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La crónica cósmica. Los placeres del paladar y el confort de la vida «modelna»

A pesar de haber transcurrido ya dos semanas desde que yo aterrizara físicamente en Occidente, solamente ahora empiezo a hacerlo anímicamente. Aparte de los placeres del paladar y el confort de la vida “modelna”, he reencontrado el amor añejo de quienes me conocen profundamente y toleran mis manías. Mi mamá me mimaba, la vida me mima, y mis amigos me miman, por ejemplo llevándome de paseo hasta el vértice nororiental de la península Ibérica (los mapas de un anarquista nato jamás son políticos), y a la privilegiada comarca de L’Empordà, donde hemos pasado cuatro días encantadores entre trigales, maizales, arrozales, e infinitos jardines de árboles frutales de muchos tipos.

Varios ríos, sanos y plácidos, se encargan de regar tal vergel, creando además unas espectaculares marismas en las que habitan montones de pájaros, antes de desembocar en las playas de la Costa Brava frente a las Illes Medes. La riqueza de L’Empordà incluye también yeguadas, vaquerías, olivares, y sus reputados vinos; y cuando a todo ello se le añade una amplia colección de pueblecitos históricos, con sus casas de piedra que parecen de turrón y están perfectamente conservadas, y sus callejuelas intemporales en las que reinan una paz y un silencio insólitos (vox populi: “Spain is a very noisy country”), llegas a la conclusión de que sería difícil hallar otro paraíso parecido.

Mientras paseaba por tan afortunadas tierras me reafirmé en la creencia de que las únicas fronteras naturales eran las comarcales, y que las demás son artificios que la población solamente acepta después de sufrir un lavado de coco, pues para la gran mayoría de ellos el nombre de su país no pasa de ser eso, un nombre, y, por no saber, no tienen la menor idea acerca de cuáles son sus vecinos o a qué distancia se hallan. Tal como acostumbra a sucedernos habitualmente a los marcianos, yo creía que esta forma de pensar era otra de mis extravagancias y difícilmente encontraría a alguien que la compartiese; con ello comprenderéis que, cuando mis amigos me llevaron de la mano hasta la casa donde naciera el escritor Josep Pla, me alegrase al descubrir que él iba incluso un poco más lejos, o más cerca, pues limitaba su patria a las dimensiones de su pueblo.

La visita a tan emblemático lugar (nadie puede dudar que Pla fuese un escritor con mayúsculas) incluía ver una larga y divertida entrevista televisada que le hiciera el periodista Joaquín Soler Serrano en los años setenta, durante la cual, mientras se liaba y fumaba cigarrillos de picadura, el señor Pla se demostraba como un hombre sutilmente irónico que era asimismo sabio y humilde (en realidad la humildad es una parte inherente de la sabiduría como lo son la tolerancia, la experiencia y la espiritualidad).

Debido a mi tacañería innata, el hecho de haberme quedado sin inquilino y encontrarme con los bolsillos vacíos solamente puede resultarme positivo, porque así, cuando organizo mis ridículos espectáculos luchando por cada rupia, por lo menos lo hago por razones materiales (y no solamente emocionales, o empujado por mis cuelgues mentales).

Al arreglármelas siempre para excusar mis actos tras algunas razones filosóficas, añadiré que el despilfarro me parece al mismo tiempo vergonzoso (es una falta de respeto hacia quienes viven en la miseria) y personalmente negativo (pues entorpece el desarrollo espiritual); y me horrorizo al comprobar (quizás más que nunca tras estos últimos veintiún meses asiáticos) la locura consumista de la sociedad occidental, con los estómagos y las despensas (hoy frigoríficos y congeladores) rebosantes de bebida y comida, con los armarios abarrotados de ropa que, a causa del culto a la apariencia, se desechará antes de envejecer, con los vehículos tragando gasolina que transforman en humo (a pesar de la monstruosa crisis económica, por las calles de mi pueblo transita un increíble y creciente número de automóviles de lujo), y con las compras sin sentido que enmascaran la ansiedad (os rodeáis de necesidades que limitan vuestra libertad y, así, vuestra evolución). No es de extrañar que, en armonía con todo ello, vuestros gobernantes, ya fuesen locales o nacionales, se pasasen con los gastos como si creyesen inconscientemente que así debían hacerlo (“Empuja, empuja, no dejes que la bola deje de rodar… hacia el precipicio”).

Como diría el Señor Chacal, “El principal problema de los países en vías de desarrollo está en que, aparte de seguir sistemas políticos y sociales que les son ajenos, reciben unas ayudas económicas y unas novedades tecnológicas (incluyendo las medicinales) que no han buscado por sí mismos”. Supongo que es un caso parecido al de los niños que obtienen ciertas respuestas antes de haberse tan siquiera plateado la pregunta.

Tras enteraros de las últimas noticias acerca de la falta de privacidad y del uso que hacen los gobiernos con cuanta información colgáis en Facebook, y dando por sentado con continuaréis con vuestra decadente adicción a tan nefasto ente, os agradeceré que os olvidéis de mencionar o colgar fotos de un servidor.

Kafkiano: Denunció un robo y terminó en la cárcel por no presentarse al juicio.

Al contrario de lo que nos sucede con otras especies de animales terráqueos, los marcianos solamente somos capaces de soportar a los humanos si los amamos. En realidad, y aunque vosotros no lo podáis sospechar, la única diferencia entre los seres humanos y el resto de los animales está en la conciencia, de la cuál os halláis totalmente faltados cuando pasáis a formar parte de la masa (Umm, es otra razón por la que siento ojeriza hacia los grupos y las vergüenzas nacionales que todos tratan de disimular: “Disimula, disimula, que algo queda”).

Al principio de los tiempos hubo ciertas personas que tuvieron ideas; a éstas las siguieron más tarde otras que las mejoraron (las ideas…) sin sospechar que, tras ellas y en otras eras, vendrían quienes las comercializasen y prostituyesen.

Cargar sobre los hombros con el título de mejor amigo es muy complicado, y cuando alguien te lo otorga, te está poniendo en un aprieto.

El individuo se pregunta, “¿Es esto cierto?”, y el gregario, “¿Es esto lo que los demás creen que es cierto?”

Y esto es todo por hoy, mis queridos papanatas. Bom Bom.

La crónica cósmica, de Nando Baba
La crónica cósmica, de Nando Baba
700 538 Nando Baba

Nando Baba

Escritor y viajero. No te pierdas las crónicas cósmicas de Nando Baba.

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