan a estar en busca y captura (“Querida, que hoy no vendré a cenar porque he rociado a mi primo con gasolina y le he prendido fuego”).
  • Rescataron a veinticinco chicas de los estados orientales que, después de ofrecerles empleo, habían sido vendidas como si fuesen animales; o sea el mismo mercado de esclavos que sigue funcionando en Jartum, pero a puerta cerrada.
  • Una pareja vendió a su hijo de dos años por trecientos euros, y consideraron que era un buen precio.

Numerología

  • ¿Qué músico tiene el récord de horas de grabación (exactamente 15.000)? El señor “Grateful Dead” Jerry García.
  • De los 63.000 indios que el año pasado intentaron conseguir un visado para estudiar en Inglaterra, el 59% lo hizo presentando documentos falsos.
  • En el aeropuerto de Delhi detuvieron a un tipo que llevaba 2.400 dientes de tiburón en el equipaje.
  • Las inundaciones de Assam han desplazado a más de 170.000 personas.
  • En el mismo estado de Assam vive un hombre que, según consta en su documentación, tiene 125 años, y asegura que su padre llegó a los 135.

Mira lo que pienso

  • ¿Eres libre de temores y adicciones? ¿Eres esclavo de tus emociones a pesar de tu supuesta inteligencia? ¿Bailas al ritmo que te marca alguien que es esclavo de sus emociones? Somos lo que hacemos. Las emociones me empujan ahorita mismo a sentir agradecimiento porque me hayas traído el periódico (o un porro, un cubata, o me hayas recogido cuando hacía autostop), pero me provocarán enfado si, después de repetirlo diariamente durante un mes, tú fallas un día a la cita. Umm. ¡Loca, loca emoción!
  • Se equivocan (¡O mienten!) quienes hablan mal de mí, pero también van perdidos los que lo hacen positivamente.
  • El rencor, la envidia, los celos y el ansia, aparte de estimular el desarrollo de la imbecilidad, provocan el cáncer; pero es que además son de las peores maldades que lleváis a cabo los humanos (que no los marcianitos como yo…), porque muchas veces las fomentáis adrede (“Si no causo envidia no me corro a gusto; ¿o por qué crees tú que me compré el abrigo de visón?”).
  • Yo descubro un montón de razones tras cada una de mis ideas, palabras y obras, pero la que cuenta, la que me advierte de quién soy, es la que se halla en primer lugar; y ésta, generalmente, muestra una candidez encantadora.
  • A los marcianos nos gusta encontrar de vez en cuando a otros marcianitos, y así me sentí al enterarme que el bengalí Rabindranath Tagore oraba de forma parecida a un servidor: “No dejes que rece para estar protegido de los peligros, sino para tener el valor de enfrentarme a ellos. No dejes que suplique para librarme del dolor, sino para tener el coraje de soportarlo”.

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
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Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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